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Francisco recordó a niños bajo las bombas

Por Red Diariocritico
domingo 25 de diciembre de 2016, 01:44h
En su misa de Nochebuena, el Papa Francisco clamó hoy por los niños que yacen en “escuálidos pesebres donde se devora su dignidad”, que sufren guerra, abandono, migración forzada, son convertidos en soldados o jamás llegan a nacer.


Ante más de cuatro mil fieles congregados en la Basílica de San Pedro, Francisco aseguró que la Navidad es una fiesta de sabor agridulce, porque recuerda el nacimiento de Dios pero también que el amor no fue recibido, fue marginado y descartado.

La celebración comenzó poco después de las 21:30 horas local (20:30 GMT) con el canto del antiguo himno del “Kalenda” y el descubrimiento de la estatua del niño Jesús.

Acompañaron al pontífice unos 14 pequeños, de entre seis y 11 años y de varias nacionalidades, entre ellos las mexicanas Alexia Ochoa Pedroza y María Paula Contreras Gutiérrez.

En su sermón, Francisco recordó que la Navidad es una noche de gloria, una noche de alegría, porque Dios ya no está lejos, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de la humanidad.

“Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios”, sostuvo.

“Dios no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende”, añadió.

El Papa advirtió que Jesús invita a dejar “los engaños de lo efímero” para ir a lo esencial, renunciar a las propias pretensiones insaciables, abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre faltará.

Precisó que el misterio de la Navidad interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de tristeza, lleva consigo un sabor de tristeza porque el amor no fue acogido, la vida fue descartada.

Como los niños de hoy, siguió, que deben esconderse en los refugios subterráneos para escapar de los bombardeos, que son abandonados sobre las aceras de una gran ciudad o deben padecer en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes.

“Dejémonos interpelar por los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus manos juguetes, sino armas”, insistió.

Explicó que lo mismo ocurrió con Jesús, rechazado por algunos y en la indiferencia de la mayoría.

“También hoy puede darse la misma indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios”.

Esto ocurre también, abundó, “cuando nos afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien está marginado”.

Pero la Navidad, abundó el Papa, tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de las tinieblas, la luz de Dios resplandece, su luz suave no da miedo y Dios atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil como uno más.

Más adelante señaló que los pastores, los marginados de la época, fueron invitados a la Navidad y respondieron corriendo a prisa, mientras quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente, se quedó en casa entre sus cosas.

“También nosotros dejémonos interpelar en esta noche por Jesús, vayamos a él con confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados, desde nuestros límites. Dejémonos tocar por la ternura que salva”, exhortó.

“Entremos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza de ser amados por Dios”, ponderó.
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