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Prosa y verso de una ciudad antigua

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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jueves 04 de octubre de 2018, 02:53h
Escribir un poema es como tratar de agarrar una lagartija sin que se le caiga la cola. Lawrence Durrell

Ciudad pequeña y antigua: Santo Domingo. Aquí la política mata el amor entre las personas y no solo entre los pobres,
“Con la crueldad añadida de la muerte, la belleza no hace nada. No mira, es apenas mirada”.

La política, la gran pasión, escalón superado en una ciudad demasiado antigua y pequeña.

Los corazones helados de los hombres son los que me atemorizan,
Vivo en medio de una superficie agitada que no refleja nada.

Amo porque no soy capaz de soportar la soledad…
Y es por la misma razón que le tengo miedo a la muerte.

Todo pasa. El alma asiste inmóvil al evento de las alegrías, de las tristezas y de las muertes de las que se compone la vida.

Recuerdo las palabras de tu tío y compadre Alcedo, poeta vegano:
“Amé primero mis sueños, pues no conocía otra cosa.

Luego amé a mi familia, que es como si me amase a mí mismo.

Los amigos venían cargados de tanta belleza que me sentía humillado y feliz.

Finalmente amé a una mujer.

Murieron mis padres, mis amigos, mis amados se fueron, unos me dejaron para vivir y otros quizás me traicionaron con el sepulcro.

De los que aún me quedan dudo,
La mujer a quién amaba se marchó también de este mundo, al igual que una extranjera cuando se percató que se había confundido y de que su casa estaba en otro lugar.

Entonces volví a amar únicamente a mis sueños porque no me quedaba nada más
Pero los sueños también pueden traicionarnos y ahora estoy solo, y aunque mis sospechas puede que no estén justificadas, sufro tanto como si lo estuvieran, ya que dentro de nuestro espíritu es donde todo sucede. Todos los paraísos son interiores”
La amistad, casi siempre soledad en grupo lo susurra: “solo se posee eternamente a los amigos de quienes nos hemos separado”.

Tal vez ese hacerse acompañar por alguien tenga valor de autenticación.

La amistad es así, soledad en grupo, aunque no siempre, pero los amigos se cuentan con los dedos de una mano.

Porque la política sigue matando el amor y la amistad, quien dice discurso dice monólogo.

Es demasiado tarde, el político ya está perdido, no tiene futuro, ya no defiende más a los de abajo sino a los de afuera, a los aventureros, a los que aún no han llegado pero que llegarán ahora y siempre globalizados, no lo dudes.

Solo ahí, marginado se comprende que el alcohol haga resonar la soledad,
Solo ahí termina por hacer que se lo prefiera antes que cualquier otra cosa, ahí, donde las valores ya no valen,
Solo ahí, donde el amor ha muerto, el alcohol ha sido hecho para soportar el vacío del universo,
El mecimiento de los planetas,
Su silenciosa indiferencia en el lugar de nuestro dolor.

El hombre que bebe para vivir: idiota interplanetario.
“Pero escribir no es contar historias, es lo contrario de contar historias. Es contarlo todo a la vez.

Ni los cuadros ni los escritos se hacen con toda claridad. Siempre faltan las palabras para decirlo, siempre.

Vivo en una ciudad en que el amor se está muriendo. En medio de escándalos gigantescos.

No digo que el amor abandonado sea falso, sino simplemente que se está muriendo”.

La política mató el amor. Por eso no se sorprenda:
“Ahora todos los hombres pueden llegar a ser tránsfugas, solo les falta saberlo, dar con el incidente o la evidencia que se lo revelará”,
Vivo en una ciudad donde lo imaginario es lo más fuerte entre el hombre y la mujer,
Allí donde los separa una frigidez a la que la mujer se opone cada vez más y que derriba al hombre que la desea, al peatón que la transita,
La propia mujer, la mayor parte del tiempo, no sabe lo que es este mal que la priva de deseo.

Vivo en una ciudad donde todo el mundo dice conocerse, lo cual no es más que realismo fantástico. ¡Cómo quisiera conocerme yo!
“Vivo en una ciudad donde a los hombres le gustan las mujeres que escriben.

