En tierras piamontesas donde ver la lluvia caer en los últimos años se ha convertido en un asombro, se detiene el carro donde me transporto después de una hora de viaje desde Lombardía acompañando a la Cónsul General Dominicana en Milano Doña Natacha Sánchez, y a la restauradora italiana Serena Poncy Casalini cuyo interés por la historia dominicana deviene de los años en que vivió y trabajó como restauradora de los tapices del Palacio Virreinal de Don Diego Colón en Santo Domingo, haciéndose connoisseur de la historia y museología colombina.
Compartiendo sus conocimientos en el tema nuestra Cónsul y la señora Serena resaltan los intereses aventureros, científicos y literarios del descubridor, su buen manejo en el habla y la escritura italiana, portuguesa, española y latín; narraron su hijo Fernando, el y su buen amigo el padre Bartolomeo Las Casas que en su traslado a la ciudad de Pavía perfeccionaría sus estudios en cosmografía, astrología, geometría, gramática y, como si el destino no jugara a la perfección, marítima.
Catorce años después de su muerte, en 1506, Fernando visita varias ciudades en búsqueda de alguna reminiscencia familiar, pero como una tragedia de Homero lo único que encuentra son sombras y olvidos; relatos afirmaban que sería en Génova donde los suyos se habrían esfumado con la peste; nadie recordaba el nombre de Domenico Colombo.
En Piacenza, sin embargo, encuentra “algunas personas honorables de su familia” que conservaban el escudo de la familia: tres palomas de plata sobre un campo azul. En 1578, tras la muerte del ultimo descendiente varón, se desencadena un litigio por la sucesión a la vinculación del Almirante en cuyo testamento había ordenado estrictamente que bienes y exigencias fueran heredadas solo en línea masculina; el legado contemplaba el Ducado de Veragua, actual Panamá, el marquesado de Jamaica, los títulos de Almirante de las Indias y otros preciados bienes.
En el Archivo de Estado de Torino se conservan hoy los actos originales del Real y Supremo Consejo de Indias que narran cómo desde Italia llegaron dos pretendientes: el primero lo fue Baldassarre Colombo de Cuccaro, el segundo Bernardo Colombo di Cogoleto; el proceso se realizó en el Consiglio de las Indias, encauzado por el rey de España Felipe ll quien, luego de analizar pruebas y testimonios de ambas partes, descubrió un fraude en la demanda de Bernardo que culminaría con su expulsión y un escándalo diplomático.
Es finalmente en 1606 cuando España reconoce oficialmente y luego de veinticinco años de dilación a los Colombo di Cuccaro Monferrato como la raíz del tronco. La herencia, sin embargo, viene adjudicada en 1608 a favor de Pedro Nuño Colón de Portugal, nieto de Isabella Colombo, hija de Diego.
Fascinados por estas colinas nuestras miradas mestizas retroceden en el tiempo y se cruzan con las de Cristóbal. Juntos, colono y colonizados, contemplamos el intenso verde del río Po’ que nos invita a lanzarnos en un viaje; para Él el más famoso de todos, para nosotros el de desvelar sus misterios.