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Don Rodrigo de Bastidas

Por Antonio Sánchez Hernández
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miércoles 17 de junio de 2020, 23:42h
Descubrimos que Don Rodrigo de Bastidas, - hijo de su época aventurera y quijotesca como todo el mundo ibérico, hombre de acción, siervo del mar- sabía por experiencia propia, desde su primera adolescencia, que la verdadera raíz de los hechos que caracterizó esta época de los grandes Descubrimientos, se hallaba en el modo nuevo de pensar y vivir que es el final de la Edad Media, claramente perceptible en todo el occidente europeo a principios del siglo X1V.

Descubrimos que las gentes comenzaron a aspirar a una vida menos agobiada, más cómoda y lujosa que la de sus antepasados. Y ahí comenzó el problema, la dicotomía eterna entre el deseo infinito de tener, con sus benéficas consecuencias y sus naturales desvaríos, y los recursos reales al poseer: la transición de un nuevo pensamiento en busca de nuevas geografías. La eterna distribución desigual de los ingresos. Y por ahí gentes distintas, clases distintas, desde su más tierna infancia.

Descubrimos la percepción de que el dinero siempre es expresivo y caro, capaz de cambiar el mundo familiar y social. Desde entonces, el dinero se transforma en capital, de acuerdo a la más nimia de las teorías de la época. Y si se desea, porque ese es el acertijo del dinero, sea queríéndolo como sangre de tu sangre o igualmente rechazándole, en cualquiera de los casos, el dinero puede tener un gusto exquisito.

Descubrimos al propio William Shakespeare y su opinión sobre el dinero. “¿Oro?. ¿Oro precioso, rojo, fascinante? Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso. Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin ¡Oh, dioses! ¿Por qué es esto, oh dioses? Y retira la almohada a quien yace enfermo; y aparta del altar al sacerdote: si, este esclavo rojo ata y desata los vínculos consagrados; bendice al maldito; hace amable la lepra; honra al ladrón. Y le da rango, pleitesía e influencia en el consejo de los senadores; conquista pretendientes a la viuda anciana y encorvada:¡Oh, maldito metal, vil ramera de los hombres!”

Descubrimos que la opinión de Shakespeare era totalmente compartida por Cristóbal Colón: “el oro es excelentísimo, del oro se hace tesoro, y con él, quién lo tiene, hace cuanto quiera en el mundo, y llega a que echa las ánimas en el paraíso”.





Descubrimos que el negocio marítimo era un negocio redondo. Nobles andaluces como los Caballeros de Sevilla se interesaron repetidamente en viajes oceánicos que eran comerciales o bélicos. Carabelas andaluzas visitaron desde entonces las costas de Guinea en África. El oro, la pimienta y los esclavos negros era el resultado deseado. Comenzaba un comercio triangular que uniría en poco tiempo a África, España y América por vía marítima. La globalización de los recursos humanos.

Descubrimos que tanto Cristóbal Colón como Don Rodrigo de Bastidas, viajaban a Palos en Guinea Africana en búsqueda de tripulación y de buques para el Descubrimiento, como si fueran buscando la primera costilla de Adán, con pocos años de diferencia.

Descubrimos que para ser parte del Descubrimiento de América podías elegir si guerreabas, poblabas o eras sacerdote, figura habitual del ambiente colonial de esa época y que el hijo varón de Don Rodrigo de Bastidas y de Doña Isabel Rodríguez Romero Tamaríz, elegiría la última opción, ser sacerdote, y como tal llegaría a ser Dean de la Catedral de Santo Domingo, Obispo de Coro en Venezuela y luego en 1532 Obispo de San Juan, en Puerto Rico.

Descubrimos como nos cuenta La Historia Social Y Económica de España y de América, un clásico del tema, que en la España andaluza de entonces, las ciudades de mar estaban rodeadas casi siempre de fuertes murallas por los tres frentes que dan a tierra. El frente marítimo podía quedar sin fortificación, ya que el mar era de dominio fácil. Hacia el centro de la ciudad existía el ágora, la plaza pública, corazón y centro político y económico de toda ciudad, construida al estilo romano, con un edificio para mercado. De esta plaza parten las calles principales, ejes del conjunto, que tienden a ser rectas y paralelas entre sí, cruzándose con las de dirección contraria en ángulo recto, y dejando en medios bloques de casas de planta rectangular o cuadrada. La parte sudoeste de la ciudad, próxima a la muralla estaba reservada a los templos. Las casas eran en general pequeñas, constituidas por pocas cámaras de escasa superficie, algunas con pavimento de mosaico de tipo helenístico. Eran ciudades pequeñas de 2500-3000 habitantes.


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