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Mordiéndonos el rabo otra vez.

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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domingo 23 de diciembre de 2018, 20:09h
“Los dominicanos hemos creado una civilización de caciques en una sociedad rural y urbana, desde 1844 al 2018, en medio de enormes confrontaciones y justificaciones, con inmensas y reiteradas páginas en blanco, donde el poder ciudadano siempre delegó sus derechos y deberes en ellos, en los caciques, uno tras otro, como un cheque en blanco, desde Pedro Santana hasta hoy”. Antonio Sánchez.

Razón por la cual estamos todavía en el 2018, hablando de la separación de los tres poderes del Estado que nos cualifique realmente como una República. O indignados, realizando marchas verdes, contra la corrupción y la impunidad, intentando cambiar el cielo desde la propia tierra, en un ejercicio político formidable de no violencia.

Esta sociedad de caciques, que dice llamarse República y no lo es, nació en los lejanos hatos ganaderos y en las haciendas de la España colonial y cobró fuerza huracanada en nuestro período republicano, en el siglo X1X, XX y XX1 donde la política de Estado ha sido su escenario natural como creadora de las clases sociales.

Por momentos creemos ingenuamente que la República Dominicana comenzó en 1844, con la separación de Haití, con la eterna y borrosa democracia de palabra y la supuesta independencia de los tres Poderes del Estado. Somos unos grandes despistados: hasta hoy, nunca hemos separado e independizado los tres Poderes del Estado y la democracia, su resultado final, es un fino ropaje de importación, una metáfora nacional, un proyecto de futuro, todavía sin fecha en el calendario. La República Duartiana necesitaba ser concluída, como lo deseaba el Profesor Juan Bosch, pero no el P.L.D. ya en el Poder.

Al contrario: de 1844 a 1916, se creó una división social anárquica y autoritaria tan grave, que produjo 56 cambios de gobiernos en apenas 72 años: un promedio de un gobierno cada 13 meses, un verdadero récord mundial. Y 120 años de nuestra historia republicana, desde el 1844 al 2018 han sido dictaduras militares y a veces de civiles, de caciques, matándose entre ellos; de esta forma la amistad y el amor entre personas e instituciones del Estado ha sido letra muerta. Eso demuestra que la República Dominicana, que se basa en la supuesta separación de los Tres Poderes, no existe todavía. Peor aún, en ese punto concreto, me temo que hemos involucionado en el siglo XX1 conducidos por el P.L.D.

En el año 2018, todavía autoritario y anárquico, más trujillista que democrático, corrupto, pero tan bien comunicado, no sabemos bien en los círculos de Poder real, en las familias dominantes locales, adonde nos conducen los grandes círculos mediáticos y los países más ricos del sistema capitalista mundial, sumidos hoy como están, globalizados, en tránsito de una recesión mundial a otra recesión mundial. Primero Japón, luego la Unión Europea, ahora Estados Unidos.

Si el sistema globalizado, en el ámbito político, todavía no funciona bien en los países líderes del mundo ¿por qué habría de funcionar bien en nuestro país? Créanme, esta idea mundial tan pesimista es aterradora, pero no culpa ni justifica a nadie, y es apenas una voz de alerta. Con razón, cada vez son más las voces ciudadanas que pugnan por un plan nacional de desarrollo de largo plazo, de carácter democrático, que nos permita convertirnos en un país exportador por excelencia.

Pero el caciquismo, esa fuerza social tan dominicana, que se expresa en el desfalco trujillista sistemático desde l930 de todas nuestras frágiles instituciones y de los programas puntuales de desarrollo, pretende que sigamos viviendo de la confrontación y de la manigua, entre la anarquía y el autoritarismo. En vez de proyectos de largo plazo, la política sigue siendo en R.D., en gran parte, una guerra despiadada, no una labor creativa de ciudadanos libres, creativos, democráticos, a través de una educación de calidad, como lo quiso nuestro Duarte soñador y posteriormente Hostos el sembrador.

