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La modernidad de Santiago

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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jueves 10 de mayo de 2018, 22:39h
Monumento a los Héroes de la Restauración de Santiago.
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Monumento a los Héroes de la Restauración de Santiago. (Foto: Fuente externa)
“Me parecía que la literatura agregaba cuartos al mundo, como se le agregan cuartos a una casa. Y esos cuartos eran infinitos y atractivos. Creo que las buenas historias son como casas en las que a uno les gusta vivir. Me gustaría escribir historias que el lector recordara como sueños. De tales o cuales cosas no sabré lo que pienso hasta haber escrito sobre ellas”. Adolfo Bioy Casares.

Y pensar que había vuelto al Santiago moderno, de retirada, siguiendo la ruta del elefante. Los elefantes son animales intuitivos, saben de su propia decadencia física, de su eterna inanidad. En la India, lugar místico, los elefantes regresan siempre a su punto de partida, a su patria chica, al lugar sagrado, cuando sienten que las fuerzas se le acaban. Para morir, para terminar felizmente con el ciclo de la vida. Y pensar que había vuelto a Santiago con la finalidad ilusa de escribir un libro de literatura donde el Santiago histórico quedara vertebrado al Santiago moderno.

Ojalá tenga fuerzas por lograr ese objetivo. Toda esta historia comenzó con el alquiler de un apartamento grande y espacioso en la parte céntrica de la ciudad. Todo comenzó con el regalo de unas cortinas color beige,
iniciativa de una hermosa cuñada, como punto de partida para la decoración del apartamento. Pensaba ante ese regalo hospitalario: si todos los bienes del mundo de pronto pudieras tener, si todas las cosas hermosas pudieras hacer, tendrías tantas cosas bonitas, una hermosa sala, un comedor para recibir amigos, y las rosas las podrías encontrar en cualquier jardín.

Si además buscas y todo lo encuentras, si miras y encuentras amor, la vida sería tan hermosa para sonreír y me preguntaba: si todo el amor que tú esperas de pronto pudieras tener ¿Qué harías con él? Es tanta la gente que lo sueña, que anhela que el amor sea realidad, recuerda que para que puedas amar, la vida te debe enseñar a llorar, y en esas lágrimas buenas buscar el amor, mirar el amor, tocar el amor, vivir del amor. Las pinturas y libros recogidos en medio mundo alumbrarán el estío de tu llegada, estarás rodeado de esculturas del maestro Prats Ventós y de los dibujos de un hombre anciano de hermosa sensibilidad: Aquiles Azar. Era un buen inicio. A seguidas pensé que he comenzado un nuevo ciclo. No se sorprenda en lo absoluto: caminante, trota mundo, eterno migrante, vamos llenando y cerrando ciclos. A los dieciocho junios saldría de mi pueblo santiaguense hacia la capital. A los diecinueve ya estaba en Europa. Doce años después y se cierra ese ciclo europeo, con el retorno a la isla. Recuerda que entonces, su actitud pasaba por excéntrica y excesivamente aristocrática para los habitantes de la ciudad capital, con sus criterios convencionales, sus preocupaciones pedestres y su educación insuficiente: incapaces de comprender el estilo de este señor, en el sentido europeo y democrático de la palabra. En ese pequeño mundo capitalino de 1975, cuya única preocupación carnal era ya hacer dinero, no encontraba un verdadero campo de acción para su espíritu esencialmente manso y contemplativo, de honesto profesor de la universidad, en medio de un mundo político altamente contaminado.

Siendo el menos autoritario de los hombres, con actitudes docentes, que llevaban el fuerte sello de su personalidad santiaguense, provocaba comentarios. La gente se inclinaba a atribuir su manera de ser al hecho de haberse educado en Europa, pero en realidad Rusia y Francia solo habían logrado desconcertarlo e incapacitarlo para la vida de una ciudad capital que nacía robusta, pero retorcida de violencias políticas y sociales. La una, Rusia, le había infundido un gusto por la especulación metafísica que le contradecía con la índole violenta del entorno caribeño de la guerra fría. París, a su vez, había intentado convertirlo en un pedante, con el único resultado de desarrollar su afición por la filosofía, al punto de hacerlo incapaz de practicar el arte que más amaba: la escritura. Pensaba y sufría mucho, pero le faltaba la fuerza necesaria para atreverse al mayor sacrificio, primer requisito del que hace algo en un medio propio que le resultaba distante. ¡Estaba enemistado con su propio entorno social, qué horror!, era hijo de una tierra, herencia de tiranos, de caudillos.

