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Personajes y calles de mi vieja ciudad #11

domingo 27 de septiembre de 2015, 21:06h

Los recuerdos de la Calle El Conde son inagotables acuden a mi mente como un torrente contínuo, y es que la calle era parte de nuestras vidas sencillas, donde el simple hecho del encuentro con un amigo para conversar era un placer; allí en su deambular cotidiano conocimos a figuras artísticas e intelectuales de la época, algunas ya consagrados, otros más jóvenes que destacarían años después.

Recordamos a los pintores Paul Giudicelli, Ramón Oviedo, Virgilio García, a José Cestero y a Silvano Lora que junto a José Ramírez Conde –Condecito-, Ivan Tovar, Asdrúbal Domínguez y Ada Balcácer, fundaron luego del ajusticiamiento de Trujillo, el grupo vanguardista “Arte y Liberación”.

El atardecer atraía a los poetas, quizás por eso eran llamados “poetas tardecinos” como Luis Alfredo Torres y Manuel Valerio, poeta intuitivo, perteneciente a la llamada “Poesía Sorprendida” y junto a ellos veíamos a los destacados declamadores Angel Torres Solares y Carlos Lebrón Saviñón, quien cultivó el acuarelismo afro- antillano, del que disfrutamos en innumerables recitales.

También eran asiduos, Intelectuales de la talla de Víctor Villegas, Director de la “Revista de Arte y Literatura Yelidá”, Antonio Fernández Spencer, y el joven Marcio Veloz Maggiolo, que se convertiría en uno de los más completos intelectuales de nuestro país, Premio Nacional de Literatura. En nuestra casa conocimos a los “Patines” como les llamaba afectuosamente mi padre, eran el Filósofo y abogado Enrique Patín Veloz, y el profesor Patín Maceo, quienes se habían incorporado a las tertulias de nuestra casa, junto a otros amigos como Manolito Baquero, Manuel Alfaro, -Cabeza- Bonny Cerame y Rocco Cappano, encargado de llevar los spaghetti Catelli, que cocinaba mi padre y que se hicieron famosos.

Una de las tiendas de juguetes y perfumería, más famosas y atractiva de El Conde era” La Margarita”, situada entre la Santomé y Espaillat, acera norte, muy visitada por los niños especialmente en época de navidad, allí se exhibía en una de sus vitrinas un enorme “Santa Claus”, que de tanto reir, perdió la voz para siempre.

Al lado quedaba la Óptica Alfaro. En esta misma cuadra, en la acera sur, había dos tiendas para mujeres, Modas El Pilar y Betty Boop En la última cuadra de la calle El Conde entre Espaillat y Palo Hincado, en la esquina norte, estaba la Sastrería de Nicolás Cheij, que luego se convertiría en la Sastrería “Coruña”, siguiendo la acera llegábamos a la Librería Montserrat de un español, don Jaime Sistachs, padre de Enriqueta Sistachs, una de nuestras primeras arpistas, y destacada profesora de música; luego venía la tienda Coloma especializada en ropa de mujer, la Ferretería Velázquez y la Farmacia Gómez. Un toque especial de la cuadra lo daban la Galería de Bellas Artes, donde nuestros pintores realizaban sus exposiciones, y la Galería de Arte Moderno, inaugurada el 19 de junio de ese año de 1957, luego esta Galería fue comprada por don Rafael Auffant y pasó a llamarse Galería Auffant, en la que se podían comprar cuadros, materiales para pintores, además de ofrecer el servicio de enmarcado.

En la esquina sur en el edificio Jaar, en la primera planta, había una gran tienda, la Curacao Trading Co., que traía electrodomésticos, y distribuía los equipos fotográficos Kodak y las bicicletas Rudge, allí operaba también la línea aérea KLM. Dos tiendas tenían para mí un encanto particular, La Casa de la Suerte, primera en traer los “leotard” –mallas- y las zapatillas de ballet, marca “Capezzio”, y el Salón de Estudios Mozart, propiedad de doña Atala Blandino y Marino Guzmán, donde se vendían discos de música clásica, instrumentos musicales, partituras y accesorios como las cuerdas para violín.

Otra tienda de gran atractivo era La tienda de discos La Guarachita, era muy visitada, allí adquiríamos los discos de los cantantes populares de moda. Un establecimiento llamaba la atención por su nombre, era la Compañía de Seguros Preetzman Aggerholm, por primera vez supe el significado de la palabra “Seguro” en términos comerciales.

