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Sexo, poder, delirio y muerte.
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Sexo, poder, delirio y muerte. (Foto: Alfonso M. Becker)

Atracción sexual, poder, delirio y muerte

Por Alfonso M. Becker
La más seductora, la más engañosa, la más peligrosa de las profesiones, desde la Grecia Antigua hasta hoy, fue siempre la literatura; y un diario íntimo, siempre fue una sentencia de muerte.
Decían de ella que era poseedora de un extraordinario poder de atracción sexual. No solo se trataba de una hermosa y guapa mujer sino de una hembra con un conjunto de cualidades, de naturaleza animal, destinadas a llamar la atención de los hombres, despertar la envidia del resto de las féminas y convertirse en el punto de confluencia de todas las miradas, allá donde estuviese.

Es cierto que la injusticia siempre es mala cuando cae sobre nuestra cabeza como espada de Damocles; es capaz de provocar la degradación de nuestras almas, y parece cosa normal y común cuando todo lo que es social determina la idea política o las ideologías comunes. En las mujeres ocurre, incluso, con todos los ingredientes del sexo.

El instinto de grupo era algo serio para una creadora… Llegó a decirle a una amiga que la fuerza del grupo es tan extraordinaria como el impulso irrefrenable de ser poseída por el hombre deseado…

Mirar a un hombre… que él devuelva la mirada y recoja tu mensaje milenario; que notes cómo se acerca, que compruebes cómo su secreto mensaje no es un saludo cualquiera en el territorio de la cortesía. Es el aliento del macho poderoso que te ha olido desde lejos.

Es el rey de la selva, dispuesto a perpetuar la especie. Y ella era la hembra que había ganado sobre todas las leonas de la manada. Como si el alma perdida le hubiese sido devuelta y de pronto comprendiera todo con otros ojos más abiertos hacia el infinito…

La mujer de mi relato cayó bajo el influjo de una moda que solo puede ser contemplada como un subproducto del instinto de imitación que tenemos todos los seres humanos; y otro instinto hacia el apareamiento, esa reacción de la hembra sofisticada, de la mujer artista, de la mujer que pinta cuadros…

Nada era para Mary más hermoso que sentir al macho poderoso y el maravilloso momento de la fecundación animal; la transferencia de vida, el mágico fluido del rey de la manada, el león para sentir el gran orgasmo de la vida personal y de la conservación de la especie…

Todo eso es vida… Una vida para pintarla y para contarla, sin duda… Aunque antes debería divorciarse para tener un margen más amplio de libertad, algo de dignidad y la discreción necesaria en el delicado paisaje de lo privado...

Es la utopía colectivista o los sueños milenarios de libertad; o las pesadillas seculares sobre amores carnales, el sexo evolutivo de la atracción fatal… Todo revuelto como un gazpacho de ideas que se despliegan como plumas de colores llamativos, precisamente, para llamar la atención.

Lo sé… Lo he experimentado y así lo transmito a mis lectores: hay mujeres que aman tanto la vida, que se les nota desde lejos… Llevan una mirada especial en sus ojos, son capaces de mantener una fina sonrisa mientras otean en los alrededores la presencia del macho.

Son capaces de clavar la mirada una milésima de segundo y a cualquier observador le parecerán horas interminables que se hacen eternas. Es esa forma lánguida de mirar que afirma lo que tú piensas sobre ella...

Es posible que su boca niegue, a través de sus finos labios, que sea una mujer envuelta en el misterio, que actúa con excesiva frivolidad y sin fundamento, y ello es el principal ardid de su despliegue artístico para seducir.

Sabe y hace saber que es moderna, que es libre, que es una fiera en la cama, que te obsequiará con su diabólica anatomía y que jamás volverás a estar con otra mujer que no sea ella…

¿Acaso hay una póliza de seguro más interesante y rentable que esa?

¡Ay de aquel que se cruce en su vistazo de apariencia ligera o superficial!

