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La Embajadora
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Una madre es para siempre

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Leonel Lirio se ha inspirado en este texto en su gran amiga Rosa Hernández de Grullón, embajadora de la República Dominicana ante el Gobierno francés, una mujer en que combinan de forma cuasi perfecta una fusión entre mujer, esposa, abuela, hermana, artista y ser pensante, cuyo universo parece girar constantemente en el universo de su familia “nuclear”. En la familia Grullón Hernández, la alegría es la fórmula común para disfrutar de todas las ocasiones y cada uno pone una dosis para juntos aprovechar al máximo los mejores momentos de la vida.
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Cuando somos concebidos, duramos 9 meses en el vientre materno y durante ese tiempo, creamos un vínculo infinito, que define nuestra manera de ser, de contemplar, de asumir y de reaccionar ante los episodios que durante todo el tiempo vamos a cumplir el ciclo de nacer y vivir, bajo su protección, con sus lecciones, a su manera y con la firmeza que sus instintos le indican siempre.

El privilegio de la maternidad es un don, que, aunque debe ser común a todas las mujeres, algunas veces no sucede así, pero no siempre es necesario parir, para poder llamarse madre, porque el acto de criar, cuidar y velar por una criatura, les permite cumplir a la perfección y también poder ser madres.

Todos nuestros días están ligados a mamá, de una forma o de otra, aún ellas ya no estén, sometemos nuestras acciones en consonancia con sus lecciones, tratando siempre de ser como ellas querían que fuésemos.

Cuando tenemos frío, sus pensamientos nos abrigan, cuando nos duele la pena, sus caricias son un bálsamo. Escuchan ellas, nuestras quejas y aún ante su ausencia, percibimos su aceptación si lo hacemos bien hecho y sentimos su rechazo, cuando de lo correcto no se trata.

Pasan los años y nada rompe ese vínculo, que más bien se fortalece y aún lleguen nuevos afectos, Mamá siempre tendrá en nuestro corazón el espacio perfecto. El sabor de sus recetas, el olor de su perfume, sus palabras asertivas, sus regaños de alertas y su manera de facilitarnos las cosas, son parte indisoluble de la relación entre una madre y sus hijos.

Muchas páginas, historias, cuentos, leyendas, poemas y canciones se han escrito y todas concluyen en el amor, de manera incondicional. Todos tenemos experiencias personales, muy nuestras y recuerdos asociados, al paso de la vida.

Vivencias de la infancia y la niñez, donde Mamá fue la heroína y la única capaz de resolver en un instante, lo que parecía eterno. Así es como ante el llanto de un recién nacido, por incomodidad, dolor o hambre, solo se calma cuando sus brazos seguros, acunan, protegen y hasta alimentan, con la leche que ellas producen, el fruto procreado en su interior, como símbolo de que su amor no tiene límites …

Ante la ausencia imprevista de Mamá, en algunas familias existen las abuelas, las tías, las madrinas y hasta una buena amiga, que asume con su presencia el espacio que debía ocupar ella, aunque Madre sólo hay una, todo niño la tiene, la reconoce y la asume por su capacidad para amar y formar, con profundo amor.

Los que tenemos el privilegio de tenerlas celebramos con ella cada día, los instantes felices. Lloramos las penas y buscamos con sus consejos soluciones que aportan al mal tiempo Buena cara.

Cuando somos pequeños le preguntamos todo, escuchamos sus órdenes y hacemos gústenos o no, lo que ellas nos indican. Al llegar a la adultez, le comunicamos las decisiones, sin preguntas ni consultas, pensando siempre, que lo estamos haciendo bien. Ellas escuchan en silencio, poniendo alertas, donde según entienden, algo no conviene o simplemente asintiendo, cuando comprenden que nuestras decisiones están correctas.

Todos tenemos una, presente o ausente físicamente, pero vivas por siempre en nuestros corazones, porque ahí es su lugar para morar infinitamente. Si pudiésemos volver el tiempo atrás, sin lugar a dudas, todos tendríamos mucho que decir y tanto por hacer, qué tal vez volveríamos a cometer los mismos errores, pero con una dosis mayor de afecto.

Saludos de corazón al mayor amor, con infinito respeto y admiración sin fin, a quien con su dulce empeño nos quita del camino los escollos y cubre con sus brazos nuestros sueños, proponiendo una vida con firmeza, acompañada de su sabia intuición.

Todos los días son de mamá, su esencia es la luz que nos guía , como el faro que conduce los años de nuestras vidas. Al encuentro con los años, cuando pasamos balance, aceptamos sin pesar , cuantas razones tenían, cuando le ponían horas a los días, alas a los sueños, empujándonos con motivación a ser cada vez mejores, aprender más, prepararnos mejor y capacitarnos para sortear los imprevistos de esta vida, porque al final, saber no ocupa lugar y amar de verdad, como lo hace una madre, traerá a nuestras vidas mayores satisfacciones.

Madrecita del alma querida, hoy le pido permiso al poeta, para poner como el, ¡ante tu pecho una flor y declararte por siempre mi más infinito amor!!!

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