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Hablemos de educación

Por Antonio Sánchez Hernández
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lunes 16 de octubre de 2017, 23:59h

No estamos conformes. Cuando Inglaterra realizó la primera revolución industrial del mundo en su industria textil, contaba con un 40% de analfabetos y un 70% de familias pobres. Pero su elite intelectual era exquisita: tenían escuelas económicas, filosóficas, musicales, científicas, sociológicas y artísticas de renombre. Esa elite intelectual hizo la diferencia e Inglaterra se convirtió en el país más importante y próspero del mundo en el siglo X1X y uno de los principales del siglo XX y XX1.

Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Dos cualquiera de ellas, y a veces una, puede suplir la falta de las otras, nos recuerda William Faulkner. Cuando Trujillo murió la población universitaria en R.D. era apenas de tres mil estudiantes. Ahora en el 2017 es de medio millón de estudiantes repartidos en 40 universidades e institutos y escuelas de técnicos medios. Integrar la educación universitaria y técnica a la educación preuniversitaria, (primaria y secundaria) a través de la tanda extendida es posible: contratando personal universitario y egresados de los técnicos medios con experiencia e incorporando a través de ese personal a la tanda extendida destrezas laborales, destrezas artísticas, destrezas musicales, destrezas idiomáticas y destrezas deportivas.

No estamos conformes. Hostos fue la mejor experiencia dominicana en educación y es una gran experiencia en nuestro país con más de sesenta años de vigencia en el tiempo. Seis décadas. En R.D. hasta 1953, la escuela pública hostosiana era muy buena para su tiempo histórico y produjo un enorme impacto positivo en la educación primaria, media y secundaria hasta esa fecha. Cuando Trujillo, por razones polítiqueras de Poder la erradicó, con Balaguer como lazarillo, clavó un afilado puñal en el corazón de las generaciones futuras, que todavía no habían nacido y que viven ahora en el presente 2017. Todavía se recuerda la calidad y seriedad de esa escuela pública dominicana que unía la teoría con la práctica. Ser maestro era un honor. Por ello, los maestros de la escuela pública hostosiana eran reconocidos educadores. Con un país de abrumadora mayoría rural (70%), práctica y teoría estaban unidas en las escuelas rurales y urbanas del país, a través de huertos escolares y escuelas de artes manuales. Dos esquejes de yuca más dos esquejes de yuca son cuatro esquejes de yuca. Vamos a sembrarlos. Teoría y práctica funcionaban perfectamente en las zonas rurales. De 1953 en adelante la educación pública y privada es más que nada, teoría sin prácticas, a pesar de la actual y hermosa modernidad de algunos liceos privados que en R.D. tienen calidad internacional. Y que por lo tanto, cobran en dólares, creando niños excepcionales y bilingües.

No estamos conformes. De 1953 para acá la educación ha ganado en cobertura y ha perdido completamente su calidad. Hasta 1953 en la escuela pública hostosiana, el niño cantaba, estudiaba música, un idioma extranjero, hacía deportes como asignatura, aprendía español sin faltas ortográficas y sin comerse las palabras, adquiría habilidades manuales (plomería, electricidad, talabartería, trabajos en maderas) y además aprendía a sembrar y a cosechar en las escuelas rurales. 60 años después, en el año 2017, con apenas un 10% de analfabetos, los estudiantes de las escuelas públicas y gran parte de las escuelas privadas dominicanas no adquieren las destrezas y habilidades necesarias a lo largo de sus ciclos educativos que los faculten para ser elementos claves para el desarrollo dominicano: el aprendizaje es casi siempre teoría sin práctica, sin tecnología. El resultado ha sido una comunidad dominicana cosmopolita por historia, autocrática por origen e ingenua por formación.

No estamos conformes. Nuestras escuelas públicas y buena parte de nuestras escuelas privadas crean ciudadanos conformistas, incapaces de dialogar, ciudadanos para el monólogo. Se precisa estar muy desesperado y ser muy diletante para abandonar el campo buscando una visa como tabla de salvación. Ser muy autoritario para no reclamar una escuela que una teoría y práctica, como la hostosiana. Y muy ingenuo para migrar, abandonando la tierra y su sitio, ese poderoso activo económico y cultural donde se forjó nuestra nación y convertirse en ave de paso, como Proyecto de vida, como mucho un dominicano ausente, que de malo no tiene nada.