Porque puede ser un mito sexual y hasta parecer perversa cuando ejerce de hembra sobre un desamparado novato, un pobre estúpido enamorado, privado de ayuda y del socorro, necesario y debido, al que no ha conocido nunca el volcán en erupción entre las piernas de una hembra perfecta…

La mujer de la que hablo era pura sexualidad, era sexo en su totalidad; y podría ser científica, profesora de matemáticas, escritora, activista política o pintora; pero tenga usted cuidado porque simplemente es sexo, la gran locura del sexo brillantemente desplegado.

Sí, exacto, con todos sus encantos, sus gustos, sus orgasmos y su clímax velados con un ligero manto que no puede ocultar nada… Algo tan evidente, solo puede ser arte… El arte de amar.

Esta mujer de la que escribo existió, existe todavía entre todas las mujeres, y existirá siempre; porque es la mujer evolutiva, es la mujer libre que no entiende de convenciones, ni de leyes, ni de opiniones ajenas; es ella misma expuesta ante la sociedad democrática y ante el macho que pulula en los paisajes competitivos del liberalismo económico.

El hombre más famoso del mundo; el que transmite éxito y poder, merodeaba… Mary era la hembra especial que intuye y sabe, desde siempre, que todo ello multiplica por mil, o por un millón, el orgasmo; y entonces se revuelca como una gata indecorosa que se siente hermosa.

“Tan hermosamente guarra que dan ganas de morirse de gusto así” … Le escribió a una amiga, sin nombrar a nadie...

A sabiendas de que el resto de su vida se lo pasaría buscando al macho, como una félida caliente de Beltway, o una perra callejera de Capitol Hill… Donde todas las mascotas tienen su pedigrí… Todo hay que decirlo.

Qué más da… ¿Por qué preocuparse? Era la vida de una mujer clavando las uñas en la espalda del león y el que fue su marido le diría, un día, que en bragas y en sujetador era la mujer ideal envuelta para regalo…

Ella lo sabía porque el macho de la manada le susurró al oído y le hizo el amor como nadie lo había hecho nunca… Por eso se divorció y se entregó para siempre a la animalidad de las pasiones, a la perversión del juego amoroso y a lo que Dios quisiera…

Porque algunos, lo llamaban así… Dios...

Mary era un tipo de mujer especial que anteponía el sexo a todo lo demás; y es a través del sexo que comienza a comprender a su compañero de cama mientras la ciencia es incapaz de descifrar el misterio último del regio apareamiento.

Es la mujer capacitada para ofrecer toda su naturaleza al macho inexpugnable, al hombre poderoso, incluso al amo del mundo que cae desarmado ante su esplendorosa vulva y no tiene otro comportamiento que el de un adolescente tratando de quedar bien ante un clítoris angelical; esa parte del viejo enigma a desentrañar…

El mito sexual es mil veces más verdadero que cualquier personaje histórico… y contiene más verdad que la autobiografía de cualquier mujer. Ella puede contar lo que quiera, pero el mito es mito por la maravillosa narrativa de los demás; todos los que vivieron en su tiempo, los “testigos” que la conocieron, aquellos que fueron sus confidentes, los que la amaron con locura, o los que la odiaron…

Puedo expresar, con discreta humildad, que la mujer como amante perfecta dice siempre la verdad, o -mejor dicho- se le escapa lo real, lo afectivo, lo ingenuo, lo sincero, todo lo que es verdad; por la boca, por los gestos, por los pensamientos, por los modales, por sus descuidos y porque su cabeza se llena de pájaros amorosos que nunca dejan de piar...

Mary vivía una vida inmensamente feliz en una burbuja privilegiada; quizás por eso no exigía nada y llegó a confesarle a una amiga que nunca se sintió una cortesana como Marilyn Monroe… Nada de drogas, ni de mafias en el Star System, ni de orgías, nada de escándalos de promiscuidad…

Nada de eso… No, por Dios… era educada, tenía cierto estilo, una buena formación y se movía en un ambiente moderno de izquierda, nada de otro mundo, estaba de moda afiliarse al Communist Party of the United States of America...

