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Nuestros abuelos pensaban diferente

Por Antonio Sánchez Hernández
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domingo 16 de junio de 2019, 00:36h
“La tiranía como la dictadura es implacable y cruel, porque es cobarde y débil”. Romain Rolland
Cuando Rafael Trujillo fue ajusticiado por algunos de sus cercanos colaboradores en 1961, dos años después subió al Poder el profesor Juan Bosch en 1963, por vía electoral, y decidió ganar estas elecciones aliado a los aliados del trujillismo, con la consigna de borrón y cuenta nueva.

Pero cuando Juan Bosch quiso cambiar la tiranía por la democracia, los propios trujillistas lo derrocaron en 1963, con solo siete meses de gobierno.

Por ser demócrata, porque quería la separación de los poderes del Estado, fue derrocado a los siete meses de su gobierno, por un conjunto de fuerzas sociales y políticas, nacionales y extranjeras, partidarias de la dictadura de Trujillo. Los trujillistas, hasta hoy, en el 2019, con diferentes caretas políticas, son alérgicos a la democracia y solo creen en la fuerza bruta de la dictadura. Los trujillistas me recuerdan la frase de Romain Roland: “la tiranía como la dictadura es implacable y cruel porque es cobarde y débil”.

Cuando los dominicanos éramos un millón de habitantes en 1930 y subió al Poder Rafael Trujillo, hace ya noventa años, de los cuales un 80% eran de origen campesino, entonces vivíamos aislados del mundo, las noticias llegaban con mucho retraso, los países extranjeros eran entonces muy lejanos, el avión no existía, se viajaba ocasionalmente por barco o simplemente no se viajaba nunca, pero éramos muy apegados a la tierra, siempre fértil, aferrados casi siempre a una rústica pipa de tabaco.

De eso hace apenas noventa años. Éramos una sociedad de campesinos. El campesino era autoritario en sus costumbres políticas, por eso era partidario de Trujillo: seguían la tradición del autoritarismo, impuesto por España desde 1492.

Pero ya en 1930, en pleno siglo XX, también el campesino dominicano era un soñador, y ya sabía que la vida se vivía por etapas, por ciclos. El interés apasionado de nuestros abuelos y bisabuelos campesinos, especialmente a medida que iban envejeciendo y preocupándose por la salud de sus instituciones familiares, era crear comunidades amistosas apoyadas en el compadrazgo y el padrinazgo. Una sociedad de compadres y de padrinos.

Por eso, en medio de familias numerosas, sus normas en cuanto a la amistad era exigente: la amistad no podía florecer donde había envidia, comparación, sentido posesivo. Creían que sólo una bondad duradera basada en el compadrazgo y el padrinazgo, podía mantener unida a la familia numerosa, a la gente, al vecino. En el fondo era un ser solidario. A cualquier desconocido se le regalaba un plato de comida. Y los frutos de la bondad eran mágicos. Gracias a esa auténtica amistad, decían, habría cooperación auténtica de parte de cada uno.

Y esto lo sería además, por causa de la autoridad, casi siempre dictatorial. Simplemente el campesino era ingenuo por formación y heredero de costumbres autoritarias: era el campesino la base social natural del régimen de Trujillo; siempre defendió la dictadura de Trujillo, en tiempos de paz y también en tiempos de guerra, con contadas excepciones. Por eso el campesino dominicano persiguió a los expedicionarios del 14 de Junio de 1959, que vinieron a combatir a Trujillo por Constanza, Maimón y Estero Hondo en nombre de la libertad.

El futuro no existe más que en el presente.

Este presente autoritario se ha prolongado noventa años. El 80% de la población que era campesina, migró en cuatro generaciones, a la ciudad y al extranjero, y se transformó en un ciudadano urbano. La población dominicana creció a 10 millones de habitantes, donde apenas el 20% vive hoy en la zona rural, debido al desarrollo del mercado interno. El país se urbanizó y su quinta parte vive ya en el extranjero, como un dominicano ausente.

Siglo XX1: La edad del oro en R.D.

