Por Carmen Heredia
La "YOA, Orquesta de las
Américas", ofreció un concierto en el
Teatro Nacional como cierre de la Residencia Orquestal 2014, auspiciada por la
Fundación Sinfonía. Cuarenta y cinco jóvenes músicos pertenecientes a la Joven Filarmónica de la
República Dominicana participaron junto a
YOA, en este inolvidable concierto, dirigido por el maestro mexicano
Carlos Miguel Prieto.
El entusiasmo se desborda con la
entrada del director y el solista, el destacado violinista Robert McDuffie. El
público se contagia de aquel fervor y crecen sus expectativas.
La breve introducción del concierto
para violín de P.I Tchaikovski, muestra a
priori todo lo que se puede esperar
de la compactada orquesta. Tras el prefacio, el solista desarrolla el primer tema,
amplio y lírico, luego el segundo tema presenta una melodía sentimental,
nostálgica, en la que trasciende la melancolía propia del compositor. Ambos
temas son abordados con brillantez por Robert McDuffie.
La Canzonetta del segundo movimiento tiene un carácter de canción de lied, entonada apasionadamente por el
violín. Luego en el Final Allegro
vivacissimo, el solista muestra un potencial virtuosístico y una
extraordinaria sensibilidad interpretativa, a lo que adiciona un histrionismo
cautivante. La orquesta precisa, responde
a cada indicación del director, logrando
el matiz requerido en cada movimiento. Finalmente se produce esa formidable simbiosis, Director-solista-orquesta- el
público cuyas expectativas han sido superadas con creces, responde con una aclamación prolongada que obliga al solista a un encoré. La pieza escogida, El Recitativo-Scherzo-Capricho, del
austríaco Fritz Kreisler, es una
composición para virtuosos, que McDuffie aborda magistralmente.
En
la segunda parte del concierto se presenta la Sinfonía No. 7 de Dimitri
Shostakovich, pero antes, el director,
locuaz y didáctico, se dirige al público para explicar que motivó al compositor a crear esta Sinfonía, siendo este,
el asedio que sufrió su ciudad
natal Leningrado, por parte del ejército alemán, durante la Segunda Guerra
Mundial; la composición se le conocería mundialmente como "Sinfonía
de Leningrado". Shostakovich como todo gran artista de cualquier género, es un
espejo de su tiempo, y en su Sinfonía describe con gran plasticidad, episodios
heroicos de la guerra, con momentos de intenso suspenso y fuerza avasallante, y
otros de marcado lirismo, reflejan la
melancolía por los que se han ido, y la esperanza tras la paz.
Esta obra con más de una hora de duración, es un reto, un verdadero tour de force para la joven orquesta, que pone de relieve su
cohesión y la brillantez de sus integrantes, capaces de producir el carácter dramático,
trágico, del primer movimiento, así como los contrastes segundo y
tercero, intermedios de vida y guerra, y la apoteosis del cuarto, un verdadero
canto de victoria, del triunfo de la luz sobre la oscuridad,
El público que por momentos parecía
estar sumido en un letargo dado la extensión de la obra, se reanima con el
cuarto movimiento Allegro, sobreviene la euforia, y puesto de pié, todos
a una, rinden emotiva ovación a la orquesta, a su director,
En medio de este momento de
excitación, Darwin Aquino toma el relevo, y en un cambio radical, conduce
magistralmente la orquesta que
interpreta nuestro merengue por antonomasia: Compadre Pedro Juan, del insigne Luis Alberti. Nuestro cadencioso y
pegajoso ritmo contagia a todos, baila el público y baila la orquesta; la
fiesta continúa, regresa Carlos Miguel Prieto, y al son
de la samba Tico Tico de Zequinha de
Abreu, se produce un final de fiesta pletórico de alegría. La orquesta se
desborda con músicos que toman la platea, luego regresan y se unen al frenesí orquestal,
el escenario se torna multicolor con las
banderas de toda América ondeando, la samba se convierte en un himno de amor y
confraternidad. Una noche inolvidable, a la espera de la próxima Residencia.