Somos hijos de nuestro paisaje y el paisaje nos dictaría nuestra conducta e incluso nuestros pensamientos, solo en la medida que armonizáramos con él. No concibo una mejor identificación. La ciudad capital era entonces violenta e inculta y el ciudadano un pobre consumidor, solo un manso cordero libertario, mal o bien informado. Y nada más. Esto demuestra que vivimos vidas que se basaron en una selección de hechos imaginarios. Nuestra visión de la realidad estaba condicionada por nuestra posición en el espacio y el tiempo, no por nuestra individualidad, como nos complacemos en creer.

Por eso toda interpretación de la realidad se fundaba en una posición única. Dos pasos al este o al oeste, y todo el cuadro cambiaba. Algo por el estilo…En cuanto a los personajes humanos, sean reales o inventados, son animales que no existen. Cada psiquis es en realidad un semillero de predisposiciones antagónicas. La personalidad concebida como una entidad con atributos fijos es una ilusión…!pero una ilusión necesaria si queremos enamorarnos de algo tan poderoso como es el cambio de la sociedad misma! Cuando se arranca una flor, la rama vuelve a su posición primitiva. Con las cosas del corazón no ocurre lo mismo.

Luego de vagar por Méjico, se cierra el ciclo mejicano que creía nuevo y original: comienza el ciclo de vivir en Santo Domingo durante tres décadas; entonces supo que ese ciclo, también había terminado el día que se jubilaba, curiosamente el mismo día en que también puso rejas por primera vez en las puertas y ventanas de su céntrico apartamento, por temor a una nueva y desconocida delincuencia. Y a partir de entonces, comienza el retorno a su patria chica, el ciclo del Santiago moderno, ya en la tercera edad.

En este nuevo ciclo, había llegado a un punto muerto. Le faltaba la voluntad necesaria para hacer algo de su vida, para mejorar su situación trabajando intensamente o escribiendo, e incluso para hacer el amor. No sabía que le ocurría. Era la primera vez que le faltaba verdaderamente el deseo de sobrevivir. A veces ojeaba las páginas de un manuscrito o las viejas pruebas de una novela o de un libro de cuentos, distraído, con disgusto, con tristeza, como si examinara un pasaporte vencido, caduco. Algunos de mis encuentros con amigos, eran interesantes y aún más, conmovedores, pero había perdido todo gusto por clasificar las emociones y ellas solo existían como figuras planas proyectadas en una pantalla.
  • Con una mujer sólo se pueden hacer tres cosas: quererla, sufrirla o hacer literatura. Y se sentía incapaz de esas tres formas de sentimientos-
Santiago: una hermosa sensibilidad.

Todo comenzó con el color beige de las cortinas y luego los muebles adoquinados pertinentes: iría acompañado de sus propios sueños, bordeando los pasillos de un amplio apartamento, hasta llegar a las tres habitaciones y la decoraría con el buen gusto de la fantasía beige. Se pondría cómodamente beige. Estaría cerca de su familia, que la sangre pesa más que el agua. Pasarían los días, las semanas, los meses y se sentiría nueva vez en su patria chica. En ese proceso de adaptación formaría una red social de amigos, entonces se sentiría en casa, nueva vez como un abuelo santiaguense de la tercera edad. Aquí recordaría la vida en Europa: Moscú y París serían un gran amor a ciegas. México sería un retorno al anonimato. Finalmente Santiago. Todos estamos en Santiago perdidamente enamorados del mundo exterior, de París, de New York, aunque haya algo verde, una especie de musgo, que sé yo. En el Santiago de hoy era igual, brumas, no conocía de verdad a nadie, en seguida habría cosas raras, historias pasadas, una mujer, algún aborto. Pobre amor el que de pensamiento se alimenta. Lo sé por los ojos de una vieja amiga de Licey , por la forma en que me miraba y me mira, como una griega, vestida como un fósforo encendido cuando se lo prende y le crece de pronto todo el pelo; apenas dura un instante pero es maravilloso. Me parecía una griega de la ciudad de Atenas, con sus ojos verdes claros…El pensaba así porque ella lo llenaba de hermosura, de su piel estaba saliendo ella, la veía como un ectoplasma y se aguantaba las ganas de llorar pensando en su antigua casa colonial lejana de otro lugar donde nos conocimos, y donde yo la soñé más de una vez.