No lo dicen, sin embargo.

Aquí el escritor es todavía como la tierra extranjera; el cuerpo de los escritores participa de sus escritos, como los príncipes y las gentes de poder,
Y provocan la sexualidad en su hogar. Solamente en el hogar.

Solo ahí los escritores son objetos sexuales por excelencia. Ahí no se puede concebir la sexualidad sin la inteligencia, ni la inteligencia sin una especie de ausencia de sí mismo”, ese arte de vivir en el cielo dando la impresión de estar en la luna,
En esta ciudad antigua se dice “que los escritores que hacen soberbiamente el amor son menos grandes escritores que los que lo hacen menos bien y con miedo”.
“Algo ha ocurrido en esta ciudad ¿qué? ¿El coche tal vez? Tendería a creerlo.

¿O acaso e el hecho de trabajar mal en la escuela continuándolo en la vida para afectar ahora a varias generaciones?
Tal vez se ha estudiado mal, se ha comprendido cada vez menos, luego, a la fuerza, no se ha comprendido nada más que nada, nada. Y luego se ha vivido mal después”.

Y seguidamente hemos huido, escapamos siempre detrás de don dinero. Somos amasadores de fortunas millonarias.
“No se ha creído en la escuela, ni en la pequeña escuela ni en la grande.

Se ha perdido toda la educación, toda la cortesía, toda la fineza, todo el espíritu, sólo queda la inteligencia de los negocios”.

La gente viene a Santo Domingo, para dar a su vida un sentido de pertenencia, de obediencia social, casi mítica.

En medio de un universo desencadenado, aquí, sólo el mar protege del ahogo, de la sepultura de la ciudad.

Si la pobreza va a ser destruida, sea en sueño o en angustia ontológica,
Es preferible que lo mejor de la noción de humanismo, vaya incluida desde ahora en esa capacidad de continuar evaluando.

Aquí Santo Domingo “aparece como una equivocación, como un estado inadmisible de la ciudad.

Es aquí donde se encuentra el mercado del consumo, de la muerte, el de la droga y del sexo.

Es aquí donde asesinan a las jóvenes y viejas damas, a los cineastas destacados, a los periodistas que no omiten sus verdades.

Es aquí donde hay todo un pueblo automóvil que es mal educado con su coche, los nuevos ricos de los circuitos financieros del héroe, los grandes ejecutivos de la muerte.

Antes, estas señales constituían la elegancia en sus consecuencias ocultas, la de los zapatos, del perfume, de la voz y del hablar educado de todo el mundo, la del auto confortable. Era si se quiere el esnobismo de la discreción. Ahora ya nadie tiene ganas de comprar esas señales”. Es igual que la grosería. Expansiva.

Santo Domingo, la ciudad, la medina. Uno se pierde, ya que el hombre de nuestra época no ama lo suficiente la tierra, ni tampoco al cielo, para pedir para la primera las bendiciones del segundo.

Santo domingo, el lugar mas seguro para proteger el crimen, borrarlo, absorberlo: y apenas es una molécula de tres millones d personas.

Un crimen como el de ayer, el de Orlando, o como el de hoy, el de Jean Louis, solo se puede concebir en Santo Domingo, en el interior de las áreas protectoras, en sus muros de hormigón humano.
“Sus murallas son el desorden. Es el desorden lo que sella, anillo por anillo, los suburbios sucesivos, los miedos colectivos.

Ha ocurrido en apenas veinticinco años.

No hay mapas de la periferia, son imposibles de hacer”.

Aparte de los grandes ejes, del túnel de la 27 de Febrero y de los elevados, el metro, se ha renunciado a ello.

No hay calles peatonales y los bosques tienen mala fama.

Entonces, ¿qué nos queda a la clase media, a la gente honrada?
Algo ha ocurrido en esta ciudad ¿qué?
Santo Domingo, ciudad antigua ya no se puede mover,
Ya no puede deslizarse hacia afuera a una velocidad normal.

Santo Domingo ya no tiene el mismo significado de antes.
“Se viene aquí, se cree, para estar más cerca del sentido, del que
se cree encontrar en una capital,
que está hecha de lo esencial de todos los conocimientos,
desde el arte de construir, de escribir, de pintar y hasta el de la política.

