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La escuela hostosiana y Bosch

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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jueves 20 de octubre de 2016, 17:34h
INTRODUCCION
Dijo Bosch en el prólogo a la edición puertorriqueña de "Hostos, el Sembrador": "Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo:"Nació en la Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer que fuerzas mueven y cómo la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás".
Cierto. La escuela pública de Hostos era excelente. Recuerdo una escuela pública rural de provincia, en una comunidad vegana: ¿Aritmética, para qué? para sembrar y contar cosechas. ¿Botánica, para qué?: para conservar la flora y la fauna. ¿Geografía, para qué?: para conocer el entorno donde vivíamos y donde no vivíamos. Con mayoría campesina, aprendimos a sembrar productos agrícolas, a contar cosechas, a ordeñar vacas, a criar gallinas y patos, en un huerto escolar, que era parte del terreno de la escuela. Aprendimos a conocer el inmenso valor del agua. A esa edad temprana, a los ocho años, ya sabíamos por qué la tierra sin agua no sirve para nada. Nos mudamos al pueblo de Santiago. Me inscribieron en una escuela pública urbana, hostosiana. Ahí tuve acceso a las primeras destrezas urbanas en la escuela de artes manuales, su parte práctica: plomería, electricidad, carpintería, albañilería, talabartería. Con estos conocimientos, mis hermanos mayores, adolescentes, dirigieron la ampliación de nuestra casa paterna. A los 12 años contábamos con destrezas rurales y urbanas. En la primaria urbana, recibimos los primeros conocimientos del idioma inglés, de música, artes y deportes, como si existiera la tanda extendida. Mi padre fue maestro de escuelas públicas, rurales y urbanas, gran parte de su vida.

SER MAESTRO ERA GRANDIOSO, UN VERDADERO HONOR
Entonces el maestro era venerado y los alumnos respetados, en esas escuelas públicas hostosianas. No podíamos estar mejor preparados para esa época. Cuando ingresé al bachillerato público recuerdo haberlo hecho con mucha confianza. Los profesores eran excelentes. ¿Algebra para qué? ¿Geometría, para qué? ¿Trigonometría, para qué? ¿Química, para qué? ¿Física, para qué? ¿Ciencias sociales o naturales para qué? ¿Idiomas para qué? ¿Literatura, para qué? Para ser jóvenes con sentido de la investigación. Corría el año 1953. Ese año, Trujillo, por decreto, cometió el mayor desatino contra la educación pública: la escuela de Hostos fue abolida en su parte práctica. Más tarde supe que lo hizo por conveniencias políticas, por temor a que la juventud con destrezas evidentes, conspirara contra su régimen tiránico ya en declive. La concepción de Hostos de la educación, basada en la unidad de la teoría y la práctica fue desterrada desde l953 y las escuelas públicas, primarias y secundarias comenzaron a degradarse. La teoría educativa, separada de los huertos escolares en los campos y de las escuelas de artes manuales en las ciudades, destruyó la escuela pública a nivel primario. Al hacerlo, se dinamitó el primer piso de la mejor educación pública dominicana del siglo XX. En términos prácticos, los estudiantes de primaria comenzaron a llegar a la secundaria sin habilidades prácticas, manuales. El bachillerato no resistió el impacto y comenzó a degradarse. ¿Algebra, para qué?: para nada. ¿Geometría para qué?: para nada. ¿Trigonometría para qué?: para nada. ¿Física, para qué?: para nada. ¿Química para qué?: para nada. ¿Literatura para qué?: para nada. El derrumbe del primer piso de la educación pública, preparó el derrumbe del bachillerato, su segundo piso. Desde entonces, la teoría reinó sola, sin prácticas quedó ciega: sin destrezas laborales, artísticas, musicales, idiomáticas y deportivas, núcleos básicos de la escuela de Hostos.



LA EDUCACIÓN PÚBLICA, QUEDÓ REZAGADA
Desde mediados de la década de 1960 el país económico comenzó a crecer de forma continua, ininterrumpida, y la educación pública a postrarse, a rezagarse. Atravesamos la década de l970, con progreso económico y la educación pública siguió postrada.
Llegamos a la década de 1980: en lo económico una década perdida, y se gesta el Plan Decenal de Educación vigente. Llegamos a la década de 1990 y la escuela pública primaria y secundaria sigue dando tumbos en tanto que la economía se relanza con nuevos bríos. Llegamos a l999. Y a un año del próximo siglo XX1, en un mundo tecnológico de apertura y de globalización mundial, la educación pública, en su primer y segundo piso, (primario y secundario) no aporta un ciudadano mejor preparado para el trabajo y para la vida, que el ciudadano de la escuela de Hostos, a pesar de que el país ya no es una aldea ni tampoco su gente. ¡La educación de la escuela pública actual es una vergüenza curricular a pesar del éxito de las computadoras. Las universidades,- tercer piso de nuestra educación-, han crecido enormemente, pero la primaria y secundaria públicas son tan deficientes que el insumo estudiantil que está llegando a las aulas universitarias, asombra por su incultura. ¡Cuántas togas y birretes sin destino! Ante esta realidad sólo puedo decir: Hostos, el sembrador, recuerdo con nostalgia esa escuela pública dominicana tan prestigiosa, cuando aún éramos una aldea de campesinos, y donde se creó la más vigorosa generación pensante del siglo XX en la R.D.
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