Piensa que en este intento de retorno a Santiago, ha comenzado por ser feliz, donde hace muchas décadas también había sido feliz y que con el regreso a Santiago ya habría ganado el cincuenta por ciento de la batalla. Como dice Pedro Mir, en su poema “Hay un país el mundo: dadme fuerza, coraje para hacer esta canción”.

Esa tarde radiante el alma del vino cantaba en las botellas. Se oía llover bajito, todos estaban tan bien, reunidos cómodamente. Es que cuando llueve bajito, en el verano cibaeño, en todo buen vino duerme un pájaro ruiseñor. Recordaba festivamente aquel Santiago histórico, estudiante del Instituto Iberia, en plena calle El Sol, ahí me saqué un cien en una composición, donde escribí la historia de un ruidito. Era un ruidito simpático, que iba y venía, le pasaban cosas…Lo recordé porque quise, lo asocié a esa tarde radiante, al buen vino Chateaunef du Pape, al verano cibaeño, donde se oía llover bajito, en esa primera reunión de amigos…cincuenta y cuatro anos después.

Toda tentativa de explicarlo fracasa por una razón que cualquiera comprende, y es que para definir y entender, cincuenta y cuatro años después, tendría que estar fuera de lo definido y lo entendible. Y así ocurre que ahora el hombre solamente parece seguro en aquellos terrenos que no lo tocan a fondo: cuando juega, cuando conquista, cuando hace dinero, cuando arma sus diversos caparazones históricos, no cuando mira con los ojos de la nuca. Bueno, no es solo que haya que intentar vivir, puesto que la vida nos es felizmente dada. Hace rato que mucha gente sospecha que la vida y los seres vivientes son dos cosas aparte, sobre todo si regresas del pasado hacia el presente, como un astronauta a la patria chica. La vida se vive a sí misma, nos guste o no. Probablemente de todos los sentimientos él único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.

Estoy de acuerdo en que mucho de lo que me rodea es nuevo, casi absurdo, pero probablemente damos ese nombre a lo que no comprendemos todavía, en esa larga ausencia donde ha llovido largamente bajo los puentes. Ya se sabrá alguna vez. También podríamos poner el optimismo en la cuenta de la vida pura. Lo que hace la fuerza interior es que para usted todavía no hay futuro, que solo el presente existe, como es lógico en la mayoría de los agnósticos.

