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Giovanny y el Banco.
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Giovanny y el Banco. (Foto: GCD)

Ansiedades bancarias de un viceministro

Por Giovanny Cruz Durán
miércoles 03 de noviembre de 2021, 19:45h

Los escritores contamos historias. Es nuestro oficio. Por eso, voy a contar ciertas peripecias personales al sacar una cuenta bancaria.
Telón.
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Telón.
Santo Domingo.- El sábado pasado retiré dinero de un cajero. Ensombrerado y “embastonado” encaminé pasos a la sucursal bancaria más cercana.

—¡Deseo abrir una cuenta de ahorros! —dije a una joven ejecutiva.
—Deme su carta de trabajo —dijo la joven.
—“Ay” —grité dentro de mi—. “No traje ninguna carta.”

La joven notó mi turbación y preguntó si había tenido cuenta en ese banco. Sin esperar la respuesta introdujo mis datos en el sistema y, sonreída, dijo que efectivamente había sido cliente. Eso evitaría la carta. Empero, segundos después, me comunicó que el sistema sí la estaba solicitando.

Ni modo, tendría que esperar al lunes para que en mi Ministerio certificaran mi condición de empleado.

El martes siguiente, armado con mi carta laboral, me presenté (con sombrero, pero sin bastón) a la sucursal bancaria más cercana a mi oficina. Entré. Con la satisfacción al tris de volverse ego, pasé la carta y mi documento de identidad. Llené mis pulmones antes de informar que estaba dispuesto a hacerme casi socio del banco con una abultada cuenta de ahorros (¡De 10 mil inmensos pesos!).

Los documentos que pasé eran infalibles. En menos de media hora, estaba seguro, saldría “abancado” del edifico. Noté, sin embargo, que la joven miró su monitor un tanto turbada. Mis sentidos arácnidos se activaron. Sentí que la joven me miraba con pena.

—“¿Qué estará pasando?” —me pregunté.

Me tranquilicé un poco al ver que introducían en el sistema mis datos personales. Pero… de repente la joven consultó a otra ejecutiva. Ambas miraron la pantalla y luego a mí.

—“¡Estoy fastidiado! ¡Algo grave está ocurriendo!” —me dije.

La joven volvió a ocupar su asiento. Su mirada de lástima se acentuaba. Volvió a incorporarse y fue a consultar a su supervisora.

—“El asunto es muy serio. De aquí salgo hasta esposado. La Berenice debe estar en la puerta esperando” —pensé.

La joven regresó y me comunicó que había introducido mis datos en el sistema, pero que habría de esperar unas 48 horas a ver si el sistema me aceptaba.

—“¿A ver?” ¡Jumm! ¡La tipa vio una vaina muy seria en su PC . ¡En las PCs cualquier cosa mala puede salirle un chico de Mac como yo!

Salí avergonzado. Yeny Berenice, al menos, no estaba en la puerta. Ya en mi casa comencé a repasar todas mis acciones en los últimos 30 años. Buscaba causas de por qué el sistema me iba a rechazar (eso era inminente). Cientos de posibilidades pasaron por mi cabeza:

¿Una ex novia despechada se quejó? ¿Una de mis tantas ex esposas (y las casi ex) exigió que jamás me dejaran entrar? ¿Habría sido Coelho por haber escrito que era el peor escritor que había leído? ¡Es el peor!

Escribí una vez que en Verona se atribuyeron el nacimiento de Romeo y Julieta, cuando la historia de esos amantes no era originaria de allí. ¿Sería por eso?

Mostré pruebas contundentes de que Shakespeare leyó a Cervantes y tomó “prestada” una obra suya (“La historia de Cardenio”). ¿Serían los ingleses, ofendidos, que llamaron a los accionistas para boicotear mi ingreso?

No era por mi pasado comunista. No después de haberle mentado la “may a los marxistas”. Pero… ¿acaso tendría Putin alguna influencia y logró “asquerosearme” en el banco?

Me burlaba de Trump. ¿Sería él? No obstante, estando Biden (y los chinos) gobernando al mundo, no lucía que el ridículo Trump tuviese poder sobre la banca criolla.

Hay unos escritorzuelos tratando de disputarme el semidiodato. ¿Me estarán calumniado? ¿Di poca propina en mi última visita al Boga-Boga?

Como académico de la lengua no consigo exoneraciones en supermercados ni me toca barrilito; pero sí algo de prestigio en cualquier banco. ¿Y entonces?

¿Alguien todavía resentido por alguna de mis críticas teatrales está detrás del asunto? ¿Es Rhina Ibert por no haber publicado más críticas en su medio digital?

La noche entera la pasé en esto. A las 7:45 de la mañana llamé al poeta Basilio Belliard:
—¡Tengo un problema serio! ¡Necesito hablar con el colega y amigo Jochy Mármol! ¡Creo que estoy a punto de caer preso!

Llamé a Jochy y le conté.
—Mira Giovanny… —empezó a decirme el gran poeta y alto ejecutivo bancario (“¡Ayyyyy! Luego de un… Mira, Giovanny… viene una tragedia”)— el caso contigo es que… (“confirmada la tragedia. Escaparme por Haití, con las bandas armadas allí gobernando, no era una opción”)—si fuera una persona normal no habría casi ninguna demora. Pero siendo tú un viceministro, el banco está obligado a esperar que el sistema te registre y autorice. Es que con el tema del terrorismo (“apenas soy terrorista de la palabra”), el lavado y otros asuntos; para un funcionario sacar una cuenta existe un protocolo…

—¡Aaaaaaah! ¡Nada más era eso!

Jochy prometió, algo divertido, investigar por si acaso. Una hora después, una gerente me llamó. Fui al banco. Minutos luego, mediante mis inmensos 10 mil pesos, me convertí en uno de los principales socios del Banco Popular. Eso, al menos, he estado diciendo a mis vecinos.

Poseo ahora tanta influencia financiera, que si acaso necesitas un préstamo… estoy autorizado a decirte…

¡Telón!


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