El Archivo General de la Nación ha pasado de ser un depósito olvidado a una institución clave para la transparencia y la memoria histórica. Su modernización incluye digitalización y acceso a documentos, aunque enfrenta retos como la descentralización y el blindaje ante manipulaciones políticas. La memoria es un derecho fundamental.
Durante décadas, el Archivo General de la Nación (AGN) fue un gigante dormido, un depósito de documentos polvorientos, sin presupuesto suficiente, sin una visión clara de su valor histórico ni un rumbo definido para su preservación. Hoy, sin embargo, el AGN vive una transformación que lo posiciona como una institución clave para la transparencia, la memoria y la identidad del país.
Lo que fue: abandono institucional
Hasta hace poco más de una década, el AGN era un reflejo del olvido institucional. Su sede principal, en muchos casos, no ofrecía condiciones adecuadas para la conservación de documentos. Techos con goteras, mobiliario obsoleto, acervos apilados sin clasificación técnica y un número reducido de archivistas eran la norma. A pesar de resguardar siglos de historia nacional, el Archivo sufría del desinterés presupuestal y político.
Muchos ciudadanos ni siquiera sabían de su existencia, y quienes acudían en busca de documentos enfrentaban procesos burocráticos lentos y poco amigables. Las investigaciones académicas, los litigios de derechos humanos o incluso la búsqueda de información sobre tierras y propiedades se encontraban con trabas debido al estado desorganizado del fondo documental.
Lo que es: modernización y acceso
Hoy, el AGN es una institución en pleno proceso de modernización. Bajo una visión renovada, ha avanzado en digitalización, conservación preventiva, capacitación profesional y vinculación ciudadana. Uno de sus logros más destacados ha sido la implementación de plataformas de consulta digital, que han permitido el acceso remoto a miles de expedientes históricos, algo impensable hace apenas unos años.
La profesionalización del personal, la recuperación de archivos de valor histórico, y una política firme de resguardo de documentos relativos a violaciones de derechos humanos, han dado al AGN un nuevo protagonismo en el panorama nacional. En vez de ser un simple resguardo documental, se ha convertido en un espacio vivo de reflexión, memoria y justicia.
En ese sentido, el AGN ha trabajado de manera decidida con instituciones como la Comisión Nacional de Búsqueda y colectivos de víctimas, poniendo a disposición acervos clave como los del periodo de la "guerra sucia", antes ocultos o inaccesibles.
Realidades aún pendientes
Sin embargo, la transformación del AGN no está exenta de retos. A pesar de los avances, aún existe una deuda importante con la descentralización de archivos en los estados, muchos de los cuales siguen en condiciones críticas. Además, la digitalización, aunque significativa, apenas abarca una fracción del acervo total, y requiere inversiones sostenidas.
También persiste el desafío de garantizar el acceso sin restricciones indebidas, y de blindar al AGN frente a intereses políticos que, en el pasado, buscaron manipular o suprimir documentos sensibles.
La memoria como derecho
El renacer del AGN no es solo una historia de modernización institucional: es una reivindicación del derecho de las personas a conocer su pasado. Porque los archivos no son solo papeles; son voces, son pruebas, son rastros de lo que fuimos y de lo que no debemos volver a ser.
El reto ahora es sostener este impulso, blindar su independencia y seguir acercando el archivo a la gente. Porque solo un país que cuida su memoria puede construir un futuro con verdad.