Es deber de un periodista velar por los intereses de la sociedad. Es su único compromiso y responsabilidad innegociable; a ello debe ceñirse. No son pocos los periodistas nuestros que, conscientes de su rol ante la opinión pública, denuncian los atropellos del poder. Otros, empero, no lo asumen.
Santo Domingo- El ejercicio de este, considerado por muchos un sacerdocio, no está exento de riesgos ni escapa a las presiones de grupos particulares que buscan consolidar su señorío y dominio sobre las demás estructuras sociales, especialmente en los menos favorecidos. La actividad periodística se ve mermada por intereses ajenos, sumándose a éstos varios peligros que amenazan a la clase.
Para el veterano Rafael Molina Morillo, fallecido hace unos años, el periodista debe combatir la corrupción y señalar los defectos de “por allí y de por aquí”.
Sostiene la necesidad, sin embargo, de corregir muchas cosas, entre ellas la conducta de quienes ejercen esta “profesión ingrata, difícil y mal pensada”. Morillo señalaba que el principal riesgo de la libertad de expresión son los mismos periodistas y la corrupción imperante en aquellos que se acomodan por ventajas y situaciones que les favorecen e independientemente de lo que pase en su alrededor todo el mundo.
Este no es un día para felicitar, sino para recordarnos a los hacedores de opinión pública que nuestro deber no es con el poder, sino con los menos favorecidos, aquellos cuya voz no siempre es escuchada.
No es un día para felicitar, sino para demandar que nuestro trabajo sea respetado por muchos que no desearían conocer los defectos de “por allí y de por aquí”, como diría el fenecido Rafael Molina Morillo.
El trabajo de los periodista, tan esencial al ejercicio de la democracia y la ciudadanía, no ha pasado desapercibido para los ciudadanos e instituciones de nuestro país.
El año 2020 sirvió, precisamente, para demostrar la importantante labor de informar con la que cumplen los profesionales de este rubro. A pesar de la circulación de un virus mortal, al igual que médicos y policias, fueron la fuente principal de información para quienes se mantenían en el encierro en espera de respuestas ante lo que sucedía en el país y en el mundo. Su papel fue protágonico para dar a conocer las primicias de los cambios del momento. Sus micrófonos fueron la voz y las cámaras la vista para quienes debíamos observar desde lejos. Algunos incluso desafiaron el pelígro y se introdujeron a los hospitales para mostrar la cruda realidad que se vivía desde adentro de los centros de salud.
Sí, reíteramos que hoy no es un día para felicitar porque es deber de los periodistas informar sobre los acontecimientos. Siin embargo, tampoco está demás conmomorar la labor loable de quienes buscan mostrarnos la realidad siempre apegados a la verdad.
De ahí que, durante la celebración de este Día Nacional del Periodista, instituciones del Estado, entes gremiales y organizaciones provenientes de la sociedad civil felicitan a los comunicadores, pero más importante todavía reconocen lo indispensable de esta labor para el país y el lugar de honor que debe tener en el progreso de la humanidad.
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