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Seguimos viviendo del pasado

Por Antonio Sánchez Hernández
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jueves 16 de noviembre de 2017, 22:47h
Trujillo, el gran sembrador del autoritarismo, pasó dejando huellas profundas en los 31 años de su tiranía. Quedó viva su ficción, la conciencia de lo devastado y como Jefe, nos persigue todavía como un fantasma autoritario y tiránico en pleno siglo XX1, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Murió ajusticiado en la Avenida George Washington y trasladado por sus ajusticiadores en el baúl de un carro. Ahí se demostró que nadie es eterno en el Poder. Se confirmó que el alba republicana se inventó con la tragedia: primero el caudillismo, la obra suprema de nuestras modernas torpezas, donde Trujillo es su más acabado resumen en el siglo XX.

Era el 30 de mayo de 1961: desde entonces, nuestros intelectuales comenzaron a mirar hacia el pasado, de manera autocrítica, para preguntarse que habíamos sido. De esa larga mirada hacia la vida colonial y republicana nació una concepción pesimista de la historia dominicana. Los mejores intelectuales dominicanos del siglo X1X y XX, han sido grandes pesimistas frente a la posibilidad del presente. Hoy mismo, en el siglo XX1, muy pocos intelectuales creen en "mañanas radiantes", a pesar del alto crecimiento económico, de los últimos cincuenta años.

Si pensamos en términos históricos, hemos vivido en la edad del hierro, cuyo acto final ojalá sea el siglo XX1; si pensamos en términos éticos y morales, hemos vivido en la edad del fango: los liderazgos políticos que se han sucedido, salvo Juan Bosch en 1963, derrocado prematuramente, han llevado al país al fango de la corrupción, a la disolución de la familia y de la escuela, han maleado a los ciudadanos, han carcomido la credibilidad en las instituciones. Hasta la Iglesia fué carcomida por Trujillo. ¿Los que vivieron esa época, no recuerdan en cada hogar, aquella plaqueta de bronce que decía "Dios y Trujillo"? Los que vivimos en este fin del siglo XX y XX1, de democracia de palabra, democracia de la boca para fuera, hemos tenido la oportunidad de leer, muy atentamente, la declaración jurada de todos nuestros funcionarios, incluídos los senadores y diputados. En los últimos 20 años, los funcionarios del Gobierno le han perdido el miedo y el respeto a las cifras millonarias. La corrupción y la impunidad se consideran derechos adquiridos y heredados, y se proclaman legítimos a la luz del sol, abiertamente. Parecen extraterrestres.

El siglo XX y XX1, fue para los dominicanos, la edad del hierro y la edad del fango, el siglo de la anarquía y el autoritarismo, pero los siglos de mayor auge económico, nuestro despegue. El siglo XX1, no hay que ser muy inteligente, lo será tal vez el siglo de nuestras comunidades. ¿Por qué nos sorprendemos ahora de que exista una delincuencia generalizada, de que ningún partido esté dispuesto a cederle un lugar honorable a las comunidades?

Cierto. Nuestro país ha estado enfermo durante siglos: ha enfermado por falta de comunidades activas y creativas. Ha vivido entre dos grandes fuerzas sociales y humanas: la anarquía y el autoritarismo. Cuando la corrupción y la impunidad desaparezcan en el siglo XX1, recordaremos las inteligentes palabras que escribiera un santiaguero del grupo de los panfleteros, dos meses después del asesinato de las hermanas Mirabal, contra el régimen de Trujillo y cuyas octavillas han sobrevivido milagrosamente: “Los hombres inventaron el Estado y este se robó el invento. Desde siempre, primero con un Estado colonial, luego propio, la lucha ha sido para ver si es posible civilizar y humanizar al Estado. Al hombre le interesa la libertad y la verdad, al Estado le interesa el control. Cuando un hombre conquista el Poder, él a su vez, se comporta como un invasor, como un extraterrestre. La función vital del ciudadano es defenderse de ese conquistador. Es el círculo vicioso del bochorno universal. Y algo más doloroso, que es el más grande secreto de Estado: desde entonces el ciudadano ha fracasado, pero eso hay que callarlo porque si se sabe, será público el descrédito ciudadano. Cuantas veces ha querido serlo, de lo desconocido cae un rayo y lo fulmina…”

“Al hombre en R.D. le han permitido ser comerciante, poeta, volatinero, filósofo, héroe, inventor y hasta astronauta, pero no le han permitido ser ciudadano. La ciencia, a pena de muerte, no está autorizada a crear el pararrayo pro-ciudadano. El Estado solo le tolera al hombre como peón, como “yes man”, carne de cañón o contribuyente. Le da el título de ciudadano, el diploma, pero vacío. Se burla dándole constituciones solemnes, rimbombantes, floridas, con encajes, con marcos de oro y fachadas de lujo, pero huecas… solo le da la cesta, la caja para meter el engaño en un ataúd. Después de 500 años de “civilización” europea solo tenemos que repetir las palabras legendarias del Señor: “¿Dios mío, Dios mío, por qué nos has abandonado?”. Son las palabras de un panfletero anónimo de Santiago de los Caballeros.

Para desarrollarnos solo nos queda ahora en el 2017 la gran opción de las comunidades de nuestras provincias, con base en los municipios, como en los países ricos. En R.D. la democracia económica y política, parece que comenzará y será obra de las comunidades, de los municipios, al igual que en EE.UU., Europa y el Japón.

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