“¿Oro? ¿Oro precioso, rojo, fascinante? Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso. Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin…! Oh, dioses! ¿Por qué es esto, oh dioses? Y retira la almohada a quien yace enfermo; y aparta del altar al sacerdote: si, este esclavo rojo ata y desata vínculos consagrados: bendice al maldito; hace amable la lepra; honra al ladrón. Y le da rango y pleitesía e influencia en el consejo de senadores; conquista pretendientes
a la viuda anciana y encorvada:…! Oh, maldito metal, vil ramera de los hombres! “Por fin tras larga espera de siglos, un nuevo señor se instala para no salir jamás. Ese nuevo señor es el dinero. (William Shakespeare).

Entonces ya en el siglo XX1, los campesinos supieron que la tierra era redonda, que el Internet iba a gobernar nuestros pensamientos, que el avión es el mejor de los modernos inventos, que el hombre es apenas un punto en el planeta tierra, que por fin nos integraríamos al mundo exterior, que seríamos ciudadanos de los cinco continentes al mismo tiempo.

Viajando en los modernos aviones nos dimos cuenta, con un dejo de nostalgia, que el planeta tierra es apenas un punto de una galaxia infinita formada por millones de estrellas y soles. Y entonces, nuestros modernos abuelos campesinos, ahora muy despiertos e inteligentes, empezaron a pensar que todos los conocimientos eran puramente memoria. Y que el conocimiento puede ser el mayor de los obstáculos, pues siempre es muy lento y además limitado.

AMPLIAR EL CONOCIMIENTO ES AMPLIAR LA MEMORIA.

Supo entonces el campesino dominicano que para ampliar el conocimiento, o sea nuestra memoria, añadimos siempre más conocimientos nuevos y que los nuevos conocimientos son siempre muy limitados. Así resulta que mientras uno más sabe, relativamente menos sabe, puesto que el conocimiento es siempre infinito, y que al igual que la galaxia infinita de millones de soles y estrellas en la que vivimos, el cerebro es una computadora que no tiene límites.

Así es, dicen los abuelos campesinos de la última generación: el saber es y será infinito, y si usted lo ve desde este punto de vista, desde esa eterna limitación, termina en lo que llamamos certidumbre: mientras más sabes, más te falta por conocer.

Dicen ahora nuestros abuelos, en pleno siglo XX1, que las células cerebrales contienen todos los recuerdos del pasado, todas las presiones, toda la educación, todas las experiencias, todo-el cerebro es el centro del conocimiento-. El cerebro, esa moderna computadora, estaría cargado con el conocimiento de dos millones y medio de años: así que todos hemos sido viajeros en este mundo. Hemos encendido nuestro propio fuego. Hemos nacido para la transformación. ¡Somos ciudadanos que le hemos perdido el respeto a los millones de pesos y de dólares!

Las ideas ahora cambian muy rápido en el campo del saber, pero son muy lentas, sobre todo en la vida política. Los dominicanos creamos la República en 1844, hace ya 175 años. Sin embargo, nunca hemos separado e independizado los tres Poderes del Estado, que es la condición principal para poder construir una República y por lo tanto una democracia real. Desde el punto de vista democrático, no estamos construyendo nada.

¿Qué estamos esperando? Estamos esperando que el sistema de partidos cambie su manera de pensar y de actuar, y separe e independice los tres Poderes principales del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y entremos en un período histórico, donde la República Dominicana deje de ser gobernada por partidos políticos improvisados, muchas veces incultos e inmorales, y el Estado dominicano sea el verdadero y único representante del pueblo votante. Como en los Estados Unidos. Ni más ni menos: queremos un Estado independiente y soberano en sus tres Poderes principales. No queremos ser gobernados por caudillos ni por políticos corruptos, que a la corta o a la larga son casi todos, unos demagogos.

Llegó el momento de saberlo pues es una pregunta crucial: ¿Quién debe dirigir a quién? Los partidos políticos al Estado dominicano ó por el contrario, el Estado dominicano a los partidos políticos? Sea Usted el jurado. Veremos entonces quién es un demócrata moderno o por el contrario, un pichón de dictador, un demagogo.
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