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Dancing with Saudi Arabians...

Por Alfonso M. Becker
jueves 08 de junio de 2017, 22:59h
“¿A quién se refiere, a mí? Sí, así te llaman todos: el que baila con lobos…” Dances With Wolves.
No sé en qué cabeza mahometana se habrá metido la idea de que Estados Unidos está en declive y que el imperio americano se derrumba, pero lo que sí queda claro para Washington es que los persas han malgastado 35 años de odio propagandístico contra el “Gran Satán” y el efecto ha sido bastante adverso para las ambiciones geopolíticas iraníes, porque a partir de ahora solo se vislumbra un obscuro futuro para “una teocracia asesina que -según Riyadh- desde el profundo conocimiento del presente, hay que erradicar del Oriente Medio”…

Ese “erradicar” que sugiere la Casa de Saud se fundamenta en un estudio pormenorizado entregado a Donald Trump por los servicios de inteligencia saudíes en su primera visita al rey Salman, concretamente el Istakhbarat, donde el legendario espía saudí, príncipe Bandar bin Sultan, sentó las bases de una leal e inquebrantable alianza con los Estados Unidos de América y unir en la guerra, sabiamente, el destino de la monarquía saudí con sus aliados de Occidente pues el General Intelligence Directorate (GID) de Riyadh no es otra cosa que una “copia musulmana” de los agentes tipo “007” de Vauxhall Cross en la orilla del Támesis, el British Secret Intelligence Service (SIS), más conocido en todo el mundo como MI6… para el que también trabajó el legendario príncipe saudí, Bandar bin Sultan.

Así que pueden ustedes imaginarse la guerra secreta y a muerte que los servicios secretos de Occidente (americanos, franceses, ingleses, australianos) están librando en oriente Medio… Llegó a decir George W. Bush, el 43 presidente de los Estados Unidos, íntimo amigo de correrías del príncipe Bandar bin Sultan, que si no fuera por los saudíes y sus “habilidades” de inteligencia los persas habrían extendido el chiísmo por todo el Oriente Medio y Washington habría tenido graves problemas militares que, con toda seguridad, solo podían haberse superado con una respuesta nuclear de su principal aliado, Israel. Los saudíes, con todos sus defectos, siempre han admirado a los anglosajones porque como bien decía el príncipe Bandar: “americanos e ingleses, aún en tiempos de una maravillosa y tranquilizadora paz, nunca dejan de transmitir un hermoso y heroico espíritu de lucha”…

La ya famosa, por los siglos de los siglos, Arab-Islamic-American Summit in Riyadh, en el mes de mayo pasado, reunía al flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump con el rey Salman y más de 55 líderes del mundo musulmán suní. El nuevo inquilino de la Casa Blanca iba sacando pecho porque sabía que los aliados árabes necesitaban defenderse del principal patrocinador del terrorismo en el planeta: Irán…
Así que fue agasajado como si el “Mahdi” hubiese bajado del cielo vestido de neoyorquino, con su espada y con su tupé amarillo…

Mientras se gestaba en Riyadh la llamada por los rusos “nueva OTAN musulmana”, los espías saudíes del General Security Service (GSS), especie de FBI saudí o policía interior del reino, hacía descubrimientos “asombrosos” cuando protegía en Doha (Qatar) el perímetro de la base militar estadounidense de Al Udeid a escasos 40 kilómetros de la capital… Con la cobertura de los británicos del MI6 y de la CIA, los saudíes daban menos “cante” que las tropas y contratistas occidentales y pasaban más desapercibidos el país vecino del rey Salman… El escándalo mundial saltó inmediatamente porque la Guardia Revolucionaria de los ayatolas iraníes, más de un centenar, estaba dentro del palacio del jeque Tamim bin Hamad Al Thani como si de una guardia pretoriana se tratase…

48 horas después, se sabía -por medios británicos del (UKSF) que llegaron desde Bahréin- que la Guardia Revolucionaria Iraní tenía espías “trabajando” a escasos metros de la base americana de Doha: estaban monitoreando la base Al Udeid, y uno de ellos fue capturado por agentes británicos del Special Air Service (SAS) al que los iraníes ya dan por “desaparecido” pero, como se dice en la jerga de la inteligencia, está en el limbo cantando la traviata... Todas las alarmas han sonado cuando el espía persa fue interrogado… Ahora, la Casa de Saud sabe, exactamente, el alcance de la palabra “erradicar”… Occidente y sus aliados árabes, están convencidos de que la destrucción del país de los ayatolas es indispensable… No solo para llevar la paz a Oriente Medio sino para acabar, incluso, con el problema palestino.

Para que se hagan una idea de la notable estupidez del jeque Al Thani, la CIA controla absolutamente la pequeña península de Qatar como si fuese el corazón que da vida a las fuerzas occidentales en Middle East con tentáculos que llegan a Asia Central, China y Korea… Es algo muy serio lo que ha ocurrido y bastante ridículo porque el idiota de Al-Thani puede perderlo todo, es decir, Estados Unidos y Arabia Saudita se pueden quedar con su gas y el petroleo y mandar al jeque al mismísimo infierno sin que nadie levante un dedo… Naturalmente, todo esto se sabía desde antes de la llegada de Donald Trump a Riyadh… Pero el espectáculo mediático es fundamental para un apoteósico logro de la inteligencia…

“You are dancing the dance of war in the House of Saud”… Eso le decían al maravillado presidente estadounidense, Donald Trump, ante un recibimiento tan entrañable y tan exótico por parte del rey Salman de Saudi Arabia… Al-ardah se bailaba solo por los hombres, espada en mano, antes de ir a la guerra… y antes de entrar en combate en los tiempos del teniente coronel Thomas Edward Lawrence, el legendario agente británico Lawrence de Arabia. La belleza de ese baile de muerte encandiló al “exquisito”, culto y delicado militar que además de arqueólogo era espía del MI6 británico.

Aquella danza que alteraba y hasta enloquecía su singular finura británica por el baile árabe, tenía un significado: la belleza y masculinidad del guerrero moviéndose con la espada al son de los tambores y los cánticos poéticos que, literalmente, enamoró por completo al militar galés, cien años antes de que la UNESCO declarara la danza Al-Ardah patrimonio de la humanidad…

Donald Trump es un poco más bruto pero también tiene su sensibilidad… Sabe que esa danza, hoy, es la mayor muestra de acogida y agradecimiento al hombre más poderoso del mundo que se ha dignado a aceptar la invitación de la Casa de Saud y a prestar ayuda al más fiel de los aliados musulmanes que tiene Washington.

Aunque a muchos críticos, manipulados por la mainstream de Washington y New York, les pareció algo ridículo, aquel baile significaba para todos los árabes que la guerra contra los iraníes había comenzado; mostraba a los musulmanes suníes que Estados Unidos no se retira ante unos asesinos persas; no se rinde ante ningún estado terrorista y esa terquedad de Donald Trump, inspirada por su fe en América, era la norma entre los soldados estadounidenses.

El que danza con los saudíes sabe que la guerra contra los persas es a muerte; es una guerra para ajustar cuentas; para ganar o perderlo todo; y para quedarse con el botín merecido por haber alcanzado la victoria.

El presidente de los Estados Unidos sabe que la fe es un factor estratégico en geopolítica...









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