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Juan Carlos Botero, uno de los hijos del famoso escultor y pintor colombiano, cree que la mayor contribución de su padre a la Historia del Arte es la poesía de un estilo único y original que, desde sus raíces, lo hace reconocible en cualquier parte del mundo. EFE
Juan Carlos Botero, uno de los hijos del famoso escultor y pintor colombiano, cree que la mayor contribución de su padre a la Historia del Arte es la poesía de un estilo único y original que, desde sus raíces, lo hace reconocible en cualquier parte del mundo. EFE

La mayor aportación de Botero a la Historia del Arte es la poesía de su estilo, dice su hijo

Por EFE
lunes 27 de octubre de 2014, 18:36h
Juan Carlos Botero, uno de los hijos del famoso escultor y pintor colombiano, cree que la mayor contribución de su padre a la Historia del Arte es la poesía de un estilo único y original que, desde sus raíces, lo hace reconocible en cualquier parte del mundo.
Washington, (EFE).- "El estilo es la mayor contribución que un artista puede hacer a a la Historia del Arte", afirmó Botero en una entrevista con Efe horas antes de presentar en Washington la traducción al inglés del libro "El arte de Fernando Botero". 

A través de 239 páginas, el escritor se sumerge en las particularidades del "boterismo" y nada entre los principales temas que definieron la pintura y la escultura del que muchos consideran como el mejor pintor colombiano del siglo XX. 

El columnista, cuyo arte se ciñe a las palabras, explica las diferencias entre la lectura y la pintura, destreza que sintetiza, en un instante, "las convicciones e ideas del artista acerca de la composición, la belleza, la sensualidad o el volumen". 

"La pintura no es como la lectura, que requiere a veces días o semanas para entender de qué trata. Un cuadro se percibe en un instante, y en ese instante se perciben todas las convicciones estéticas, filosóficas e intelectuales del artista", subrayó. 

El estilo monumental, la exaltación del volumen y la poesía de la forma suponen "la declaración de principios" de Fernando Botero. Esta declaración la analiza ahora con suma cautela Juan Carlos Botero, ganador entre otros del premio Juan Rulfo (1986), que, por encargo de su padre, ha elaborado "el mejor libro que se ha escrito sobre su obra". 

Este elogio lo pronunció el propio artista, que recibió el libro con alegría aunque "aceptó a regañadientes" los paralelismos entre su obra y la de grandes maestros de la pintura, como Rubens, Caravaggio o Goya. "Me pareció muy conmovedor", recuerda el escritor, que confiesa que Fernando Botero es un hombre "implacable" que considera su obra "sagrada". 

Por eso, a la hora de escribir el libro, Juan Carlos Botero no ha tenido en cuenta solo lo que sabía de la obra de su padre por lo que había oído durante toda su vida, sino que también tomó nota de los aciertos y desaciertos de quienes escribían sobre el escultor. Un trabajo exhaustivo, que solo ha sido posible gracias a "la mayor lección" que su padre le ha dejado en herencia, la disciplina. "Entender que el artista no es el bohemio que está en el café, charlando y perdiendo el tiempo. Esa parte es fundamental, pero el artista debe de hacer un esfuerzo cotidiano de reflexión, trabajo y lucha contra el material empecinado". 

Al ser preguntado por el primer recuerdo que guarda de su padre, Juan Carlos Botero se remonta a su niñez, cuando con dos o tres años el escultor le llevó al taller y le presentó a sus "gordos". "Me llevó a su estudio y desde la perspectiva de la niñez recuerdo un lugar monumental, grande, inmenso y al fondo a mi padre pintando una tela", rememora el escritor, que con el paso de los años se dio cuenta de que, en realidad, el taller era diminuto. Lo que el discurrir del tiempo no ha borrado es la imagen de su padre, siempre trabajando mientras a su alrededor bailaban la acuarela, el carbón y el lápiz. 

En los últimos tiempos, Botero volvió a uno de los temas principales de su obra, América Latina, y ahora con 82 años y más de 60 de ellos dedicados al arte, prepara una colección de dibujos eróticos inspirados en el Kamasutra, y a los que su hijo ha apodado "Botero-sutra". Estos dibujos son una extensión más de la obra maestra de un artista que, ya en los años 50, entendió "un concepto revolucionario: para ser universal hay que ser primero local". "Entendió que su propia materia, su propia experiencia, eran validas para hacer arte. 

En ese momento, lo que hacían algunos artistas era rechazar su propia tierra y considerar que eso no era material válido para hacer una obra de arte". Pero Botero "hundió sus manos de fondo en las raíces de su tierra y logró así algo extraordinario que era llegar al fondo, a la esencia de algo universal que es la condición humana". Y eso, según su hijo, es lo que hace que este antioqueño, el primero en convertir los Campos Elíseos en una sala de exposiciones, sea apreciado a lo largo y ancho del mundo.
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