Los pastizales y matorrales cubren cerca del 50% de la superficie terrestre. Son esenciales para la ganadería, el almacenamiento de carbono —más del 30% del total mundial— y la protección contra la erosión. Sin embargo, el estudio demostró que cuando la sequía es extrema y prolongada, la capacidad de adaptación de las plantas se satura, provocando una caída drástica en la productividad vegetal y comprometiendo su función como sumideros de carbono.
Josep Peñuelas, investigador del CSIC y coautor del estudio, explicó que “la vegetación se adapta a la falta moderada de agua, pero cuando esta se vuelve extrema, llega un momento que deja de funcionar y se acerca al colapso”.
El estudio también alertó sobre la aceleración de los fenómenos climáticos extremos. Sequías que antes ocurrían cada 50 años ahora se presentan cada cinco, y podrían aumentar su frecuencia a una cada tres años en las próximas décadas. Las regiones más vulnerables incluyen el Mediterráneo, el suroeste de Estados Unidos, África austral y Asia central.
En zonas como el Mediterráneo, la alta variabilidad en el régimen de lluvias, combinada con intensa radiación solar, incrementa la evaporación y agrava la pérdida de vegetación. Tras cuatro años de sequía extrema simulada, los investigadores observaron una duplicación en la merma de nueva vegetación.
El estudio concluye con un llamado urgente a la acción social coordinada para mitigar los efectos del cambio climático y proteger estos ecosistemas fundamentales. La investigación refuerza la necesidad de políticas ambientales sostenibles y estrategias de adaptación que garanticen la resiliencia ecológica ante escenarios cada vez más extremos.lc