Opinión

Relato breve de un infarto

Giovanny Cruz Durán | Lunes 17 de agosto de 2020
Sobre el pecho de un blanco, enfundado en blanco, colocan una banda de colores.

En otro sitio, dentro de pechos lejanos, se aceleran los latidos.

Pechos enfundados en blanco y tacones repiqueteantes salen por portones de cristal. Notas musicales de un floreo.

Se agitan los latidos de pechos lejanos.

Pechos enfundados en blanco y embandados y tacones repiqueteantes desaparecen detrás de pequeñas puertas metálicas negra. Unas gomas de caucho ruedan apresuradamente.

Se abre una verja y escuchamos notas de floreo.

Latidos en pechos lejanos se incrementan.

Brazos cubiertos de telas blancas levantados. —¡Juramos! — Flashes.

Tacones, tacos y voces marciales parecen ponerse en movimiento.

Más latidos en pechos lejanos.

Un sacerdote, como en letanía, repite pasajes del misal romano.

En un parlante se escucha una timbrada voz: ¡Decreto uno!

No se escuchan bien, quizás por la bulla, los latinos en los pechos latientes. En cambio, sí la sirena de varias ambulancias.

Un paramédico habla con frialdad y asombrosa indiferencia:

—¡Que un cardiólogo también espere en emergencia, creo que tenemos un infartado!

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