Siempre estás en el presente. Lo absurdo es que el presente no parezca un absurdo: muchos miramos hacia atrás con los ojos en la nuca. Otros miramos hacia adelante con la mirada del águila. Queda el absurdo de estar en el presente, que salgas por la mañana a caminar tus tres kilómetros diarios, y no encuentres la botella de leche en el umbral de tu puerta, como si fueras un inglés de Londres y te quedes tan tranquilo porque ayer te pasó lo mismo y mañana te volverá a pasar. La acción de la botella de leche hurtada en el umbral de la puerta puede servir para darle un sentido a la vida, al presente, sería el equivalente, un detalle sobre eso que llamas la actitud central. A lo mejor en ese mismísimo centro hay un perfecto hueco…cuando vives en esta periferia del mundo, en una isla del Caribe, en el Valle del Cibao ¿Encontrarías la leche o el periódico en el umbral de tu puerta o en la puerta del vecino?
En las islas del Caribe hay un sentimiento, una psicología de isleño. Continente no es isla. Los países continentales tienen fronteras entre sí: el comercio y el turismo les permite hacer comparaciones, reafirmar identidades. Cada dominicano , aunque sea un emigrante, siente que es una isla. Todos los días reafirma su personalidad diciéndose: yo mismo soy, los demás que me aguanten o se vayan al demonio. No solemos contar demasiado con los angustiados mortales que nos rodean. La isla, dicen algunos, nos hace psicológicamente isleños, poco solidarios. Pretender que cada uno es el centro, es incalculablemente idiota. Un centro tan ilusorio como sería el don de la ubicuidad. No hay centro, hay una especie de confluencia continua, de ondulación de la materia. A lo largo de la noche yo soy un cuerpo inmóvil, y del otro lado de la ciudad un rollo de papel se está convirtiendo en el diario de la mañana, y a las ocho y cuarenta yo saldré de casa y a las ocho y veinte el diario habrá llegado al quiosco repartidor de la esquina, y a las ocho y cuarenta y cinco mi mano y el diario se unirán y empezarán a moverse juntos en el aire, a un metro del suelo, camino hacia el trabajo.

Lo que realmente me ocurre es que no soy un poeta. No siento como el poeta a la ciudad como una enorme panza que oscila lentamente bajo el cielo, como una araña enorme con las patas en el río Yaque, pobre bestia, con lo sucio y contaminado que es hoy este río. Al marcharme tan joven y al regresar tan viejo se produjo una amputación violenta y las amputaciones violentas son malas, después te duele el muñón toda la vida. Al palo dado la respuesta es música, baile, alimento melancólico para los que vivimos del amor. Vivimos en una época donde los viajes es la migración misma, tan frecuente como la música. Ahora nos gusta solo caminar, caminante no hay camino se hace camino al andar. Cincuenta y cuatro años migrando, desde que el pasaporte es bueno para todo el mundo, incluso para Rusia y sus satélites. Estos viajeros santiaguenses hicieron de los viajes, la partida hacia todas partes, hacia cualquier continente del mundo. Ahora viajar es tan fácil, que esas imaginaciones le repugnaban por lo fáciles, aunque estuviera convencido que al ser dominicano de hoy habría que agarrarlo por el lado de la vergüenza, buscarle el rubor escondido por un siglo de usurpaciones de todo género como tan bien lo explican los ensayistas, y para eso lo mejor era mostrarse como ciudadano del mundo, aunque de alguna manera el viaje hacia el infinito no se lo podía tomar en serio como pretendía, en su huída económica hacia los grandes macizos continentales.