El Estudio fotográfico Molina, era de los más reconocidos y mantenía una exposición fotográfica permanente. En la esquina con Palo Hincado se encontraba el Salón Marión, el más famoso de la época. Otra farmacia ubicada en esta cuadra era la Farmacia Castro. Pero lo más significativo de El Conde esta justo al finalizar la calle, El Baluarte, también llamado Puerta del Conde, donde reposaban entonces, los Padres de la Patria. La puerta era parte de la muralla que delimitaba la Ciudad Colonial. Detrás del Baluarte se extendía como un oasis paradisíaco el Parque Independencia, con sus fuentes, hermosos jardines y pérgolas que invitaban al descanso, a las reuniones de amigos; en el centro del parque se erguía la bellísima glorieta de estilo neoclásico, con ocho columnas que soportaban la aboveda cúpula; rodeada de un estanque circular con balaustrada, se entraba a la glorieta a través de ocho pequeños puentes elevados en curva. Esta magnífica obra como todo el entorno, fue diseñada por el arquitecto checo Antonin Nechodoma. Cuántas retretas escuchamos allí, cuantos paseos, cuanto patinar atravesando los elevados puentes. Pero un día en 1976, a un iluminado se le ocurrió destruir la glorieta y el parque todo, para levantar un horrible mausoleo y trasladar allí a los Padres de la Patria, y además, rodearlo de una verja, y convertirlo en un corral, cometiéndose el crimen urbanístico más grande de nuestra historia, y por si fuera poco, recientemente, como si no hubiera nada que hacer, las centenarias piedras del Baluarte fueron empañetadas, cual bizcocho cubierto de suspiro. ¡Cosas veredes, Sancho! En aquellos años se solía decir que lo que no pasaba por El Conde, no había pasado; otro de los atractivos de la calle era ir a ver las procesiones, los desfiles escolares, militares, los reinados que organizaban clubes y colegios, pero había una noche muy especial para disfrutar en la entrañable vía, era la noche de Reyes, el ambiente era de alegría total, niños y jóvenes tocando pitos, producían un ruido ensordecedor pero mágico, mientras esperábamos la Cabalgata de los Reyes, que en ese tiempo venían en verdaderos camellos, traídos desde el zoológico ubicado en las “afueras” en la avenida Bolivar, después de la Máximo Gómez.

El día de San Andrés era otro día lúdico, se celebraba tradicionalmente lanzando al menor descuido a los transeúntes, puñados de polvo talco, esta tradición de siglos fue degenerando y se perdió para siempre, mientras de adoptan otras ajenas a nuestra cultura como el Día de Brujas –Halloween-. Había un desfile que tenía un atractivo especial, era el que cada año en ocasión de celebrar su Semana Aniversaria realizaba la Voz Dominicana, así conocimos los artistas famosos, que veíamos en las películas, mexicanas, que traía al país la compañía Peli-Mex, ubicada en la calle Santomé #53 cerca de la calle Las Mercedes, propiedad de don Rafael Tomás Villanueva Garmendía.

Un suceso sin precedentes ocurrió en la calle El Conde que consternó a todos, y alteró la aparente apacible vía, siendo motivo de comentarios por varios días. Al hotel Comercial había llegado una pareja de turistas formada por el señor Raphael Kantzhian de origen ruso y su esposa Mannus Varis, natural de Estambul –Turquía- . El día 22 de enero de 1957 en la madrugada, la dama de 60 años que al parecer padecía trastornos mentales -esquizofrenia- se tiró del quinto piso del hotel y en su caída desprendió uno de los cables que sostenían el letrero lumínico del establecimiento y un alambre del tendido eléctrico, su muerte fue instantánea, según cuentan las crónicas aparecidas en la prensa de la época. Relatar este acontecimiento, me trajo a la memoria otro hecho que nos contaba mi padre, ocurrido en El Conde. Era el año 1947, cuando el luchador antitrujillista Pericles Franco, fundador y dirigente del Partido Socialista Popular, fue detenido en dicha calle por un sicario del régimen –calié- y arrastrado y golpeado a lo largo de la vía, hasta la Fortaleza Ozama, ante el asombro y el disimulo de los viandantes, y es que en El Conde pasaba de todo, pero mucho más pasaría después… Nota. Este artículo fue publicado originalmente en Areito, suplemento cultural del periódico HOY

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