Punto de mira

Alofoke: el influencer que ascendió del barrio al poder digital y ahora inquieta al país

Alofoke: el influencer que ascendió del barrio al poder digital y ahora inquieta al país. (Foto: Fuente externa).
Xiomara Martínez | Jueves 04 de diciembre de 2025
Santiago Matías, conocido como Alofoke, es una figura mediática influyente en la República Dominicana, que ha transformado el entretenimiento digital y el debate público. Su éxito y controversia reflejan un dilema: es símbolo de superación y modernización, pero también plantea riesgos para la democracia por su mezcla de entretenimiento y política.

Santo Domingo.- Santiago Matías, conocido popularmente como Alofoke, se ha consolidado como una de las figuras mediáticas más influyentes y polarizantes de la República Dominicana. Lo que inició como una incursión en la música urbana derivó en un fenómeno sociocultural que hoy mueve audiencias de millones y tiene la capacidad de moldear parte del debate público del país. Su ascenso, desde los pasillos del barrio Capotillo hasta la cúspide del entretenimiento digital, está marcado por un equilibrio inestable entre luces intensas y sombras profundas.

Matías empezó como rapero bajo el nombre de Prosty, fue corista de Vakeró y compuso letras para artistas urbanos que posteriormente alcanzarían notoriedad. En 2006 creó Alofoke Music, una web dedicada al contenido urbano, que con el tiempo evolucionó hasta convertirse en Alofoke Media Group, un conglomerado que abarca emisoras, programas radiales, plataformas de YouTube, sello musical y hasta uno de los proyectos de streaming más consumidos del mundo hispano: La Casa de Alofoke. Respecto a su origen humilde, el propio Matías ha dicho: “Yo no vengo de una familia rica. Lo mío es trabajo, visión y calle.” Esta narrativa de superación resuena particularmente con jóvenes de sectores populares, que lo ven como prueba viviente de que es posible trascender sin privilegios ni padrinos.

Su plataforma no solo rompió esquemas tradicionales, sino que también redefinió la forma de comunicar y consumir contenido en la era digital. El comunicador Carlos Julio Féliz lo sintetizó con una frase que ha circulado ampliamente: “Te puede gustar o no, pero Alofoke entiende la mente del dominicano promedio mejor que cualquier académico.” Para una parte importante del país, Matías representa innovación, astucia y un entendimiento profundo del comportamiento digital; también se le reconoce haber democratizado espacios y visibilizado talentos que nunca habrían entrado en los medios tradicionales.

Las luces del fenómeno Alofoke

Para muchos, Alofoke simboliza una nueva era en la comunicación: más directa, más cruda y más conectada con la realidad urbana. Ha impulsado carreras, introducido voces marginadas al debate público y creado contenido que rompe con el molde tradicional del entretenimiento. Sus defensores aseguran que su éxito es resultado de comprender lo que las audiencias quieren consumir, sin edulcorantes ni filtros institucionales.

Pero junto al éxito, la controversia ha sido inseparable. Detractores, sociólogos y líderes de opinión cuestionan el impacto social de sus contenidos. El sociólogo Miguel Ángel Peña afirmó: “Alofoke es un fenómeno sociológico, pero también un síntoma de nuestra decadencia cultural.” Otros, como la psicóloga familiar Rosa Fondeur, han sido aún más directos: “Lo que hace no es entretenimiento: es manipulación emocional y morbo rentado.”

Las críticas aumentaron con La Casa de Alofoke, un reality que acumuló millones de vistas pero también acusaciones de promover antivalores. El movimiento Matrimonio Feliz, representado por el pastor Ezequiel Gutiérrez, declaró: “Pedimos al Estado revisar el contenido que consumen nuestros niños. La Casa de Alofoke normaliza antivalores.”
Sin embargo, algunos académicos ofrecieron otra lectura. El docente universitario César Cuello escribió: “La Casa de Alofoke no inventa nada: solo refleja la sociedad dominicana tal como es. Mirar ese espejo duele, pero es real.”

La deriva política y el riesgo de un poder sin contrapesos

En 2025, Matías sorprendió al país al declarar su intención de jugar un rol directo en las elecciones. En un live que se volvió viral afirmó: “Yo voy a influir en la elección del próximo presidente. Mi dedo va a elegirlo.” La afirmación encendió alarmas en la clase política y en sectores de la sociedad civil. La politóloga Ybeth Bran expresó: “Cuando un creador de contenido declara que pondrá presidente, más que influencia estamos hablando de un riesgo para la salud democrática.” El consultor político Francisco Tavárez también reaccionó afirmando: “Los circos generan ruido, no presidentes.”

Aun así, Matías mantiene que su influencia busca motivar a los jóvenes a votar y apoyar a figuras que considera “los menos malos”. Para sus detractores, esto es contradictorio, pues denuncian que mezcla entretenimiento emocional con narrativa política, una combinación que puede distorsionar la comprensión ciudadana de los procesos democráticos.

El impacto de Matías en la conversación pública es innegable. Representa innovación, ruptura y un entendimiento profundo del consumo mediático, pero también encarna impulsividad, confrontación y un poder mediático que empieza a rozar la política sin los contrapesos necesarios. Su figura plantea un dilema nacional: ¿es un símbolo de superación y modernización o un riesgo democrático impulsado por la popularidad extrema y la emocionalidad digital?

Probablemente sea ambas cosas. Si su influencia continúa expandiéndose sin límites ni regulación, Alofoke podría convertirse en un arma de doble filo para el desarrollo del país: capaz de acercar a una generación a la participación cívica, pero también de distorsionar el debate nacional a través de narrativas que no siempre contribuyen a la construcción de una democracia sólida. Para bien o para mal, Santiago Matías ya es una de las figuras más determinantes de la esfera pública dominicana, y su poder seguirá creciendo mientras el país intenta descifrar el verdadero alcance de su presencia en la vida pública.lc

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