  • “Pensar que me moriré sin haber visto en la primera página del diario la noticia de las noticias: se cayó la torre de Piza. Por fin su torcedura tuvo un fin venerable”-
La vida tecnológica nos atrae tanto porque al ser isleños, nos conformamos con demasiado poco. Olvidamos casi siempre que la innovación, la creatividad, es superior a la tecnología misma y que la innovación nace en la base misma de la sociedad, en su población creativa, no en el Estado. Generalmente las instituciones del Estado en R.D. son una barrera insalvable para los innovadores. Una retranca. ¿Cuánto tiempo es necesario esperar para crear una empresa? Mientras más pobre somos, mientras más larga la pobreza de cada región, mayor es la espera. Es sabido que las empresas, base del progreso real, iniciativa de los innovadores, tardan demasiado tiempo para ser creadas, para ser aceptadas por las burocracias del Estado. Inclusive la propia experiencia de la tecnología mundial lo demuestra. No es solo aquí, en esta tierra negra, llena de mujeres hermosas. Solo en países con probada mentalidad empresarial, las empresas en el campo de la tecnología se abren paso rápidamente desde las propias comunidades. Lo mismo sucede en las relaciones interpersonales. Cuando los amigos se entienden bien entre ellos, cuando los amantes se entienden bien entre ellos, cuando las familias se entienden bien entre ellas, entonces nos creemos en armonía. Engaño puro, espejo para alondras. A veces, al ver la descomposición extrema de la familia moderna en todo el mundo, cuando los celos, la venganza y el dinero galvanizan lo cotidiano, pienso que entre dos que se rompen la cara a trompadas o se matan a balazos, hay más entendimiento que entre los que están ahí mirando desde fuera, reflexionando sobre la descomposición social y deseando el regreso a la mano dura, a la dictadura de la nada…
Lo mismo nos da nos da vivir en Buenos Aires que en Groenlandia, en Santiago de los Caballeros como en Santo Domingo de Guzmán, lo que demuestra que la madurez, suponiendo que tal cosa existiese, era en último término una hipocresía. Nada estaba maduro, nada…ya migrar o sentarnos a esperar es lo mismo, incluyendo a las mujeres emancipadas e intelectuales que trabajan en la metáfora de los circos modernos, en el espectáculo desencadenado de este mundo global donde escapar hacia el exterior es la mejor salida para las personas pobres o ricas que quieren mejorar su condición de vida. Ahora nada es nada, se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en más de un sentido. Que volver a la ruta del elefante, era resignación pura. Cuando supe hace pocos días que Jimmy Carter, físico nuclear y ex Presidente de los Estados Unidos, declaró a la prensa internacional que no usa el Internet ni el teléfono ni las redes sociales, para evitar ser espiado en su vida privada por los satélites y cables submarinos de su propio país, se me puso la piel como carne de gallina: entendí que en el control planetario, todavía no hay nada nuevo bajo el sol, más que intereses…La verdad, es cierto, aunque duela, no puede ser organizada.

