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Alfonso Becker.
Alfonso Becker. (Foto: Cortesía.)

La “cámara de eco” y la salvación del periodismo

Por Alfonso M. Becker
“La política es el manejo inteligente de la realidad, y las grandes mentiras políticas son las herramientas de la gobernanza en manos de unos actores que, como en cualquier oficio, cobran por su trabajo”

Algo que significa algo para alguien, es la escritura; y un editor que luche por el prestigio de su periódico y el suyo propio, debería procurar que su obra periodística fuera una suculenta “olla” con los mejores productos cocinados, separando siempre los ingredientes, para salpimentar a su tiempo y en su orden, cada producto, y así el resultado final sea el esperado...

Para que el lector pueda contemplar y disfrutar de la suculenta bandeja que ofrece la editora, es necesario poner una buena mesa en la que el plato principal no sea nunca objeto de duda, o la guarnición y los entremeses no quiten protagonismo a lo que da sentido a un periódico, y orden y concierto al prestigioso menú.

Aseguraba el inmortal filósofo Umberto Eco, en una de sus correrías por España, que nunca firmaría ningún manifiesto como los de ahora, en contra el hambre o contra el SIDA o del cambio climático, para sentirse seguro, como cualquier idiota, arropado entre las grandes mayorías del rebaño… ¿Por qué? -le preguntamos- “Porque resulta imposible defender lo contrario”-contestó.

Así que, en plena era de basura periodística, maligna y contaminante, la editora no debe temer nada sobre el artículo de algún columnista, aunque este fuera el mismísimo demonio…

Pourquoi pas? Parce qu'elle n'est pas l'auteur de l'article, et n'est pas forcément du même avis ...

Además, vivir en democracia da esa tranquilidad, para un editor de contenidos. Por muy corrupto que sea su entorno...

Como un cuchillo de doble filo, es la sátira menipea que señala a la prensa basura como el más grande estercolero producido por la piara de ignorantes advenedizos en el gran espectáculo mediático.

Quizás por esta “gran verdad”, en la era de las grandes mentiras políticas, pude comprobar que, en las Plantaciones de Providence, merodeaban los asesinos natos de los que hablaba y escribía Howard P. Lovecraft ¡Sacrebleu! Creí que no existían. Supuse que era una exagerada broma y resulta que está extendido por todo Rhode Island...

Para mí fue una insípida excursión en autobús para aficionados a la negra literatura del crimen más horroroso y escabroso; sin embargo, reconozco que por 10 dólares no se puede pedir más.

Los vendedores de humo de Miami te cobran, por una asquerosa expresión de tabloide para onanistas, lo que le sale a un degenerado cubano de su enfermizo cerebro de “loca” por unos cristales de Swarovski sobre bragas de Chantillí…

Y para colmo, el perverso ignorante se permite la desfachatez de corregir a los grandes de la literatura universal, como si fuera director general de la belleza, o un mariscal de campo de un canalillo de mala muerte, en el macabro universo de la TV basura.

Miami es una auténtica selva de incultos e ignorantes, trepadores cubanos de la peor ralea, con muy poca vergüenza, que pelean a navajazos en la escala social del gran estercolero mediático. En la década de los 70 del siglo pasado, el “perfecto personaje” de Tony Montana los retrata, en un antes y después de la gran epopeya de los “marielitos” ...

Howard P. Lovecraft los describe, sin saberlo, mucho antes de que el genial director de cine, Brian Russell De Palma, reflejara la basura de peligrosos delincuentes al servicio de capos de la cocaína en South Beach.

“La historia continúa”-me aseguraron, en Eighth Street los viejos cubanos del exilio: “la basura de ahora no tiene nada que ver con nosotros”, “nosotros teníamos formación política, al menos”, “los de ahora son los trepas que venden a su madre por un plato de lentejas!...

Y aprendí de sus recuerdos en los periódicos antiguos que guardan con devoción. Aquello era periodismo de categoría y excelencia periodística de oficio y formato.

Lovecraft estaba en lo cierto. “La ruina y la muerte serán inmisericorde con los repulsivos arribistas, que chupan cámara, con una nauseabunda «pose de estrella» que solo es la mueca del inculto miserable; hasta en el último intento del “bordado” de su imagen”.

Con la prisa, la simpleza y el frenesí de los incultos trepadores, es imposible que pueda construirse una sola página decente en un periódico; ni siquiera un microscópico mamotreto en el que “proteger”, a toda costa, una cabecera que sirva al lector -al menos- de algo tan fácil y tan simple como un observatorio inteligente.

Umberto Eco estaba tan asqueado de la prensa corrupta e inculta, que se pasó los últimos 20 años de su vida despotricando contra el periodismo y sus “mafiosos” del negocio…

Argumentaba, como el gran erudito que era, que la excesiva atención a los cotilleos sexuales, a la farándula, al chismorreo, a las echadoras de cartas, a los adivinos de la política y a la madre que los parió a todos, había convertido un diario, en un semanario del erotismo popular, y después en un “folleteo” quincenal para costureras…

Más periodicidad, conducía directamente a la pornografía y -por ende- a la pornocracia.

La revista mensual era la última etapa de un periódico, de una prensa en declive, y del periodismo como oficio sobreviviendo a duras penas; actividad profesional que ya no podía competir con la televisión.

La prensa se convirtió en un medio de propaganda política, partidista y hasta “partidaria” … Era el fin del periodismo; todo era fealdad; la extrema vulgaridad invadió el periódico hasta convertirlo en un rollo de papel higiénico que podía “entretener” en el retrete.

La producción “amarilla” del puterio espectacular entre artistas, y del escandaloso adulterio principesco, se vendía como la joya más preciada; los dimes y diretes sobre encuentros sexuales de las artistas, las bodas del siglo, los crímenes escabrosos, podían tratarse como noticia exclusiva…

Las fotos “robadas”, “prestadas”, “alquiladas” o vendidas, colocaron al periodismo en la más alta cota de la sociedad del espectáculo: usted podía conocer, realmente, el pubis salvaje de una actriz de cine, o el clítoris angelical de su cantante favorita.

El trasero voluptuoso, las tetas puntiagudas, la piel de gallina, la papada, la grasa abdominal o las bolsas en los ojos, no son de interés periodístico, aunque un triste ignorante cubano lo presente como acontecimiento mundial.

Un Reality Show para cada cosa de esta vida, no es periodismo, es otra cosa; porque enterraba la noticia para siempre en el gran espectáculo de la morbosidad diaria; y también era capaz de eternizarse.

Como decía el astuto periodista, Carmine Pecorelli, “la prensa de ahora es pura basura controlada por los políticos más repugnantes y -por tanto- una fuente inagotable de turbios negocios multimillonarios” …

Esta es la prensa corrupta de la que hablaba el gran filósofo italiano, Umberto Eco… Ante él, todos los periodistas cerraban el pico y cambiaban de tema.

Si me permiten la opinión, les diré cómo puede sobrevivir un periódico digital con sus honorables periodistas, haciendo el trabajo que aman. Solo son tres detalles y medio para que sepan en qué mundo se desenvuelven.

Todos los periódicos son iguales; todos son la cámara de “eco” de las agencias de noticias en manos de los grandes magos de la manipulación. La sociedad del espectáculo político no acepta, lo distinto ni lo original.

La estética pues, es asunto suyo como editora de contenidos. Hay belleza de sobra en los fragmentos ontológicos de la vida cotidiana, en la gastronomía, en la forma de vestir y en las extraordinarias ilustraciones que nos ofrece la naturaleza…

No se preocupe, el bello paisaje no desaparece con cambio climático alguno; solo se transforma como cualquier materia o como su propia anatomía, o su cara ante el espejo, en el curso de existencia.

No debería olvidar que la política lo envuelve todo. Nada ni nadie puede escapar de semejante circo… Cercana al surrealismo, la política puede contemplarse como una representación espectacular en la que un partido político le roba la cartera y, en el siguiente evento electoral, otro partido político jura que luchará ferozmente, en su densa, para que le devuelvan su billetera… Aunque sea vacía…

Si no tiene en cuenta que la política lo envuelve todo y, por tanto, es inevitable la crítica, debe contemplar una columna de opinión política.

Si no lo hace, convertirá su periódico en una hoja parroquial para viudas con carencias notables de afecto.

La política es el manejo inteligente de la realidad, y las grandes mentiras políticas son las herramientas de la gobernanza en manos de unos actores que, como en cualquier oficio, cobran por su trabajo. Son los políticos… un calvario que debemos soportar en favor del bien común.

No lo mezcle todo en el periódico como si fuese la la olla podrida de la tradición culinaria medieval española. Por supuesto, no convierta el periódico en un estercolero como los ignorantes advenedizos, con delirios de grandeza, aficionados al chismorreo de la farándula, hacen en la Sodoma y Gomorra floridana.

Separen bien las secciones del periódico, elija buenos columnistas de opinión y no permita ningún intruso mercachifle, vendedor de coches, agente inmobiliario, o que un majadero vendedor de seguros, le joda el periódico,
en la única sección que puede darle a su diario, brillo, seriedad, esplendor y la calidad intelectual exigible.

Todo lo demás es entretenimiento y detalles curiosos. Deje la basura para los idiotas.

Los lectores ya están hartos.

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