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Innovación y tecnología: pilares de un nuevo modelo socioeducativo

Por Enmanuel Díaz Santiago
domingo 15 de octubre de 2017, 23:22h
Hace algunos días conversaba con un buen compañero los alcances del concepto “desarrollo sostenible”. Es un término acuñado por muchos escritores, estudiosos, gobiernos, instituciones sociales, pero principalmente por organismos internacionales.

Para el año 2000, reunidos en la llamada Cumbre del Milenio, las naciones del mundo, a través de Naciones Unidas (ONU), determinaron fijarse una serie de principios o ejes de acción en el documento que titularon “Declaración del Milenio”. De allí nacen los “Objetivos de Desarrollo del Milenio”, donde cada país se comprometió al cumplimiento de metas muy puntuales para ayudar a la humanidad en cuanto a ciertos temas en específico.

Los resultados no fueron muy alentadores, y desde el 2015 (plazo dado para el cumplimiento de los ODM) estos objetivos fueron reemplazados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y es que no se puede hablar de un desarrollo humano que pone en peligro la permanencia de la humanidad en la Tierra. De nada vale crecer económicamente, si lo hacemos valiéndonos de recursos que en esa misma medida no pueden ser regenerados.

Un desarrollo “no-sostenible” impide que los recursos que nosotros aprovechamos hoy, no puedan ser aprovechados por las futuras generaciones. El crecimiento debe darse sobre la sólida base del pensamiento en el futuro. Tener la idea y la convicción de que nuestros hijos y nietos, y de que sus hijos y sus nietos, van a poder aprovechar los mismos recursos.

Parte central del desarrollo debe estar basada también en la transformación que el mundo, en su propia naturaleza dinámica, nos brinda. Es imposible que los seres humanos pasemos a una nueva etapa si no nos acostumbrados y asumimos los cambios con los que vino la actual. En ese sentido, tratar de desconocer los avances que en materia de ciencias, tecnología y comunicación ha dado la humanidad, es una mezquindad.

Vivimos en un mundo cada vez más interconectado. Es evidente en todas las esferas de la vida: hay familias distanciadas que mantienen una conexión permanente como producto del uso de las redes sociales; campos de las ciencias y la administración se han transformado grandemente, principalmente los servicios; ¿cuántas personas no se han reencontrado gracias a la magia de internet?; los niños aplican la tecnología en sus vidas desde sus primeros años.

La sociedad dominicana aún vive un proceso estructurado y moderado de la expansión de la tecnología. Hay dos áreas de gran importancia, donde recientemente se viene haciendo un gran énfasis: la sistematización de los servicios públicos y la tecnología como herramienta presente en el currículo educativo.

Aunque parece existir la voluntad social, el clamor de la ciudadanía y la voluntad política, no podemos negar que aún falta un gran camino en la consecución de estos objetivos. Fundamentalmente por dos grandes razones: la primera de ellas es que esperamos demasiado para iniciar, y la segunda es que nos olvidamos de los principales ejes de la importancia de la tecnología, desvirtuando su alcance como herramienta productiva.

Es un compromiso que debe ser asumido en su conjunto con la sociedad en coordinación con el Estado y las empresas del sector privado. El afirmar que solo es tarea del gobierno generar los espacios y brindar las herramientas para pasar a un mundo globalizado, es una gran mentira.

Ya no hablamos de “cerrar la brecha digital”, hablamos de pasar a un mundo de conocimientos comunes, uno que deje detrás las sombras del pasado; es conectar con una nueva realidad que nos arropa, lo queramos o no: la tecnología ha llegado a nuestras vidas a quedarse y depende de nosotros utilizarla para evolucionar y no para involucionar.
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