En nuestra isla, desde 1492 al 2014, han pasado diecisiete generaciones de treinta años, y que ahora, en libertad, ¡oh que concepto tan bonito!, se podría pensar que hemos vivido secuestrados, de silencios en silencios, en esas lágrimas buenas de una generación a otra: mirar el amor de una página en blanco a otra, también en esta generación diecisiete, la más libre de todas, desde que llegaron los españoles en la Santa María, la Pinta y la Niña.

Imagínese usted que desde el 1962 al 2014 hemos votado doce veces, en libertad, siempre con mañoserías, pero libres. Que recuerde en 1962 votó el 84% del universo total de votantes. En el 2002, cuarenta años después, apenas votó el 45% de ese mismo universo, es decir que un 39% ha salido del juego electoral en los últimos cuarenta años, un promedio de un 4% menos por cada elección celebrada. Y sin embargo, dicen los observadores que se dan los mismos síntomas: seguimos siendo alabarderos del Poder, simuladores, donde muchos de nuestros intelectuales modernos, por conveniencias, no conciben otro espacio que la simulación a la autoridad. “Del mismo modo que una mujer, a quién dejamos en plena calle, va perdiendo su individualidad a medida que se aleja y ya no es, desde lejos, sino un transeúnte igual que los demás”, los ciudadanos de este nuevo país dominicano, se han ido retirando paulatinamente de los torneos electorales. En una de esas elecciones miraba una promoción televisiva donde una niña de ocho años, explicaba cómo se podía votar con una boleta de triple opción. Me quedé pensando que nuestras comunidades, siempre pasivas, son como un silogismo al que le faltan premisas verdaderas, vale decir, el respeto. Curiosamente esta comunidad nuestra, isleña, tan pasiva en la solución de sus propios problemas, quiere la democracia, sabe que democracia es igual a desarrollo, aunque no sabe ni quiere saber, que su bienestar es el resultado de su propia participación, no el camino hacia él…
Nuestra población ha estado profundamente incorporada a los procesos electorales desde que salimos del hombre del bicornio, hace 54 años, en un rito que simboliza su propio presente. Hay que contemplar de cerca esas muchedumbres, donde existe mucho dolor y casi ningún espacio para el error, ese río humano que se movió por las ciudades y campos detrás de sus candidatos, deseosa de escuchar ofertas concretas que embriagaron sus espíritus. Esa población cree todavía que puede cambiar sus oportunidades a través del voto, que por el voto elegirá un hombre protector que no la desampare, que la proteja de la muerte, que esta deje de convertirse en el objeto de su contemplación, para que comience un ciclo de renovación social, impredecible, inacabable, que saque las miserias materiales y espirituales de sus cuerpos. Pero delega, delega, delega y no se asume directamente. Es un cheque en blanco. Vivimos por delegación. Ese ha sido nuestro centro isleño. Que el pasado caciquista, presente en casi todos los aspectos de la vida se debata en las urnas, libremente; ese pasado que está soportado por el cinismo y el temor, por antiguas sonrisas y fórmulas arcaicas de cortesía, por guerras y violencias tradicionales, por gentilezas de un mundo viejo que comienza a desvanecerse, a alejarse de nosotros, como poesía de una hora desesperada, y que ojalá no desaparezca demasiado tarde del panorama ciudadano. La mayoría de la población de esta última generación inteligente (abuelos, padres e hijos) votará nueva vez por delegación en el próximo torneo electoral del 2016. ¿Sabes por qué?
  • ¿Por qué?-
Porque se siente secuestrada como una fotografía harto borrosa y tomada a contraluz durante un paseo olvidado. Hemos pasado de la total mudez a la total sordera. Ahora todo el mundo opina, habla, gesticula y oferta, pero casi nadie escucha y por eso cada día son más los apartidistas. Los ensayistas dicen que es porque los Poderes del Estado no son independientes, como se estila en las democracias avanzadas. Lo cierto es que para esta última generación, la del mundo de la informática, los días parecen sucederse todos iguales, cada uno tan largo como un verano caluroso y húmedo. Esta crisis de representación es lamentable, y no tiene por qué ser reproducida en unos lienzos enmarcados en dorado: pero eso sí, con el respeto debido, a esa mayoría apartidista las cosas hoy le parecen de la misma manera, muertas en sí mismas, donde símbolos y palabras se desprenden como carnes que se pudren.