Todos lo sabemos. Vivimos casi siempre entre la anarquía y el autoritarismo desde la fundación de R.D., creamos los motivos ideales para que fueran posible la primera intervención militar de EE.UU. de 1916-1924 y de su corolario: Rafael Trujillo, que nos gobernó, como una niebla gris, durante 31 años hasta 1961. Ese mismo cacique, Rafael Trujillo, fue capaz de destruir familias, escuelas, empresas, Estado. Hasta la propia Iglesia quedó comprometida. Nos dejó, de regalo, desde 1953 una escuela pública acrítica, incapaz de producir reales destrezas en niños, adolescentes y adultos: destrezas laborales, artísticas, idiomáticas, musicales y deportivas, como lo quería Hostos.

Una escuela memorística, del 1953 en adelante, en pleno 2017-18 llena de faltas ortográficas, creadora de una pobreza mental irresponsable, de una pobreza capaz de afirmar, que estudiar no vale la pena, que esa labor no produce ni satisfacción, ni dinero. ¿No es increíble? Yo que he sido catedrático universitario 30 años de forma continua, en cinco universidades, puedo decirlo como testigo de excepción: los estudiantes universitarios, los mejores cerebros del país, estudian en su mayoría pero no investigan lo suficiente, simplemente para pasar de curso a cualquier precio, y desafortunadamente en nuestro país necesitarán muchos lustros todavía de la universidad, para poder vivir y sentirse satisfechos.

Y de eso son responsables y víctimas la descomposición de las familias, de la escuela, de las empresas, casi siempre emparentadas a los políticos y al eterno Estado corrupto. Como también, los actuales partidos post Trujillo, supuestamente democráticos, que politizaron la escuela de arriba abajo, en todos sus niveles y terminaron multimillonarios. Amasadores de fortunas.

La política es y ha sido casi siempre en nuestro país, una grave enfermedad social, dirigida por líderes políticos labiosos y supuestamente modélicos, con honrosas excepciones. Esa enfermedad o actividad se basa y manifiesta en dos hipótesis trujillistas: 1) Hay que aniquilar al adversario político, con la muerte si fuere necesario. 2) En caso de que no se pueda aniquilar al adversario, hay que desacreditarlo para siempre. No tenemos empacho en proclamarlo: "En política, el amigo de hoy es el enemigo de mañana". Tampoco tenemos empacho en demostrarlo: "La política es una guerra de exterminio. Y en una guerra, te eliminan o eliminas al contrario".

Las decenas o centenares de muertos de todas las campañas electorales, desde 1962 al 2018, por ejemplo, no son de este mundo, no tienen dolientes, ni consecuencias en los tribunales. ¿En ese ambiente guerrerista, puede florecer una civilización dominicana creativa, democrática? Claro que no. Definitivamente no. Como en el siglo X1X, esta es una sociedad de caciques y seguimos aún mordiéndonos el rabo. Con la enorme diferencia de que nuestro Producto Interno Bruto es ahora de 350 mil millones de pesos y el alto crecimiento económico es fruto del endeudamiento exagerado que todavía nos tiene mucho que mostrar. Mientras tanto: Que ya somos un país de desarrollo medio en el ámbito mundial. Y que el 85% del mercado es privado.

Y no obstante, en el año 2018, en vez de crear ciudadanos, solo estamos creando consumidores y como es natural, el caciquismo dominicano, obra suprema de nuestras modernas torpezas, no atrae para nada a los jóvenes inteligentes, ahora de mayoría apartidista, a los cuales ya casi no les interesa la política y prefieren las marchas verdes, contra la corrupción y la impunidad.

Los problemas de hoy, en este mundo global de una sola vía, pero tan bien comunicado, son demasiado complejos para ser conducidos por caciques isleños, dirigidos por partidos corruptos a quienes solo les interesa hacerse ricos, millonarios, de cualquier manera, droga incluida.

Delegar es un cheque en blanco. No se siga mordiendo su propio rabo, como si viviera en el siglo X1X. Sea creativo en lo suyo. Sea su propio referéndum, pero no olvide que ello es lo mismo que aceptar que los seres humanos en R.D. también nos hemos organizados en tribus, en sectas, en partidos políticos de todo tipo. En todo tipo de tribus. Y a pesar de ello, en todo el planeta tierra, incluida R.D., como dice Doña Marguerite Yourcenar: “todos los paraísos son únicamente interiores”.


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