Respecto al LSD era una iniciación a lo místico para poder pintar y escribir con las emociones a flor de piel… Bueno… sí inició al presidente de los Estados Unidos en la marijuana… ¿Quién no se ha fumado un porro?

Mary Eno Pinchot Meyer intentaba explicar que era una mujer libre y que su relación sexual con un hombre libre, era un asunto que no le concierne a nadie. Dejó de cultivar sus matices favoritos y sus magistrales pinceladas en la Escuela de Color de Washington…

Y siguió viviendo la vida, y era feliz siendo la amante de JFK, porque todo lo que le ocurría era maravilloso ¿Quién tiene ganas de pintar con la gran aventura que estaba viviendo?

Estaba viviendo una revolución personal y era testigo de los grandes cambios en la forma de pensar. Lo suyo no era nada parecido a los coqueteos del presidente con la tonta becaria de la Casa Blanca, Mimi Beardsley Alford...

Su relación con “Jack” (JFK) era algo mu distinto a lo que el presidente tuvo con la actriz Angie Dickison, o con la mafiosa Judith Campbell Exner y otras del montón…

Lo estaba viviendo todo como un sueño mientras hacía el amor en el Despacho Oval; y encima de la mesa más “sagrada” de la historia americana… Todo era tan bello y tan bonito que algunas veces no creía que estuviese ocurriendo de verdad...

Pero un día, unos toques de atención, sumamente graves, llegaron a oídos de su ex marido, un oficial de la CIA… El hombre con el que tuvo tres hijos. El marido al que abandonó para renacer en otra vida mucho más apasionante que la había vivido...

Las distintas oficinas de la Comunidad de Inteligencia Americana barajaban a una comunista, con relaciones peligrosas que además hablaba, más de la cuenta, sobre asuntos gubernamentales.

La enigmática Mary Pinchot Meyer estaba en boca de todo el mundo y la metáfora de “los calzoncillos de JFK” adornaba todos los poemas sobre un presidente al que llamaban en español “picha brava” y que reinaba en “Camelot”, Washington, y que poseía el harem más valioso del planeta.

A la soñadora Mary Pinchot Meyer no se le ocurrió otra cosa que contarle a una amiga y a su propia familia que escribía un diario sobre sus amores con John Fitzgerald Kennedy… Entonces se desataron todos los infiernos… El diario nunca apareció...

Tras el asesinato de JFK, la famosa Comisión Warren, publicó su informe y Mary Meyer no se conformó con ser discreta… Dijo que todo era falso y que sabía quién había matado al presidente americano…

Se decía en España que no hay envoltura que no tenga la forma de lo que envuelve. Eran los tiempos pobres y de miseria en los que todo se envolvía con papel… No había cajas ni dinero para pagarlas…

El cuerpo es la envoltura del espíritu y Mary Meyer se “desnudó” por completo… Nadie dijo si se había vuelto loca por el sexo, o si era su amante asesinado la causa de su absurdo protagonismo en un asunto tan delicado.

Paseaba meditando por el camino de sirga que flanquea el Canal de Ohio, pensando en su amante y en el escándalo periodístico que se había desatado con sus declaraciones. Les dijo a algunos familiares que tenía que poner en orden sus ideas…

Porque JFK era el amor de su vida… y hasta mostró a su familia una nota manuscrita de su amante presidente. Nunca se supo, quién y por qué, acabó con la vida de Mary Pinchot Meyer.

La atracción sexual, el poder, el delirio y la muerte, siempre acompañan a las relaciones peligrosas. Lo que sí se sabía con seguridad es que JFK estaba locamente enamorado de ella y que la Primera Dama, Jacqueline Kennedy, lo sabía…

Lo que también sabemos, desde hace unos miles de años, es que la más seductora, la más engañosa, la más peligrosa de las profesiones, desde la Grecia Antigua hasta hoy, fue siempre la literatura; y un diario íntimo, siempre fue una sentencia de muerte.

La hermosa mujer de la escribo fue asesinada a tiros una mañana del 12 de octubre de 1964 mientras paseaba junto al canal en Georgetown.




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