Las generaciones anteriores, cuando éramos jóvenes, vivimos de la mudez obligada en medio de una tiranía trujillista o en medio de constantes montoneras en el siglo X1X. Ojalá que estas tierras de pobrezas modernas nos regale lo mejor de su clima, que su austera candidez nos ciña en un tierno abrazo con los frutos abundantes de la tierra y podamos olvidar y renacer: el presente, historia real de la anécdota colectiva nos esperará siempre, otra vez el 16 de mayo del 2016…
  • ¿Abuelo, por el tono de sus palabras, se podría sugerir que también Trujillo fue el resultado natural de nuestras viejas montoneras caciquistas?-
  • Correcto. Pero fue un cacique excluyente, como casi todos, y el más duro y radical de todos, y en ese sentido es especial. Si los caciques dominicanos fuesen ficticios, no hubiesen habido 56 cambios de gobiernos y centenares de fallidas montoneras, desde la fundación de la República en 1844 hasta el 1916, fecha de la primera intervención militar norteamericana. En cierto modo, los caciques dominicanos, militares y civiles, tienen algo de fantástico. Nuestra realidad política ha sido incoherente y los ciudadanos reflejamos esas incoherencias, mientras no se nos someta a un proceso de figuración por la palabra, histórica y poética. “Nuestros caciques siempre han buscado la imagen de personas muy coherentes, pero no olvidemos que lo que sabemos de ellos, ya nos viene dado o configurado. La República ha podido destruir los retratos de los caciques y aventar sus cenizas, pero no su recuerdo”. Nosotros hemos querido a nuestros caciques, somos sus creadores, pues en medio de la pobreza general, el país se consustancializa con el que manda, o al menos eso dicen los que mandan. Todos han tenido un comienzo y un final. Se me ocurre pensar que lo que los dominicanos hemos buscado y necesitado, hasta ahora, es a una persona, a un cacique, a la que podamos admirar y despreciar al mismo tiempo, que satisfaga el orgullo personal y la necesidad de la maledicencia; alguien que reúna en su persona cualidades visiblemente contradictorias, de suerte que los ciudadanos, pasivos como siempre, vean que sus obras positivas nos justifican, y sus defectos, enormes en la figura de un cacique, sean para los que comentan un preciado manjar.
  • -Abuelo, sin embargo, “volver a elegir caudillos es lo mismo que sacar de la nada, algo que sigue siendo nada, al mismo tiempo que lo es todo”-
  • Efectivamente. Pero las tradiciones caciquistas son “nuestra gran fuerza de freno, la gran fuerza de inercia de nuestra historia”. Ahora, en libertad formal, esta última generación de dominicanos, de estreno, vive sumida en la sordera y el descreimiento. Culpan a la clase política de ser “una construcción inacabada y con su excepticismo les recuerdan la ruina en que se convertirán un día, pues en esencia todo constructor, a la larga, si no tiene continuadores, sólo edifica para el derrumbamiento”.
  • ¿Abuelo, de veras cree usted que estamos construyendo ahora una generación de sordos?
  • Mi querido nieto, no solo en R.D., en todas partes, el mundo se ha vuelto sordo y de ahora en adelante, sólo se conquista con el esfuerzo o con el sacrificio, con el trabajo o con el rito. Parece ser que esta generación, a la que perteneces, cree que hay en la vida de cada generación y de cada hombre, períodos en los cuales se existe realmente y otros en que sólo se ve un aglomerado de responsabilidades, de fatigas y de vanidades. “Donde la mayoría de los hombres mueren a los veinte y treinta años, porque pasada esa edad no es sino su propio reflejo, repitiendo de una manera cada vez más mecánica y gesticulante, lo que han dicho, hecho, pensado o querido, en la época en que realmente eran”. Si ni siquiera muchos de ustedes, a pesar de los avances tecnológicos, pueden disponer de un empleo decente o de una pensión razonable para ser un viejo simpático, medios para casarse, comprarse un apartamento, un vehículo o ahorrar para el futuro, sienten que la vida se ha detenido en su presencia, que están viviendo como quién viaja, cargados de placeres y de olvidos y por eso son capaces de albergar una dosis tan elevada de indiferencia. Saben por experiencia propia que han nacido en libertad, pero también que la ternura humana necesita soledad a su alrededor y un mínimo de sosiego dentro de su inseguridad. “No obstante, sienten que se hace mal el amor y se vive mal la amistad en un dormitorio donde se habla de modernidad, pero donde se guerrea por ser el más corrupto”. Donde se habla de oferta y demanda, del juego invisible del mercado, pero donde los celos, la venganza y el dinero son los verdaderos becerros de oro. Y se encogen de hombros, manifestando que ninguno de esos juegos físicos tiene ya la debida importancia. Puedo estar totalmente equivocado, me equivoco muchas veces, pero ustedes, la juventud actual, son la generación del escepticismo, la generación apartidista, la generación de la informática, la generación secuestrada. ¿No es así? ¿Dímelo tú que eres de esta última generación?