Y pregunte a un arrabalero y os dirá: Antes vivía entre Moca y La Vega, entre Higüey y la Romana, y después a la larga me aburrí y vine a Santo Domingo para acercarme,
Solo para esto. Acercarse a qué, no sabe decirlo.

Este no saber decirlo que permanece no elucidado la mayor parte del tiempo, es tal vez lo que se acercaría más al sentido de su vida en todas las acepciones del término.
“La gente viene a la capital para dar a su vida un sentido de pertenencia, de obediencia social, casi mítica”.

A digerir agonías y a procrear descendencia.

En el Sur, en el Cibao, en el Este, gracias a ese milagroso enclave campesino, el fresco llega más deprisa.
“¡Oh roble campesino
¡Oh hermano mío!
Si el viento del oeste sopla hacia ti en forma de ciruelo o de huracán,
Enviadme vuestro perfume, no olvidéis la primavera”
Los bosques, las carreteras libres, las plazas del pueblo, las chorreras de los ríos.

Pero el sentido pleno y mayor es y será Santo Domingo. Nadie describirá lo suficiente la belleza de esta ciudad antigua en todas sus estaciones,
Sus dieciocho verdes,
Sus innumerables tonos,
Durante los domingos del cálido verano o del fresco de su tenue invierno,
O en las noches cuando las calles se vuelven salvajes carreteras.

Ninguna ciudad en el mundo está construida como ésta,
Sin peatones ni calles peatonales
Solo con barriadas dormitorios.

Barriadas solo para dormir.

En el verano es cuando el río aparece en su plena belleza,
Con sus sombras, sus jardines, las grandes avenidas que salen de alguna parte o que lo bordean,
Con su color chocolate en sedimentos.

Es en el verano cuando la ciudad muestra sus pendientes naturales,
Sus recios farallones bajando junto a la lluvia
Y sus colinas suaves que se desploman desde todas partes.

Es en el verano cuando Santo Domingo es un escape, una isla.
“Cuando la verdad de hoy, hecha de renuncias a las verdades de ayer,
abdica por anticipado a las verdades futuras.

Y lo que hoy parece principal no será sino la accesorio mañana,
Infatigable impulso de un espíritu siempre en marcha:
Ese modo rústico y místico de vivir no es más que una perpetua partida”.

Un tránsito hacia las nieves, las lluvias y los vientos,
Una puerta hacia el mundo como siempre,
Una condensación de la palabra exilio.

Nos gustan tanto los pájaros que migran porque en el fondo somos como ellos
“Aún estás sentado y crees estar todavía ahí,
pero tu ser vuelto hacia el porvenir, ya no se adhiere a lo que fue tu vida
y tu ausencia ha comenzado ya.

Los hombres que han inventado el tiempo han inventado después la eternidad como contraste
Aquí no hay pasado ni futuro, tan sólo una serie de presentes sucesivos, un camino perpetuamente destruido continuado, por el que avanzamos todos.

Si por lo menos pudiéramos caer
Como las flores del manzano
Tan puras, tan luminosas.

Límpida y fresca brilla la luna tras la espantosa tormenta”
La pobreza de nuestro país tiene la realidad atroz de una pesadilla;
“la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables
con la sustancia real de esa pesadilla.

O dicho de otro modo:
Transfigurar esa pesadilla en visión,
Liberarnos
Así sea por un instante,
De la realidad disforme de la pobreza por medio
De la creación.”
Esos, los creativos, no podrán ser olvidados aunque vivamos en el interior de estas áreas protectoras, tan peligrosas, con un nivel educativo promedio de sólo seis grados de primaria, y en sus muros de hormigón humano.

Ellos los creativos, nos representan a todos. A todos.

Así, el abuelo sin tiempo se despide.

El final conlleva tristeza para un escritor: una pequeña muerte. Escribe la última palabra y ya está terminada, tanto la prosa como el verso, pero no lo está de verdad: la historia continúa dejando al escritor atrás, puesto que ninguna historia termina jamás.


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