Un umbral mínimo de bienestar que protege la salud
La investigación, liderada por la doctora Iulia Iuga desde la Universidad 1 Decembrie 1918 en Rumania, utilizó la llamada Escalera de la Vida, una escala del 0 al 10 donde las personas califican su satisfacción vital. El hallazgo clave: solo al superar el puntaje de 2,7 en esa escala comienzan a observarse beneficios tangibles para la salud.
Cada incremento del 1% en la percepción de felicidad se relaciona con una reducción del 0,43% en la mortalidad por enfermedades no transmisibles entre personas de 30 a 70 años.
Más allá de la genética: el bienestar como activo poblacional
El estudio desafía la idea de que las emociones no influyen en la salud física. Aunque factores como la genética, el entorno o los hábitos alimenticios siguen siendo determinantes, el bienestar subjetivo emerge como un nuevo indicador de salud pública. Los países con mayor satisfacción vital suelen contar con mejores sistemas de salud, redes de protección social y entornos más estables.
¿Se puede entrenar la felicidad?
La ciencia dice que sí. Según la neuropsicóloga Lucía Crivelli, hábitos como la actividad física, la exposición al sol, el contacto con mascotas o incluso el consumo moderado de chocolate pueden activar neurotransmisores como la dopamina, serotonina y oxitocina, que regulan el estado de ánimo y reducen el estrés. Un ejemplo concreto: abrazar a un perro puede aumentar los niveles de oxitocina hasta en un 300%.
Vínculos, propósito y entornos saludables
El estudio también distingue entre el bienestar hedónico (placer cotidiano) y el eudaimónico (sentido vital). Ambos influyen en la percepción de felicidad y, por ende, en la salud física. Además, se destaca que la felicidad es contagiosa: se propaga en redes sociales, familiares y comunitarias. No se encontraron efectos negativos por niveles elevados de bienestar, lo que desmonta el mito del “exceso de felicidad”.
Recomendaciones para gobiernos y comunidades
Los autores proponen integrar el bienestar emocional en las políticas de salud pública. Algunas medidas sugeridas incluyen:
Conclusión: la felicidad como política de salud
La felicidad, lejos de ser un lujo individual, se perfila como un recurso estratégico para reducir la carga de enfermedades crónicas. Cada punto ganado en satisfacción vital puede traducirse en vidas salvadas. En palabras de Iuga, “el bienestar emocional debe ocupar un lugar central en la agenda global de salud”.lc