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América Latina: Desarrollo y retórica

Por Antonio Sánchez Hernández
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lunes 02 de octubre de 2017, 12:37h
América Latina, con 625 millones de habitantes en 2016 es una de las zonas más ricas del planeta, una de las de mayor crecimiento económico y sin embargo, la de mayor desigualdad con más de 200 millones de personas que viven con menos de US$ 2.00 diarios. Riqueza y pobreza van de la mano. A mayor riqueza igual pobreza. En efecto, de acuerdo a datos de la CEPAL, " la situación de pobreza alcanzó en 1994 a un 39% de los hogares (209 millones de pobres), incluidos 98 millones en extrema pobreza.

"El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señala como factor predominante de pobreza, las enormes desigualdades en la distribución del ingreso: una cuarta parte del total nacional es percibida por sólo el 5% de la población, y un 40% por el 10% más rico. En todos los países de América Latina, los índices de concentración del ingreso en las zonas rurales y urbanas presentan niveles semejantes entre sí en casi todos los países".

"La región, con una población equivalente al 8,5% del total mundial, dispone de una dotación importante de recursos: un 23% de la tierras potencialmente arables; el 12% de las tierras de cultivo; el 17% de las pasturas; el 23% de los bosques del planeta (46% tropicales); el 31% del agua de escorrentía y un 19% del potencial hidroeléctrico mundial. No obstante, los bosques se pierden a un ritmo de 0,7% anual: las zonas áridas cubren el 22% de la superficie de la región y se corre el riesgo de la desaparición de entre 100 a 450 mil especies, de continuar con las crecientes tasas de deforestación". (IICA: 2000).

El desarrollo histórico del continente americano ha estado vinculado al desarrollo de la agricultura, la cual ha financiado gran parte del esfuerzo de industrialización de América Latina y de sus polos urbanos y turísticos. Se calcula que los procesos agroindustriales y agroalimentarios representan el 20% del PIB total. Décadas perdidas en confrontaciones políticas y sociales. El mundo latinoamericano fue dividido por ideologías antagónicas: la guerra fría. Políticas desarrollistas basadas en el monopolio y el oligopolio. Crisis y bancarrota de los partidos populistas. Asunción por parte de los organismos internacionales de diagnósticos certeros. Y en el trasfondo tuvimos: una civilización autocrática y caudillista que ha sido definida con justicia, como la obra suprema de nuestras modernas torpezas. El fin de la guerra fría, la caída estrepitosa de los países socialistas y el reino incompartido de las empresas transnacionales, con sus secuelas de privatizaciones y despojos de la herencia estatista.

Como colofón, entramos ahora en el mundo de la retórica redistributiva. Para ello se ha creado el concepto de desarrollo humano sostenible. Se entiende por desarrollo humano sostenible un proceso de desarrollo que no solo genera crecimiento económico sino que distribuye sus beneficios equitativamente: regenera el medio ambiente en lugar de destruirlo; potencia a las personas en lugar de marginarlas. Otorga prioridad al pobre, ampliando sus oportunidades y opciones y a la vez hace aporte para la participación del mismo en las decisiones que afectan su vida. Si se leen atentamente estos postulados, podríamos decir que en América Latina ellos han tenido un carácter enunciativo, intencional, pero no normativo. Que la realidad es inversa, otra, de acuerdo a los datos de los organismos internacionales citados.

En efecto, el sistema económico e institucional produjo y sigue produciendo un resultado de desigualdad por vía del mero crecimiento económico, donde los Estados son parte de un proceso donde riqueza y pobreza son parte de un mismo discurso de iniquidad. República Dominicana, por ejemplo, con 10 millones de habitantes, a pesar de altos crecimientos de su economía en la década de 1990-2017, uno de los mayores del mundo latinoamericano en estas últimas décadas, cuenta con más de dos millones de personas en pobreza extrema. En 1993, según un estudio de ONAPLAN, teníamos 1,6 millones de personas en pobreza extrema y un total de 4,6 millones de pobres, de una población de cerca de 7,2 millones de habitantes.

Esa pobreza ha disminuido muy poco en el año 2017 a pesar del alto crecimiento económico, lo que demuestra casi con carácter de ley económica, que se precisarían de décadas de alto crecimiento para que la pobreza, con programas redistributivos muy radicales, disminuya sensiblemente. Es cuestión de tiempo y de planificación.

En ese proyecto de largo plazo, las universidades deben ser incorporadas de forma dinámica en el área de formulación y evaluación de proyectos. Si somos capaces de integrar las cerca de 40 universidades en torno a la investigación y el desarrollo, tanto en el aspecto social y humanístico, en el área biológica y de la salud, humana y animal, y en el aspecto tecnológico y artes, podremos garantizar personal de alta gerencia, a favor del sector privado y del sector público, creando polos de desarrollo provinciales, regionales y nacionales como lo ha probado el turismo, con fines de exportar masivamente.

“Profundas innovaciones han ocurrido en las actividades agrícolas no tradicionales y actividades no agrícolas en el medio rural. Se observan nuevas orientaciones productivas como el cultivo de bioenergéticos, plantas medicinales, artesanías, turismo rural, forestación, agricultura orgánica, agricultura sostenible, granjas de especies menores, empresas de servicios rurales y una mayor integración de la cadena agroproductiva y comercial con expresiones en el campo, la ciudad y el extranjero.

El desarrollo rural ofrece a los productores agrícolas grandes perspectivas, y a las cadenas agroproductivas comerciales, grandes espacios de responsabilidad, compromiso y participación. La demanda creciente de alimentos, materias primas, empleo y conservación de los recursos naturales, así lo exige, ya que casi la mitad de la población del hemisferio vive todavía en la pobreza" (IICA:2000)”. En R.D. el 44% de la población es clase media o alta, pero el restante 56% de la población rural y urbana sigue sumido en la pobreza.

De ello depende esencialmente la integración económica latinoamericana que debe hacerse integrando a las comunidades rurales al desarrollo sostenible. Una cosa es crear riqueza, otra es redistribuirla equitativamente. Como el grueso principal de la pobreza se produce en el medio rural, solo integrando el sector rural al desarrollo, por vía de la participación y de las exportaciones masivas, podremos reducir el foco más grande de pobreza del continente de manera significativa. Reduciendo al mínimo el foco de pobreza rural estaremos en condiciones de planificar el desarrollo urbano sin luchar contra la corriente de las migraciones campo-ciudad, proceso indetenible a menos que se preste toda la atención al desarrollo rural sostenible en una primera etapa. En una segunda etapa, luchar contra la pobreza en las barriadas urbanas. Ya el 75% de la población es urbana en A.L.

Otro factor a tomar en cuenta es que actualmente el movimiento de capitales mundiales regresa hacia su punto de origen: Estados Unidos, tanto desde Europa como desde China, y dará un gran impulso al sector agropecuario latinoamericano en el corto plazo, al igual que a la minería.
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