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Venezuela vive en “tensa calma”: amenazas aéreas, vuelos cancelados y un país que no puede detenerse.
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Venezuela vive en “tensa calma”: amenazas aéreas, vuelos cancelados y un país que no puede detenerse. (Foto: Fuente externa)

Venezuela vive en “tensa calma”: amenazas aéreas, vuelos cancelados y un país que no puede detenerse

Por Xiomara Martínez
Venezuela enfrenta una creciente incertidumbre tras las amenazas de Donald Trump y la cancelación de vuelos internacionales, lo que ha profundizado su aislamiento. La tensión política y económica genera ansiedad en la población, que continúa con su vida cotidiana a pesar del miedo. La búsqueda de un cambio persiste entre los ciudadanos.
Santo Domingo.- Venezuela atraviesa una nueva fase de incertidumbre tras la escalada de tensión con Estados Unidos, marcada por amenazas directas del presidente Donald Trump, cancelaciones de vuelos internacionales y advertencias sobre la seguridad aérea en la región. El anuncio de Trump de considerar “cerrado en su totalidad” el espacio aéreo venezolano generó reacciones inmediatas en aerolíneas, que suspendieron operaciones y dejaron a miles de pasajeros varados o en espera. Para un país ya golpeado por crisis prolongadas, este episodio ha profundizado la sensación de aislamiento y vulnerabilidad.

A la par de estas amenazas, varias aerolíneas internacionales optaron por cortar rutas hacia Caracas luego de alertas de riesgo emitidas por autoridades estadounidenses y europeas. Las cancelaciones masivas han tenido un impacto directo no solo en la movilidad de los ciudadanos, sino también en familias que dependen de vuelos para reencontrarse, emigrar o recibir medicinas y bienes esenciales. Expertos en seguridad aérea coinciden en que estas medidas reflejan un deterioro del clima regional y simbolizan una advertencia política más que una simple evaluación técnica.

El conflicto escaló aún más tras la confirmación de una llamada telefónica entre Trump y Nicolás Maduro. Aunque ambos líderes evitaron revelar detalles, analistas consultados sugieren que la conversación responde a una estrategia doble: presión militar en el Caribe y, paralelamente, una vía abierta al diálogo. Esta dualidad mantiene en alerta a la población venezolana, que observa cómo las señales diplomáticas se mezclan con despliegues navales y declaraciones agresivas. Para muchos expertos, la ambigüedad forma parte del guion geopolítico que Washington suele utilizar en escenarios de alta tensión.lc

Dentro del país, figuras del oficialismo como Diosdado Cabello han respondido con declaraciones cargadas de nacionalismo y advertencias contra cualquier intervención extranjera. Sus mensajes buscan proyectar control interno, aunque contrastan con el nerviosismo palpable en las calles. Las “compras nerviosas” en supermercados y farmacias se han vuelto frecuentes, impulsadas por rumores, desinformación y la memoria reciente de crisis anteriores. La ansiedad ciudadana se alimenta tanto de la situación política externa como de la fragilidad económica interna.

A pesar del clima de zozobra, la vida cotidiana continúa. Largas colas para el transporte, niños asistiendo a clases, trabajadores tratando de mantener rutinas y comercios intentando operar con normalidad reflejan una realidad compleja: Venezuela parece vivir entre dos mundos. Por un lado, un país en tensión internacional; por otro, un país que no puede detenerse. “No queda de otra que seguir”, repiten muchos ciudadanos, conscientes de que la vida diaria no admite pausas, incluso en medio de amenazas externas.

En este equilibrio frágil entre miedo y costumbre, Venezuela permanece en una especie de “tensa calma”. Las presiones internacionales siguen creciendo, las condiciones económicas se mantienen críticas y la incertidumbre domina el horizonte. Sin embargo, la sociedad venezolana —marcada por años de adversidad— continúa avanzando, adaptándose y tratando de sostener lo esencial: trabajo, familia y la esperanza de que, pese al ruido geopolítico, la vida pueda seguir su curso.

María Corina Machado se mantiene firme en que el tiempo de Maduro "se acabó" y los ciudadanos en su mayoría, entre las ya acostumbradas compras nerviosas "por lo que pueda pasar", pide a gritos un cambio político, económico y social, un deseo que por tantos años ha tenido subidas y bajadas sin el resultado esperado.

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