Santo Domingo.- La tormenta tropical Melissa ha dejado al descubierto vulnerabilidades estructurales y sociales que exigen una revisión urgente del enfoque nacional frente al cambio climático. Los daños han sido significativos: más de un millón de personas afectadas, comunidades incomunicadas, deslizamientos de tierra, suspensión del servicio de agua potable y oleajes de hasta 4 metros en zonas costeras. Estos eventos no son aislados, sino parte de un patrón creciente de fenómenos extremos que se intensifican por el calentamiento global.
Las lluvias superaron los 300 mm en algunas regiones, provocando inundaciones urbanas y rurales. El COE mantiene más de 12 provincias en alerta roja, evidenciando la magnitud del impacto. La vulnerabilidad de infraestructuras básicas como acueductos, caminos y viviendas se ha hecho evidente, especialmente en zonas rurales y costeras. Esta tormenta ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestros sistemas frente a eventos climáticos extremos.
El aumento de la temperatura del mar Caribe contribuye a la formación de tormentas más intensas y frecuentes. La variabilidad climática está alterando los patrones de lluvia, haciendo que eventos como Melissa sean más impredecibles y destructivos. La deforestación, el crecimiento urbano desordenado y la falta de planificación territorial agravan los efectos de estos fenómenos, convirtiendo cada temporada ciclónica en una amenaza creciente.
Ante este panorama, se impone una agenda de transformación que articule prevención, adaptación y sostenibilidad:
Melissa puede ser un punto de inflexión para acelerar la transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible. Esto incluye:
En definitiva, Melissa no solo fue una tormenta, sino un llamado urgente a repensar la relación entre territorio, sociedad y clima. La República Dominicana tiene la oportunidad de liderar en el Caribe una agenda climática que combine justicia social, innovación y memoria ecológica.