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Españoles y árabes en Santiago

Por Antonio Sánchez Hernández
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miércoles 15 de julio de 2020, 10:12h
Santiago de los Caballeros
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Santiago de los Caballeros (Foto: Fuente externa)
’’No perder nunca de vista que el diagrama de una vida humana no se compone, por más que se diga de una horizontal y de dos perpendiculares, sino más bien de tres líneas sinuosas, perdidas hacia el infinito, constantemente próximo y divergente: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser y lo que fue" . Marguerite Yourcenar.
  • “Nuestra ciudad de Santiago de los Caballeros es el personaje central de esta historia. Sus casas en la calle Del Sol, que una vez fueron victorianas, españolas y árabes, se han transformado en comercios chinos con el paso del tiempo. A Santiago le hace falta mostrar nuevamente su propia fisionomía y prestancia del siglo XX. Cien años atrás, a principios y mediados del siglo XX, la ciudad de Santiago dejó de ser una aldea, apenas un pobladito, lleno de cocheros. Durante todo el siglo XX, sus nuevos dueños serían sólidos inmigrantes exitosos, que habían llegado uno tras el otro, con una mano delante y otra detrás, desde el Medio Oriente y de otras latitudes.
Venían huyendo, cruzando océanos, imitando a los primeros españoles, tierra donde gobernaron ocho siglos. Primero llegaron los libaneses, luego los sirios, después los palestinos, y por último los israelitas, y todos juntos dieron a la ciudad de Santiago y a otras ciudades del país, un pacto con la vida, y a su desdicha, un aura de éxtasis; era como esas heridas deliciosas, que esperamos encontrar, tras un largo viaje sin retorno. El siglo XX fue testigo de su presencia. Sobre todo el siglo XX1 los recibió con sonrisas, con la madurez de una sabia sociedad moderna: al punto que la comunidad árabe dominicana tuvo hoy el candidato a la Presidencia con más aceptación, según todas las encuestas.

Llegaron a un destierro económico tan lejano y desconocido, a una isla tórrida y lluviosa, donde hicieron propiamente su camino al andar. Y lo decían: desde hoy seré un árabe dominicano, un caminante, un inmigrante, no hay camino para el retorno, desde ahora solo se hace camino al andar. Libaneses, sirios, palestinos e israelitas seremos dominicanos exitosos. Los recién llegados eran como santos, antes que simples enamorados. Desterrados por sus guerras y pobrezas excluyentes, eran hijos de comerciantes y pobladores del Medio Oriente que iniciaban una nueva vida en esta tierra fértil caribeña. Sin embargo, un poco de sentido del humor y de mucho trabajo, le ha permitido un bienestar económico y social vasto. Era un mes de un Diciembre cualquiera cuando comenzaron a llegar, hace ya un siglo, años más, años menos. En la gran calma de su conciencia, en esas lejanas tardes de invierno, había un reloj: el mar. Por ahí llegaron desde tan lejos. Vacías cadencias de las olas que lamen sus propias heridas, hoscas en las bocas del delta, bullentes en las playas desiertas, vacías, eternamente vacías bajo el vuelo de las gaviotas; garabatos blancos sobre el gris, masticados por las nubes.
  • Era para ellos, el comienzo de una nueva aventura donde no había retorno. Luego de cuatro generaciones de 30 años, ya se habían convertido en el siglo XX1, como otros inmigrantes, en exitosos dominicanos de pura cepa en sus ciudades más importantes, en toda la geografía nacional. Decían o pensaban: “por lo que a mí respecta, no soy ni infeliz ni desdichado. Vivo exitoso, en suspenso como un cabello o una pluma en la amalgama nebulosa de mis recuerdos. Mediterráneo como somos, hijos de comerciantes o de artistas, he hablado de la inutilidad del arte, pero no he dicho toda la verdad sobre el consuelo que procura. Aquí, en esta nueva tierra de Santiago, en R.D, en pleno mar Caribe, en este país poblado desde hace cinco siglos por españoles, seré apenas un hijo más de la aventura caribeña, del comercio, después de cuatro generaciones de arduo trabajo.
  • Por medio del trabajo y del arte, generación tras generación, en el Medio Oriente logramos una feliz transacción con todo lo que nos hiere o vence en la vida cotidiana, no para escapar al destino, como trata de hacerlo el hombre ordinario, sino para cumplirlo en todas sus posibilidades: las imaginarias. Si no ¿por qué venir tan lejos y por qué habríamos de herirnos unos a otros? No, como árabes inmigrantes y dirigentes durante ocho siglos en tierras españolas, la paz que buscamos y que nos fue concedida en esta nueva tierra caribeña, la encontraríamos siempre en los ojos del comercio y del arte, brillantes de cariño, o en las sombrías pupilas de aquella mujer enamorada que siempre admiré y respeté profundamente, en el comercio y en la buena educación, solo ahí.
  • Ahora que ya son un importante conglomerado dominicano, cada uno de ellos ha tomado un camino distinto, pero en esta primera gran ruptura de su madurez, siento que su recuerdo se dilata prodigiosamente y que pronto, en pocos días, podríamos tener un Presidente Dominicano de origen árabe, por primera vez en el período republicano desde 1844. Su nombre y su figura política es ampliamente destacada como ganador en todas las encuestas.
  • Este último año 2020, en medio de una gran pandemia mundial, hemos llegado a un punto muerto. Casi todo el dinero de R.D en el siglo XX1 se ha invertido ahora en la capital de Santo Domingo. La vida política y el sistema de partidos, así lo confirma. No tardé en descubrir que esto podía parecer el cambio del pensamiento colectivo mayoritario hacia un país nuevo. Era, repito, el coqueteo de un espíritu árabe y mulato prematuramente exitoso, entorpecido por una experiencia histórica caudillista, autocrática, nefasta y politiquera, vivida durante los últimos dos siglos, como República: pero sea dicho de paso: Por primera vez, esta comunidad dominicana de mayoría árabe y mulata, en las últimas cuatro generaciones de 30 años, aspira a votar mayoritariamente por un Presidente democrático, de origen árabe, por los cuatro costados. Que Dios los bendiga y que así sea. Necesitamos un cambio sorprendente en todos los rincones del país, sobre todo una modernización radical en todas nuestras provincias.

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