Santo Domingo.- Cada 12 de octubre, la República Dominicana se une a otros países de América Latina en la conmemoración del Día del Respeto a la Diversidad Cultural, también conocido como Día de la Raza.
Esta fecha recuerda el momento en que, en 1492, Cristóbal Colón llegó a tierras americanas, marcando el inicio de un complejo proceso de encuentro entre los pueblos originarios del continente y los exploradores europeos. Más que un simple hito histórico, este acontecimiento dio paso a un intercambio cultural, lingüístico, religioso y económico que transformó profundamente el destino del continente.
Una mirada contemporánea: diversidad, memoria y justicia
Durante siglos, el 12 de octubre fue celebrado como el “Día del Descubrimiento de América”, exaltando la expansión europea y la fundación de nuevas sociedades. Sin embargo, esa visión ha sido objeto de revisión crítica, especialmente desde las voces de los pueblos indígenas y afrodescendientes que heredaron las consecuencias del colonialismo.
En las últimas décadas, el enfoque de esta conmemoración ha evolucionado hacia una mirada más inclusiva y reflexiva, que reconoce la necesidad de reivindicar la memoria histórica, visibilizar las culturas originarias y promover el respeto por la diversidad étnica y cultural que define a nuestras naciones.
El 12 de octubre recibe distintos nombres según el país: Día de la Resistencia Indígena en Venezuela, Día de los Pueblos Originarios y el Diálogo Intercultural en Perú, Día de la Diversidad Cultural en Argentina, entre otros. Más allá de las denominaciones, el espíritu común es el de reconocer la pluralidad de voces, memorias y aportes que han dado forma a nuestras sociedades.
En República Dominicana, esta fecha invita a reflexionar sobre nuestras raíces taínas, el legado africano y europeo, y la construcción de una identidad mestiza que sigue en transformación.
Hoy, más que nunca, el Día del Respeto a la Diversidad Cultural nos interpela a mirar nuestra historia con ojos críticos y corazón abierto, reconociendo que solo desde la inclusión y la memoria podemos construir un futuro más justo y plural. Desde las aulas hasta los espacios culturales, es momento de fomentar una narrativa que no niegue el conflicto, pero que también celebre la resistencia, la creatividad y la convivencia de los pueblos.