www.diariohispaniola.com
De la colección Tilapias y símbolos taínos.
Ampliar
De la colección Tilapias y símbolos taínos. (Foto: Obra de Antonio Guadalupe)

La sustancia del artista: ¿divina o humana?

De la colección Tilapias y símbolos taínos; de Antonio Guadalupe

Por Giovanny Cruz Durán
jueves 28 de marzo de 2019, 15:29h
A este tipo de reflexiones, que surgen desde volcanes interiores, en su condición de espejo Nivangio Zurc ha llamado: "Relegación del ego". Asegura que el ego algunas veces ni a sí mismo se tolera.
Ciertamente, estoy renegando de la divinidad o genialidad de escritores y artistas. Tenemos que trabajar tanto, que esos dos vocablos no nos aplican. No nos implican. Es cierto que, sobre todo en el campo de la música, algunos manifiestan temprano, asombrosas habilidades. Pero, siempre hay que esperar por su desarrollo para que ocurra la llamada Madurez Estética.

Desde que un joven inicia los estudios de cualquier Arte, le van inculcando que él es la criatura más cercana a dioses, Dios, seres de las luces, etcétera; porque es el único humano que puede “crear”; rivalizando así con la misma divinidad. Le aseguran que su sustancia, entonces, es semejante al fulgor del inicio de la vida. Igual le plantean que su condición artística viene de "fábrica", otorgándole una categoría de predestinado. ¡Tamaño asunto!

En lo particular, no me veo, en mi condición de escritor, actor y director teatral; como alguien con mayores méritos que otros profesionales del mundo. Además, tengo las mismas necesidades fisiológicas de cualquier otro humano. Me da hambre, mi corazón diariamente exige tres pastillas y camino, ojalá que lentamente, hacia un inevitable y definitivo destino; como demás mortales.

Envidio a médicos, internistas y cirujanos, que durante su carrera logran salvar miles de vidas. Siento un gran agradecimiento social por esos ingenieros, arquitectos y picapedreros que, a través de la historia, han logrado suplir a la Criatura.

Lo que los químicos han aportado a la humanidad es algo que ni cabe en mis asombros. Un agrónomo sabe cuándo y dónde acariciar la tierra para que ella nos regale lo mejor de sí misma. Los físicos han sido entes espectaculares en la conformación o explicación del multiverso en el cual vivimos, luego que se diera la Singularidad Cósmica de donde realmente venimos.

Hasta la religión, pieza del ajedrez terrenal que no siempre comprendo, ha jugado un importante rol en la historia de la humanidad, equilibrándose entre luces y sombras.

Por todo eso es que nunca he podido aceptar esos postulados que intentan convencernos que somos seres especialmente preferidos por una supuesta divinidad. Más aún: única sustancia de ella misma.

No acepto, siquiera, que nacemos predestinados para lo que somos. Nada de eso. Tenemos, como billones de personas, la sensibilidad necesaria para ser artistas. Unos logran encausarla y otros, por distintas razones, sufren bloqueos que les impiden serlos, como ya ha estudiada la Siquiatría y la Antropología Social.

Es cierto que los artistas logramos transformar la verdad cotidiana de la humanidad en la expresión más sutil de la belleza. Es verdad que el reclamo más apasionado del Ser, en voz de de un buen cantante adquiere una dimensión que todavía es difícil explicar. El sonido que un instrumentista logra producir con la nota más queda del oboe, las vibraciones de las cuerdas del violín y la ensoñación que patrocinan las teclas blanquinegras del piano cuando golpean en secuencias y tonos inigualables, dejan a uno todavía boquiabierto.

No puedo discutir que, cuando hemos visto a Alicia Alonso languidecer en La muerte del Cisne, renacemos en cada uno de sus sutiles movimientos.

Es cierto que los trazos de pinceles sobre un lienzo que hace un artista virtuoso sacude, conmueve, encanta y asombra. No hay manera que podamos describir, aún invocando los mejores vocablos, la sensación que experimentamos cuando nos detenemos frente a la Victoria Alada de Samotracia, a La Piedad de Michelangelo o ante las sobrecogedoras imágenes que Antonio Guadalupe atrapa en sus lienzos.

Es cierto que todo esa belleza es realizada por seres humanos inspirados; pero con maestrías adquiridas en sus particulares vidas. ¡En la técnica concluye nuestro viaje! Nos formamos y nos forman como artistas. No salimos del vientre y comenzamos pintar, bailar, actuar o escribir poesía.

En mi caso, ni como genio literario me podría proclamar. Es que tengo que trabajar tanto para logran concluir mis obras, que al hacerlo me siento más como un obrero de la palabra antes que en algún inmerecido divato. Den como un hecho que Cervantes y Shakespeare, nunca suficientemente aplaudidos, trabajaron como bueyes para terminar sus... genialidades.

Así las cosas, no puedo entender ni aceptar que a los artistas nos otorguen consideraciones humanos. Resulta hasta pernicioso hacerlo. Cuando ocurre, el ego comienza a hacerle caravanas al monstruo interior.

Es posible, muy posible, eso si, que requiramos un poco más de "silencio" para poder lograr nuestras “creaciones”. Esto, porque la exploración necesaria para buscar en nuestros laberintos interiores, esa zona en la cual se esconde la sensibilidad que transformaremos en verdad estética, requiere un poco más de concentración de la atención de lo habitual.

Para nosotros poder invocar, en particular Cosmovisión, esas necesarias emociones, a través de los distintos medios que disponemos, tenemos que lograr una sintonía interior que, aunque he reflexionado miles de veces sobre ella, no he logrado todavía atrapar entre los términos. Pero aún en eso no somos únicos. Los grandes científicos siguen este mismo proceso en sus distintos trabajos.

Entre la poética del escritor y la del físico, hay menos abismos que lo que se tiende a pensar. No podría ser de otra manera. Si en verdad el mundo se inició producto de una voluntad única, tendríamos que admitir que se trató, como sugiere el físico teórico Michio Kaku, la de un arquitecto-poeta. ¡Está tan hermosamente construido, que detrás de esa creación hay una muy elevada estética! ¡Un poeta matemático! Si el mundo, en cambio, fue producto de una natural evolución, estoy convencido que primero fue la flor y luego sus espinas.

Así el asunto, la belleza del cosmos, más cuando aceptamos ser integrantes de Mundos Paralelos, es patrimonio de todos. De aquellos que hemos procurado y logrado reproducir y transformar las emociones por diferentes medios y de los que están ahí para, en sus asombros, aceptar esa otra realidad que es el Arte.. o su Mito.

En fin, tenemos virtudes que requieren determinas habilidades y dominios adquiridos. Por eso, aunque no siempre lo desee, debo procurar aislarme a veces detrás mi enrojecido…
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios