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Ciudades sin peatones

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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domingo 26 de abril de 2020, 22:33h
Los libros son obra de la soledad e hijos del silencio. Marcel Proust
  • Abuelo, ya que a todos nos importa crear ciudades peatonales, con servicios de transporte adecuados, con activos municipios, debemos comenzar por organizar el tiempo laboral y el tiempo libre de los ciudadanos. Al igual que a los amigos de infancia, que formaron nuevos ciclos de amigos, y son ya todos abuelos, a las calles y aceras de las ciudades, de los barrios pobres, les sucede lo mismo: envejecen, desaparecen, ocupados por los intereses del día a día, por negocios propios, algunos muy prósperos, que agreden al ciudadano. ¡Existe una sola calle peatonal en la ciudad capital de Santo Domingo, con cuatro millones de habitantes! ¡Y ninguna calle peatonal en las ciudades del interior del país, en las provincias. Desde una visión urbana somos unos bárbaros cuando podemos ser exquisitos. Aprovechemos que tenemos nuevos organizadores en los municipios.
  • Le pregunto: ¿por qué no establecemos calles peatonales en todos los barrios de todas las ciudades del país? A los espacios libres les sucede lo mismo que a los familiares muy lejanos, a los cuales nunca visitamos. En lugar de calles peatonales, libres, preferimos otras opciones pobres y surrealistas: la del ruido inmisericorde, la de la ciudad motorizada y el smog; la de mercados y buhoneros que en lugar de plazas limpias prefieren ocupar aceras destartaladas, sucias, por no decir asquerosas, hijas de la anarquía urbana, apoyados por políticos manganzones; la del carro personal como dueño y señor de todas las ciudades sin transportes colectivos; la de ciudades sin bicicletas, que nos transporten dignamente, como era antes, cuando ser peatón era lo único posible y lo más deseable. Increíble pero cierto: en nombre de real progreso, un carro por persona en perspectiva; primero el motor, luego el carro, esa manía estúpida de andar montado, tipo Miami, cometiendo el error imperdonable de creer que el peatón no es gente, que el tiempo laboral y el tiempo libre son una basura.
  • Mí querido nieto, tus palabras son casi proféticas. En mis andanzas por el mundo, comprendí hace mucho tiempo que sin peatones y espacios libres, sin organizar el tiempo laboral y el tiempo libre, no hay ciudades sino aglomeraciones. Estas ciudades nuestras, las de ahora, las postmodernas, motorizadas, fantasmas, arrollan al peatón que las sufre sin suficientes pasos peatonales, llenos de miedo, viviendo en casas enrejadas y barriadas inmundas, con aceras estrechas. La violencia urbana de unas ciudades completamente motorizadas, obviamente genera violencia individual. París siempre ha sido París y siempre lo será, porque las puedes caminar y disfrutar en todos sus detalles como peatón, de día y de noche, de manera humana. Me lo contó tu padre que vivió cuatro años en esa ciudad.
  • Es una ciudad atractiva, que te abraza, enervando los cinco sentidos: la vez, la tocas, la olfateas, las escuchas, la paladeas. En toda Europa es igual, el buen gusto de los urbanistas es evidente. Los holandeses de todas las clases sociales se transportan en bicicletas. Son ciudades que respetan el espacio vital del ciudadano: ahí instalan sus empresas, tanto de bienes como de servicios. Paradójicamente cuando éramos muy pobres, pobres de verdad, mitad aldea, mitad cuartel, mitad iglesia, y con familias numerosas, vivíamos peatonalmente; al progresar se nos tostó el cerebro, el supuesto modernismo desplazó al núcleo familiar, las calles peatonales fueron olvidadas, lo mismo que las aceras por donde se camine libremente. Y ahora que somos nuevos ricos, los peatones son los condenados de la tierra: no tienen por donde circular y tampoco existen calles peatonales en ninguna de las ciudades de provincias del país.
  • El lenguaje urbanístico de nuestras ciudades es tan anárquico y ruidoso, que no nos lleva de sorpresa en sorpresa, es mucho de lo mismo, es pura pobreza mental. Nuestras ciudades, arrabalizadas, con barriadas pobres de decenas de miles de personas, ofrecen el escuálido espectáculo de ser inmensos caseríos sin una auténtica cohesión urbana y no son más que grandes dormitorios. Son barriadas sin empresas, sin transporte de masas, sin calles peatonales, sin áreas verdes más que en los patios; la mayoría de las personas trabajan y estudian en los cascos urbanos y regresan a sus barrios apenas a dormir.
  • “Esas barriadas no muestran la solidez de un denso tejido de prácticas sociales de todo tipo de una gran ciudad, donde el ciudadano es su dueño y los espacios peatonales sus grandes aliados”. “¿Por qué no intercambiamos sin más los lugares de trabajo para todas estas gentes, construyendo empresas, escuelas técnicas y universidades en los propios barrios? ¿O las inmundas colas de los autos, que en las horas pico se importunan unos a otros, en el casco urbano para lograr adelantarse? En nada, no pienso en nada, aunque parezca extraño. Y aunque diga que no se puede pensar en nada, de hecho, si se puede: de repente ardo en deseos de tirar la toalla ante un tema tan pretérito y superado en todo el planeta, como lo es el mundo peatonal: en síntesis, de quedar en lastre”, por aquello de que a los síndicos y a los urbanistas de hoy, tan modernos, es mejor tratarlos con ñoñerías, con tal de que todas nuestras ciudades, en sus barrios, lleguen al nuevo cuatrienio, con calles peatonales donde la gente camine y hasta se enamore como Dios manda.

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