  • Lo que le puedo decir es que estamos cansados de demagógicas ofertas políticas: vergüenza contra dinero, yo soy la paz, gobierno de niño, manos limpias, gobierno de juventud, primero la gente, gobierno compartido, soy un hombre de palabra. En plena libertad, hemos votado durante más de cincuenta años por todos los partidos y hemos vivido en nuestra propia piel los mayores desengaños sucesivos. Pasivos como somos, la mayoría de las veces votamos en contra, para salir de alguien, no a favor de un proyecto nacional propio. Pero no estoy tan seguro de que seamos una generación de sordos. Solo sé que aspiramos apenas a un tipo de sociedad donde se pueda obtener “solución al problema de la convivencia como una totalidad, que incluya tanto el trabajo como el ocio, el estar juntos y el estar solos, la libertad individual y la soberanía popular, la comida y la música, la contemplación y el amor, las necesidades físicas, intelectuales, pasionales” ¿Es mucho pedir? Es cierto que nos sentimos manipulados, porque ciertamente nos han manipulado. Estamos hartos de que nos manipulen cada cuatro años, y de hecho hemos conseguido muy poco, casi nada, como no sea la libertad formal y el camino franco hacia el exterior, que es mucho. Hoy vivimos en todas partes del mundo. Europa está llena de nosotros. Venezuela, Puerto Rico, New York, Alaska, Australia, Medio Oriente, Sudamérica. Hasta las tundras rusas saben de nuestra presencia. Somos apenas visas para un sueño y estamos ya regados por el mundo, como lo canta tan bien Juan Luis Guerra.
  • Mi querido nieto, si lo que me dices es cierto, usted tiene solamente dos caminos: o se organizan y eligen directamente a sus propios candidatos por vía autogestionaria, o se abstienen de votar para siempre. Cada quién se rasca con su propio palo. “Recuerde que la política es un arte que muchas veces encierra sus esfuerzos dentro de límites implacables. En ese sentido puede decirse que la pobreza es nuestra gran maestra, no solo de pensamiento sino de estilo: cuando el tiempo está medido y las palabras contadas, no se dice nada que sobre y se adquiere el hábito de pensar sobre lo esencial. Así se vive el doble, teniendo menos tiempo para vivir”.
  • ¿Y viviendo de forma apresurada, dejaremos de ser sordos? ¿No es otra idea quijotesca? ¿No sería mejor quedarnos quietos, como hacían los indígenas aztecas en Méjico o los taínos aquí en este valle, tranquilos, abrazados a una lógica colectiva, en el mismo centro?
  • No lo sé, ni tampoco creo que a mi edad, eso ya me concierne. Lo único que te puedo asegurar, con cerca de noventa años a cuestas, que “como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectivas que nacen de sus líneas”.
  • Abuelo, pues ahí le van tres observaciones tan antiguas como los viajes de Cristóbal Colón, como parte de la experiencia de la última generación de esta isla sin tiempo.
Primera observación: “¿Acaso no podremos curar un espíritu enfermo, arrancar de nuestra memoria un dolor arraigado, borrar el pesar escrito en nuestro cerebro, liberar nuestro agobiado pecho de todo el veneno que nos oprime el corazón, desde hace cinco siglos? ¿Seremos nosotros capaces de integrar culturalmente lo que España ni quiso ni pudo, para que razas y culturas no se sigan anteponiendo? ¿Es que acaso un mestizaje tan largo no podrá mirar el presente con optimismo, con algún plan de desarrollo que abarque a mi generación y a las que nos siguen?”
Segunda observación: “¿La libertad, la democracia, la justicia, esas tres piedras en que decimos descanzar y de las cuales sólo la libertad es un hecho real, son eslabones demasiados complicados para un criollo, producto acabado de dieciséis generaciones de pobreza mulata?”
Tercera observación: “Nuestra isla y nuestros pobladores, se asemejan a otros países de nuestra América Latina, con los cuales compartimos la misma mezcla de elementos culturales medievales europeos, junto a componentes mágicos africanos o indígenas, y más recientemente el discurso racional y cientificista de Europa Occidental y ahora de los Estados Unidos. La falta de integración de los componentes de esta mezcolanza cultural, se refleja todavía en todas nuestras instituciones sociales y crea contradicciones profundas que no nos permiten actual con eficacia”. ¿Es que no seremos capaces, en la práctica, de planificar nuestro presente? ¿Acaso no podremos vivir más que prorrogando nuestro presente, en el arte permanente de dejarlo todo para después, con libertad, pero sin democracia y sin justicia? Desde mi punto de vista, hace falta un plan nacional de desarrollo de largo plazo, orquestado por nuestras comunidades. ¿Usted que cree, abuelo?
  • “Creo que el paciente debe buscar remedio propio. Cuando las personas están equivocadas, el único recurso es escurrir el bulto. Están entonces doblemente equivocados, pero… las mejores ideas, por fortuna, nacen del error y no del éxito. Esa es nuestra única ventaja”-.




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