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Las desventajas del “pero”

Por Néstor Estévez
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sábado 04 de junio de 2022, 21:21h
Las palabras son soporte del pensamiento. Si no existieran las palabras, ¿Cómo haríamos para entendernos?
El tema es, además de apasionante, súper amplio. Desde el curioso origen de muchas palabras hasta las resultantes de las mezclas, sin olvidar la evolución de términos ni el rol de los poetas en ese proceso, son vertientes que nos ocuparían para largo.

En esta ocasión he preferido concentrarme en un término que pertenece a un grupo de palabras que resultan simpáticas porque, por sí solas, no tienen significado, mas tienen el poder para cambiar el del conjunto a que pertenecen. Así se comportan las conjunciones, en sentido general, y el “pero”, en sentido particular.

Como se ha de recordar, desde la simple emisión de una palabra, en ese caso, mediante la voz, ha de pasarse a la escucha y más adelante a la empatía para que podamos entendernos.

Recordemos que sin la empatía no lograríamos identificar emociones, las cuales afectan las actitudes y estados de ánimo de las personas. Solo oyendo y escuchando, hasta lograr verdadera empatía, es como logramos comunicarnos y entendernos.

Visto así, una palabra sin significado por sí misma, pero con el poder de cambiar el sentido de un contexto necesita ser cuidadosamente usada. Eso ocurre con la conjunción adversativa “pero”. La propia RAE ofrece la siguiente acepción: “Conjunción adversativa que indica oposición, contrariedad o limitación”.

Como su nombre lo indica, el hecho de que se trate de una conjunción adversativa le asigna la función de indicar contraposición entre dos partes. Es decir, lo que está escrito antes del “pero” tiene un sentido, mientras que lo escrito después tiene sentido contrario.

Otra de las acepciones de la RAE está referida al “pero” como reforzador de una exclamación. Un ejemplo de ello lo tenemos al decir: ¡Pero qué linda es tu casa! Sin embargo, en esta ocasión lo que nos ocupa es la desventaja del “pero”. Retomemos el tema.

El “pero” resulta estigmatizante. Muchas veces habremos escuchado: “Ella siempre tiene un pero”, en alusión a una persona que ante cada planteamiento se empeña en buscar el lado opuesto. Así es como se llega a denominar a alguna gente como “el hombre del pero” o “la mujer del pero”. Y eso termina provocando predisposición ante todo lo que se relacione con esa persona, lo cual dificulta entenderse y lograr acuerdos con la misma.

¿Por qué ocurre eso? Comencemos por entender que no existen mensajes inocentes. Solo existen inocentes que no logran descubrir las reales intenciones contenidas en los mensajes. Cada mensaje tiene, por lo menos, un propósito.

El logro de ese propósito, entre otros aspectos, depende mucho del estado de ánimo o actitud de quien recibe el mensaje. Si quien lo recibe está "en modo rechazo", se hace muy difícil lograr el propósito.

Como se ha de recordar, el común de los seres humanos nos dejamos impresionar grandemente por lo primero que recibimos. Dicen que "no hay segundas oportunidades para una primera impresión", independientemente de que la misma sea buena o mala. Lo real es que implica mucho esfuerzo cambiar esa primera impresión.

Así como el "pero" y otras expresiones similares condicionan la primera parte de lo que planteamos, dando principalía a lo que sigue, quien nos escucha suele sentirse tan minimizado como la primera parte. Y si ya se identificó con ella, mucho mayor será el desagrado.

Si, gracias a la empatía, hemos logrado identificación recíproca con quien nos escucha o ha escuchado todo lo positivo que se ha podido decir sobre cualquier tema, el uso del “pero” viene a dejar un desagradable ambiente que se manifiesta en dos ámbitos: la energía negativa de lo último que se ha escuchado y su rol suplantador de la impresión positiva que ya se tenía. Algunos expertos recomiendan simplemente detenerse entre ambas ideas o sustituir el “pero” por “y”.

Como es entendible, existe una excepción relacionada con este enfoque sobre el uso del “pero”. De hecho, viene a ser lo más recomendable: cuando la segunda parte es tan positiva, principalmente para el destinatario del mensaje, que termina “vendiéndose” sola y siendo aceptada de muy buena gana. Ejemplo: estamos cansados, pero nos merecemos un bonche para celebrar.

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