www.diariohispaniola.com

Odalís G. Pérez comenta "Cerezos de Primavera", un pacto narrativo

Por Antonio Sánchez Hernández
x
antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
viernes 26 de enero de 2018, 14:29h
Cerezos
Ampliar
Cerezos (Foto: Fuente externa)

El placer de narrar que observamos en este libro de Antonio Sánchez Hernández titulado Cerezos de Primavera (Ed. Universitaria-UASD, 2013; 284 págs.), es la memoria de un escritor que ha vivido para viajar y conocer mundos controvertidos, lejanos y distantes a la vez. Los ecos de un caminante por tierras y aires ultramarinos, continentales e insulares, piden un espacio verbal donde la escritura es hija de la memoria y de su principal cualidad: la de recordar.

Desde su Vega y su Santiago natal hasta Moscú, desde Moscú a París, y desde París a República Dominicana, para luego ir a México, a los Estados Unidos de América y retornar de nuevo a su país, Antonio Sánchez Hernández ha buscado su vivir en la literatura y los viajes, construyendo una experiencia ligada a la vivencia literaria, tanto a través de sus estudios y trabajos universitarios, como a partir de lecturas recorridas como nortes de escritura y visión de la vida. Por eso en su “Prólogo de autor”, en la página 9, nos dice que este libro, “Cerezos de Primavera, son convites intelectuales”, donde las ciencias sociales y la historia se unen por vías literarias.

Para Antonio Sánchez Hernández: “Cerezos de Primavera resultó ser suma inacabada de relatos, de relaciones, de ficciones sobre nuestra pobreza secular, trasfondo de identidad de este mundo criollo y del mundo internacional, que tuvo como referente literario un tiempo de haberse vivido, de haberse pensado, de haberse escrito y ahora un tiempo de publicarse. En realidad cada quien escribe para recuperar una inocencia perdida” (ibíd…op. cit.).

Lo que como narrativa nos presenta el autor en este libro en buena parte es un testimonio y un recorrido. Recordar, en su caso, es justamente en buena parte vivir y re-novar en un acto que en la modernidad se asume como campo de experiencia verbal traductora de mundos, personajes, situaciones y pensamientos estructurados desde la voz narrativa y hasta confesional. Ecos de lugares y voces descubriéndose en este sentido, acompañados por un tejido de acontecimientos familiares, personales, ontológicos, existenciales y filosóficos que encontramos en estas historias de cuentos y relatos.

El niño, el adulto y el soñador Joselito Soto, es desde el punto de la estructura composicional del texto una voz autoral y una voz testimonial. No se pierde dicho personaje en la sola función de relatar hechos, sino de reconstruir mundos, espacios, formas y modos de vivir en su mundo criollo y en sus mundos ultramarinos. El niño que recuerda y el “otro” que lo escucha, crean un pacto narrativo cuyas fórmulas se expresan en una conjunción de vida y existencia dramática asumida como sujeto doble: viviente y muriente; existente y trascendente.

Pero Joselito Soto es actor y actuante en su mismo relato, por el que define su condición y sus vertientes humanas “a la maniére” chejoviana tolstoiana y gogoliana. Joselito Soto en Santiago de los Caballeros abre un espacio testimonial y narra los hechos familiares, asumiendo el hecho de que sólo aquello que se narra es lo que acontece, esto es, lo real en su registro proverbial y estimable. Recordar que en su tierna infancia “el bautismo y la primera comunión” constituían datos de importancia, implica una vuelta a estructuras sociales, religiosas y vivenciales. Joselito Soto no quiere perder aquellos eventos que a pesar de sus raíces, lo lanzaron a una búsqueda futura por el mundo.

“Joselito Soto hubiese preferido las misas en español y como no entendía latín, separaba el tiempo mirando el aspecto audiovisual (isic) de la iglesia: los rituales, los cantos, los velones encendidos, los rostros atormentados de los fieles pecadores ¡todo por el dichoso latín!” (p. 20).

En efecto, el recordar es una función evocativa y narrativa que se convierte en rescate de situaciones propias del marco provinciano donde transcurría su vida en cuadros típicos del vivir dominicano: “Joselito Soto recuerda aquellas marchantas negras charlando con Yoryi Morel, aquel famoso pintor costumbrista que dibujaba sus rostros alegres y únicos, esas caritas campesinas que desde que cantaban los gallos, en grupos pequeños, sobre sus burros, se trasladaban en fila al poblado de Santiago, al barrio de Los Pepines, a cumplir con el polen bíblico de la sobrevivencia, a sabiendas que volverían a sus campos, por diferentes caminos, temprano del medio día. El fuerte sol las despedía hasta el nuevo día de regreso”. (p. 21).