No estamos conformes. El descuido de la educación ha sido grande. De cada diez niños que se inscriben en el primer curso del nivel primario, tan solo cuatro de ellos terminan el sexto curso y los otros seis restantes desertan, formando una generación NINI: ni estudian ni trabajan, candidatos a cualquier cosa. Sólo uno de los diez llega a la universidad. Por eso la educación actual no sirve o sirve muy poco para apuntalar nuestra nacionalidad en este período de apertura y globalización. Guardando las distancias y la época, la educación hostosiana tal cual era impartida coincidía en mucho con el entorno social de su época. En efecto, en la primaria rural de Hostos, el niño egresaba apto para producir alimentos agrícolas, ganaderos, avícolas, apícolas y pesqueros y no necesitaba abandonar el campo en edad adulta. Los niños sentían que la escuela rural era un lugar donde aprendían a trabajar la tierra, a conocer la importancia del agua, a respetar su entorno ecológico, a diferencia de hoy, donde siente que pierde seis años de estudios sin ninguna aplicación y termina enrolándose en un vulgar motoconcho, que de vulgar lo tiene todo: ¿Aritmética para qué?. ¿Botánica para qué? ¿Geografía para qué? Para nada.

Hoy como ayer para mejorar el campo precisamos de huertos escolares y de nuevas tecnologías. Se educaba bien en 1953 en huertos escolares que unían sus asignaturas al medio ambiente que le rodeaba. Volvamos a los huertos escolares si queremos tener campesinos educados con amor a la tierra. La dictadura de Trujillo cerró esa puerta: la democracia la puede abrir, mediante el uso de energías renovables para los productores secar el café, arroz, cacao y otros cultivos y otras nuevas tecnologías, que contribuyen a mejorar el actual cambio climático.

No estamos conformes. En la primaria urbana, el niño aprovechando la tanda extendida, puede recibír destrezas urbanas, propias de esta época, en escuelas de artes manuales y técnicos medios: mecánica, plomería, electricidad, albañilería, trabajos en madera, carpintería, talabartería. Pero además a través de la tanda extendida, se le puede enseñar música, artes, idiomas extranjeros y se puede practicar deportes en las escuelas. Solo hacen falta planificación escolar y buenos maestros, bien pagados con alto nivel académico: profesores universitarios y técnicos medios. Para eso hay presupuesto: el 4% del PIB, si no hay corrupción.

No estamos conformes. El mundo ha cambiado, ahora los países desarrollados son tecnología pura: microelectrónica, biotecnología, aviación civil, telecomunicaciones, computadoras mas el software, robótica, materiales nuevos, turismo. Y la escuela dominicana, quiere pero no puede adaptarse a estos cambios mundiales, por falta de calidad y de buenos maestros con nivel académico. Y de lo que se trata es de crear una escuela nueva para el trabajo, de adaptarla al nuevo milenio, donde la tecnología juega el papel más importante.

No estamos conformes. Hostos con su escuela de educación para el trabajo, durante seis décadas creaba agricultores de vocación. Ahora, sin huertos escolares se crean campesinos migrantes, sin amor a la tierra. Por eso el campesino abandona la tierra desde 1960 en adelante, en un viaje sin retorno. Los últimos aguacates los venderá en la 27 de Febrero antes de irse en yola para Puerto Rico. Y en las ciudades el estudiante con formación libresca, teórico sin prácticas, sin escuelas laborales de artes manuales en la escuela primaria y media, sin un bachillerato técnico para el trabajo, sin nada que lo afiance laboralmente, siente que pierde su tiempo útil. Cuando concluye el bachillerato no sabe trabajar, se juzga a sí mismo como un joven sin las destrezas necesarias. Y entonces se inscribe en la universidad, porque considera que no sabe hacer nada en el mundo laboral. Y ahí, utilizando su propia terminología va a "coger lucha", a buscar un diploma cueste lo que cueste, sin importar los medios y los fines. ¡Cuántas togas y birretes sin destino!.

No estamos conformes. El Plan Decenal vigente en la escuela pública dominicana nació como una respuesta a estos desfases entre teoría y prácticas educativas. Contiene un planteamiento de integridad. Responde a una vocación amplia de nuestros estudiantes y profesores: si se leen atentamente sus postulados esenciales se observará que este Plan Decenal persigue la formación de múltiples destrezas educativas: destrezas laborales, artísticas, musicales, idiomáticas y deportivas. Es el preludio de la actual tanda extendida. Que así sea, pues el desarrollo de esas cinco destrezas en cada estudiante refleja las diferencias educativas entre los ciudadanos y los consumidores, sin importar el mundo en que vivan. Adecuemos el Plan Educativo al mundo de la alta tecnología a través de la microelectrónica, biotecnología, telecomunicaciones, turismo, etc. y con ello la estructura económica nuestra con el mercado mundial de la educación. Contratemos nuestros profesores primarios y secundarios en las universidades y escuelas de técnicos medios a través de la tanda extendida, que es un gran acierto educativo, lo más potable de los últimos veinte años.
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