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Construyamos la democracia. Parte 2

Por Antonio Sánchez Hernández
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viernes 20 de marzo de 2020, 18:35h
“La Dictadura como la tiranía es implacable y cruel, porque es cobarde y débil”. Romain Rolland

/>Siglo XX1: La edad del oro en R.D.
“¿Oro? ¿Oro precioso, rojo, fascinante? Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso. ¡Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin…! ¡Oh, dioses! ¿Por qué es esto, oh dioses? Y retira la almohada a quien yace enfermo; y aparta del altar al sacerdote: si, este esclavo rojo ata y desata vínculos consagrados: bendice al maldito; hace amable la lepra; honra al ladrón. Y le da rango y pleitesía e influencia en el consejo de senadores; conquista pretendiente a la viuda anciana y encorvada: ¡Oh, maldito metal, vil ramera de los hombres! “Por fin tras larga espera de siglos, un nuevo señor se instala para no salir jamás. Ese nuevo señor es el dinero. (William Shakespeare).

Entonces ya en el siglo XX1, los campesinos supieron que la tierra era redonda, que el Internet iba a gobernar nuestros pensamientos, que el avión es el mejor de los modernos inventos, que el hombre es apenas un punto en el planeta tierra, que por fin nos integraríamos al mundo exterior, que seríamos ciudadanos de los cinco continentes al mismo tiempo.

Viajando en los modernos aviones nos dimos cuenta, con un dejo de nostalgia, que el planeta tierra es apenas un punto de una galaxia infinita formada por millones de estrellas y soles. Y entonces, nuestros modernos abuelos campesinos, ahora muy despiertos e inteligentes, empezaron a pensar que todos los conocimientos eran puramente memoria. Y que el conocimiento puede ser el mayor de los obstáculos, pues siempre es muy lento y además limitado.

Ampliar el conocimiento es ampliar la memoria. Supo entonces el campesino dominicano que para ampliar el conocimiento, o sea nuestra memoria, añadimos siempre más conocimientos nuevos y que los nuevos conocimientos son siempre muy limitados. Así resulta que mientras uno más sabe, relativamente menos sabe, puesto que el conocimiento es siempre infinito, y que al igual que la galaxia infinita de millones de soles y estrellas en la que vivimos, el cerebro es una computadora que no tiene límites. Así es, dicen los abuelos campesinos de la última generación: el saber es y será infinito, y si usted lo ve desde este punto de vista, desde esa eterna limitación, termina en lo que llamamos certidumbre: mientras más sabes, más te falta por conocer.

Dicen ahora nuestros abuelos, en pleno siglo XX1, que las células cerebrales contienen todos los recuerdos del pasado, todas las presiones, toda la educación, todas las experiencias, todo-el cerebro es el centro del conocimiento-. El cerebro, esa moderna computadora, estaría cargado con el conocimiento de dos millones y medio de años: así que todos hemos sido viajeros en este mundo. Hemos encendido nuestro propio fuego. Hemos nacido para la transformación. ¡Somos ciudadanos que le hemos perdido el respeto a los millones de pesos y de dólares! Las ideas ahora cambian muy rápido en el campo del saber, pero son muy lentas, sobre todo en la vida política. Los dominicanos creamos la República en 1844, hace ya 175 años. Sin embargo, nunca hemos separado e independizado los tres Poderes del Estado, que es la condición principal para poder construir una República y por lo tanto una democracia real. Desde el punto de vista democrático, no estamos construyendo nada: seguimos mordiéndonos el rabo con una visión colonial.
¿Qué estamos esperando? Estamos esperando que el sistema de partidos cambie su manera de pensar y de actuar, y separe e independice los tres Poderes principales del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y entremos en un período histórico, donde la República Dominicana deje de ser gobernada por partidos políticos improvisados, muchas veces incultos e inmorales, y el Estado dominicano sea el verdadero y único representante del pueblo votante. Como en los Estados Unidos. Ni más ni menos: queremos un Estado independiente y soberano en sus tres Poderes principales. No queremos ser gobernados por caudillos ni por políticos corruptos, que a la corta o a la larga son casi todos, unos demagogos. Llegó el momento de saberlo pues es una pregunta crucial: ¿Quién debe dirigir a quién? Los partidos políticos al Estado dominicano ó por el contrario, el Estado dominicano a los partidos políticos? Sea Usted el jurado. Veremos entonces quién es un demócrata moderno o por el contrario, quién es un pichón de dictador, un demagogo. Con el dinero del Poder, con el dinero del Estado.



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