¿Qué aprendió Joselito Soto? “En su propia experiencia, Joselito Soto aprendió que el paraíso interior de un niño es una borrasca entre sueños, la sumatoria de una memoria perdida en el pasado, de un pasado propio lejano y borroso, con un sinfín de recuerdos, algunos muy precisos, otros totalmente imprecisos, donde por cada contorno preciso existen numerosas imágenes extraviadas, perdidas en el tiempo, un verdadero pulso entre lo que realmente ha sucedido y lo que ilusoriamente uno se imagina o pretende imaginar que pudo haber pasado; una frontera de hechos reales y otros hechos irreales, ficciones que se pierden en la bruma del tiempo y que no pueden ser recuperados o imaginados más que con la tenacidad, el esfuerzo y la pretensión absurda del adulto que reconstruye su vida como una creación a posteriori, como parte de un mundo lejano, que ya se le fue para siempre y que solo puede volver si se lo imagina nuevamente, muy de cerca, sentado sobre los recuerdos imaginados… “(p. 27).

Los personajes que forman parte del relato autobiográfico de Joselito Soto se salen de la memoria y cobran su valor en el tiempo. Así, la tía Ana, Sonia, Pitié, don José Jiménez, Daniel el Culebrón, “a quien apodaban Chanito”, el hermano Hugo, el hermano Simón, Don Ismael (muerto en 1957), los tíos Luz y Alcedo, Mamá Nea, Lisandro y Elvira, entre muchos otros, conforman junto a lugares como Villa Olga, Los Pepines, La Joya, La Capital, Juana Méndez, el Cibao Central, estimados por los recorridos de la memoria, convirtiendo este libro en una novela de vida y andanzas. En el primer párrafo del “Prólogo del autor,” se afirma la poética narrativa del autor: “Cerezos de Primavera, realidad y ficción, son muchos relatos de una misma historia: en su primera parte, es la historia cotidiana de la vida de una familia del Cibao Central, que primero fue vegana, inmediatamente después santiaguense, que tuvo como norte progresar de manera honesta, estudiando y trabajando como se estila normalmente. En estas historias, los recuerdos vividos desde la infancia, adolescencia, edad adulta y edad madura, tienen un narrador, Joselito Soto, que navega en medio de todos estos recuerdos, los organiza y los convierte en Relatos de Familia, en Cerezos de Primavera” (p.7).

Las claves para la comprensión del texto se encuentran justamente en esta primera estrategia textual declarada, enunciada por el autor, quien es a la vez hablante narrador a todo lo largo del recorrido ficcional textualizado. Aquello que se ha convertido en mirada y memoria, en “pacto autobiográfico” al decir de Philippe Lejeune permite entender lo narrado y lo escuchado por el lector que es también “el otro” de la interpretación.

Al leer los capítulos “Joselito en la escuela primaria, y su hermano Hugo” (pp. 38-44), “Joselito y su hermano Simón” (pp. 45-50); “Joselito Soto, su hermano José y Don Ismael, sus padres” (pp. 50-57); “Joselito y el gran sismo de 1946 en el Valle del Cibao” (pp. 58-66), y la secuencia que abarca la “Década de 1940-1950. En la vida campesina de entonces” (pp. 67-72), se hace observable una estructura comprensiva de un tiempo, lugares con personajes, relaciones familiares, sociales y educativas.

Justo a partir de la página 73 se produce el desprendimiento del suelo dominicano, cuando ya Joselito Soto quería ir a Europa y precisamente a estudiar en la universidad en Moscú. Algunos personajes, lecturas e imágenes de época impulsaron a Joselito Soto a buscar otros lares gobernados por el socialismo histórico y así “Muerto Trujillo, mientras tanto, Joselito Soto fue absorbido por el sifón de la política: libertad-no tenemos miedo-sabemos muy bien donde están las escarpadas montañas de Quisqueya, la doceava tripleta de la adolescencia de Joselito Soto. De manera que los estudios del Bachillerato fueron terminados a medio talle, como se pudo, y ya Trujillo estaba en su caja de pino y los hijos de Trujillo gobernaban. En Santiago no había universidad y Joselito Soto se fue a vivir a Santo Domingo, a trabajar en la administración de una bomba de gasolina de un primo hermano. Con lo que ganaba se inscribió en la Facultad de Finanzas (sic) y cursó el primer año de la Universidad de Santo Domingo, hasta que un año después llegó la beca que estaba esperando de la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. Gracias al Partido Socialista Popular, el sueño de Joselito Soto de vivir largos años en Europa había comenzado (p.73). Ya estando en Moscú Joselito Soto se dedicó a los estudios. Lo importante del relato en esta etapa son las influencias intelectuales y cómo el mundo aparece bajo una perspectiva de ideas, asombro y pistas que conduciría a una visión personalmente neohumanística y científica. El relato novelesco se define por etapas de concentración temática y por los elementos imaginarios que hacen de este texto novela, autobiografía y narración epocal.

