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Ciudadanos y consumidores

Por Antonio Sánchez Hernández
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miércoles 09 de agosto de 2017, 13:56h
La clase política dominicana, autoritaria y centralista, desde la Colonia hasta nuestros días, en 2017, ha explicado siempre nuestra historia de manera unilateral como el resultado de la acción de las élites dirigentes, olvidando que la sociedad está formada por dirigentes y por dirigidos. Así, por definición, los dirigidos han sido relegados al mundo de las sombras: han sido la masa, seres anónimos, informes, numerados, los de abajo, los parias. Grave equivocación, histórica y cultural que nos mantiene aún en la pobreza física y mental. Sin los de abajo no hay ni producción ni consumo. No hay riquezas posibles: ni materiales ni espirituales.

Los dominicanos hemos trajinado tanto por los cuatro puntos cardinales, desde la Colonia, bajo la égida de los grandes imperios económicos del mundo que nunca hemos podido encontrar nuestro propio centro: la unidad nacional y el desarrollo”.

En efecto, de 1492 a 1514 la economía real se caracterizó por la producción y exportación de oro: la población y cultura indígena comenzaron a desaparecer.

De 1514 a 1606 la economía real se basó en la exportación de azúcar de caña, cañafístula y cueros, hasta las devastaciones de Osorio. Nos pasamos todo el siglo XV1 en lucha contra la reforma, contra el comercio de los países de la iglesia reformada.

El siglo XV11 fue dominado por la producción agrícola de subsistencia, años que nos pasamos en guerra contra bucaneros y filibusteros.

Durante el siglo XV111 vivimos básicamente de la producción y exportación de ganado en el norte y de maderas en el sur, años que transcurrieron peleando una guerra fronteriza contra la penetración francesa.

Durante el siglo X1X, vivimos de la autosuficiencia agrícola, del tabaco y de la madera hasta que se producen las grandes inversiones azucareras en 1880; se comienza sembrar café y cacao para la exportación (1978: Alemán). Fueron años de combate contra los haitianos, años de invasiones, de luchas o amenazas de luchas.

Desde el mismo día de nuestra separación de Haití en 1844 comienzan las luchas entre caudillos, nuestras propias montoneras.

Solo en el siglo XX conocimos la agricultura y ganadería de mercado, se crea un pujante sector exportador basado en el azúcar, y se vive además del café, cacao y tabaco, hasta 1975, en que la economía real gira hacia los servicios. El siglo XX conoció la primera ocupación yanqui, de l916-l924, la tiranía de Trujillo inmediatamente después, de 1930-1961 y la democracia de palabra, de partidos, desde l963 hasta 2017, interrumpida por la segunda intervención militar yanqui de 1965.

Resumiendo: a) La historia económica de la época colonial consiste en fracasos, crisis, abandono administrativo, despoblaciones e invasiones extranjeras: ni la población ni la riqueza crecieron. b) Desde la formación de la República en l844, nos caracterizan las luchas entre caudillos, la vida en constantes montoneras: la riqueza y la población tampoco crecieron. c) el siglo de oro del desarrollo dominicano ha sido el siglo XX. El azúcar hasta l975, a pesar de la pérdida total de libertades y de la dramática concentración del ingreso de l930-l961. Y a partir de l975 la economía real de servicios: turismo, zonas francas, remesas, telecomunicaciones, industria de la construcción. En todo el siglo XX la población creció en un 700% y la riqueza aún más, particularmente de 1960 al 2000.

En este período de globalización, de 1990 al 2017, exhibiendo un vulgar materialismo, se reivindica ahora a los de abajo con un tierno sobrenombre: consumidores. Así, los dominicanos seríamos 10 millones de consumidores, no 10 millones de ciudadanos, con nuestros derechos, deberes y proyectos. En la escalera social el hombre es un ser que desea, arriba o abajo. Sobre el particular Octavio Paz nos dice: "el desarrollo real no significa progreso cuantitativo únicamente, ante todo es, y podría ser, solución al problema de la convivencia como una totalidad que incluye tanto el trabajo como el ocio, el estar juntos y el estar solos, la libertad individual y la soberanía popular, la comida y la música, la contemplación y el amor, las necesidades físicas, las intelectuales, las pasionales". Ese es un ambiente propicio de ciudadanos libres y creativos. Ahí el hombre no es un simple consumidor, es un real ciudadano.

Pero resulta que vivimos un mundo de desigualdades extremas. Las clases dirigentes de países pequeños acatan los disparates económicos y culturales de las clases dirigentes de las grandes naciones. Hillary Clinton, entonces primera dama y senadora de los Estados Unidos, denunció en Florencia a la globalización como "una amenaza a la cultura", en el curso de una conferencia internacional sobre el valor de la cultura en los países en desarrollo. "La globalización, dijo, de por sí no es buena ni mala: Internet y los satélites han acercado al mundo, garantizando mayor conocimiento y capacidad de vivir mejor, pero la globalización puede amenazar las tradiciones y la cultura y crear consumidores en vez de ciudadanos". Las palabras de la ex-primera dama de los EE.UU. contra la masificación de los gustos y las referencias culturales fueron interpretadas por numerosos asistentes a la conferencia como una crítica, o mejor como una autocrítica a la "norte americanización" del mundo.

Por su parte el escritor mejicano Carlos Fuentes nos dice: "Ya hay dos mil millones de pobres en el mundo. Sólo en América Latina una de cada cinco personas padece hambre y la mitad de la población de latinoamérica, vive o sobrevive como menos de 90 dólares al mes. Corremos el peligro de crear una subclase estructural permanente, excluida de las bondades de un sistema de darwinismo global, que sólo beneficie a los más aptos y deje a la vera del camino a los que se queden atrás de la carrera: la creciente masa de marginados. La R.D. tiene un 56% de pobres.

La República Dominicana se formó, al decir del profesor Juan Bosch, en base a una sociedad de castas: gente de primera, gente de segunda y el pueblo propiamente dicho. Esta división de castas, oligárquica, empalmaría muy mal con el proceso actual de globalización que se implanta en todo el mundo. Para nuestro país, para los 10 millones de ciudadanos dominicanos, aceptar el proceso de globalización sin los ajustes necesarios, sin un proyecto nacional propio, sin instituciones sólidas, sería lo mismo que reiterar nuestros errores del período colonial y del período republicano: reconocer una vez más, de manera equivocada, que hay culturas superiores y culturas inferiores, pueblos superiores y pueblos inferiores, ciudadanos superiores y ciudadanos inferiores. Si así lo hacemos, crearemos consumidores en vez de ciudadanos, seguiremos padeciendo del complejo de Guacanagarix. ¿Que es un ciudadano?: es alguien capaz de gobernar y ser gobernado, al mismo tiempo. Todo el mundo es capaz de gobernar y ser gobernado de manera institucional. La política es un asunto de ciudadanos libres, no de élites políticas corruptas, de brujos modernos, de seudoespecialistas, sino de hombres simples organizados de manera institucional, en los campos y ciudades. Un ciudadano es un ser que dialoga, que reflexiona, que incorpora talentos, demócrata, planificado, con un nivel intelectual suficiente para vivir en armonía, consigo mismo y con la sociedad en que vive. No es un simple consumidor, es un creador. Un creador de riquezas y de cultura.

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