Antonio Sánchez Hernández escribe este libro porque tiene que sacarse los demonios internos como se saca estas letras que componen Cerezos de Primavera: “Las vivencias en las tundras rusas” (pp. 85-94), “El hombre foca es también feliz” (pp.95-100); “Un encuentro carnal” (pp. 101-106); “Relatos de la tercera edad” (pp. 107-130); “La ceguera de Joselito Soto” (pp.131-137); “Sueños de niños y de adultos” (pp.138-144); “La historia del niño” (pp. 145-150); “El primer día de la vejez de Joselito Soto” (pp. 151-157); “Joselito Soto en París” (pp.159-200); “El presente es ya otro país” (pp. 201-217); y “El relato no tiene nombre todavía” (pp. 218-227), ayudan a constituir el campo de significación del texto, a través de agudas presentificaciones del recuerdo y por lo mismo de este sostenido relato novelesco y testimonial.

Las influencias que han marcado al autor de esta obra las podemos percibir en el tejido mismo de la narratividad. Así, autores como León Tolstoi, Virginia Wolf, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Juan Bosch, L. Ferdinand Céline, Jorge Luís Borges, Paul Auster, Ricardo Piglia, Natalia Ginzburg, Isabel Allende, J. Krisnamurthi, Ray Bradbury, Carson Mccullers, Ernesto Sábato y otros que entran en el tejido de escritura y creación literaria de nuestro autor, representan el mapa imaginario de Antonio Sánchez Hernández. Lo cierto es que también, la vida de estudios y lecturas en París y México, ayudan a entender la relación entre autor-personaje, actuante-actor, sujeto-historia y sujeto-fábula. Los tránsitos de fases y formas de vida han hecho de Antonio Sánchez Hernández un caminante y un nombre que se desliza por laberintos y lugares fantásticos en conjunción con máscaras, hechizos y vías terrenales peligrosas.

Cerezos de Primavera no es un libro que ha sido escrito “por escribir un libro,” sino que el mismo se abre como “corazón de hombre” particularizando un tiempo y un espacio de la guerra fría plenos de huellas, sombras, vidas, encuentros y desencuentros. Nuestro autor acoge en su mundo los estados diurnos y nocturnos, habida cuenta de los diferentes modos de vida asumidos desde la oscuridad y la claridad. El autor de esta obra es también un académico, economista, estudioso de las letras y las ciencias humanas, pero además un profesor universitario, investigador, administrador y consultor económico. Nació en La Vega en 1942 y es miembro de número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Luego de haber obtenido los títulos de licenciatura y maestría en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú, se inscribe en la Universidad de París V Sorbona entre 1972-1975, asumiendo la candidatura para el doctorado en Letras y Ciencias Humanas.

Antonio Sánchez Hernández hizo también estudios de planificación y administración de la educación superior en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco entre 1981-1982 y en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico. En la Universidad Autónoma de Santo Domingo ha sido profesor de grado y postgrado en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Director de la Escuela de Economía y asesor de programación general y presupuesto de la Oficina de Planificación Universitaria (OPLAU).

Aparte de su dedicación a los estudios científicos y humanísticos, Sánchez Hernández ha escrito varios libros: Problemática Universitaria (1977-1978); Perspectivas de la investigación en la UASD (1979); Ensayos socioeconómicos (1985-1988); La universidad de nuestros días (1989); Nociones de desarrollo económico en República Dominicana (1995); Ensayo sobre modernidad y desarrollo en República Dominicana (1999); Los cuentos del abuelo Lisandro (2005); Relatos de Rodrigo de Bastidas (2008).

En el 2005, nuestro autor publicó una obra de semejante registro titulada Los cuentos del abuelo Lisandro. En esta obra aparece también la memoria personal viviente en la escritura. Podemos decir que esta protonovela anuncia en su textualidad lo que hoy leemos como Cerezos de Primavera aingeru en Los cuentos del abuelo Lisandro encontramos el procedimiento memorial como recorrido, es allí donde nace la cardinal novelesca, aun no concluida como obra, de Antonio Sánchez Fernández. La producción intelectual de Antonio Sánchez Hernández va creciendo en la medida en que sus campos de interés inciden también en algunos sectores culturales, ligados a ciertas actividades económico-sociales y literarias, de suerte que los libros publicados hasta ahora plantean interpretaciones a nivel local, subcontinental y transcontinental .

Cerezos de Primavera es una obra literaria que plantea problemas a la definición estricta de género literario, siendo así que la prosa autobiográfica y testimonial propicia una visión poético-narrativa y particularmente novelesca de los mundos asumidos por el autor-narrador. De ahí que el tema, la sustancia, los puntos fuertes de relato cobren más valor en un orden imaginario y confesional mediante el personaje Joselito Soto que produce el despoblamiento autorial en el espacio concentrado del cuerpo narrativo.






¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios