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Cultura y azar

Por Antonio Sánchez Hernández
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lunes 25 de septiembre de 2017, 18:51h
Nuestra cultura es una manera determinada de vivir y de organizar la vida. En ella se funden en un sincretismo particular, los elementos culturales originarios de cinco puntos del planeta, como resultado de la integración de diferentes razas y culturas: indígenas, europeas, africanas, norteamericana y pequeñas minorías asiáticas.

Nuestra cultura actual es un producto antillano, caudillista. En cualquier lugar o tiempo reaccionamos de manera particular ante situaciones creadas y en ellas se refleja nuestra valoración de la vida, normas propias de comportamiento y nuestra manera de hablar. En ciudades y campos tenemos nuestras propias creencias, nuestras fiestas y bailes, nuestra artesanía, nuestra literatura, nuestros gestos y movimientos corporales en la música y el canto, nuestra propia manera de relatar y nuestros giros en el discurso, nuestra arquitectura, pintura, escultura, poesía, arte y folklore. Todos estos estos elementos combinados, han conformado en el curso de los siglos, la comunidad psicológica dominicana, un nivel general de inteligencia.

Nuestra cultura es el resultado de la fusión de todas esas tradiciones y costumbres cambiantes, autoritarias, propias de las comunidades que nos poblaron originalmente, y que, a su vez, al fusionarse entre ellas, crearon en el curso de varios siglos, nuestra esencia cultural, cosmopolita y abierta al mundo, isleña y condicionada por nuestras etapas históricas y económicas. Una cultura nacional como síntesis histórica de lo español, lo africano, lo indígena, lo americano, lo asiático, esencialmente antillana, porque junto a los antillanos fuimos los pobladores de estas islas caribeñas y por razones geopolíticas, como lo definiera magistralmente el prestigioso Profesor Juan Bosch, frontera imperial.

Durante todo el período colonial español, 350 años, fuimos una sociedad organizada estáticamente: las haciendas no comerciaban entre sí, no crearon un mercado interior, la gente nacía y moría en las haciendas, no migraba de una zona a otra, trabajando y comiendo, la mortalidad era muy elevada y la esperanza de vida muy corta, casi cero escolaridad: una comunidad muy pobre con un sistema social autoritario. En esas condiciones nos fuimos regionalizando, con nuestras maneras de hablar, modismos, ritos y bailes, fiestas, creencias, movimientos corporales en la música y el canto, hábitos alimentarios y religiones. Entre los siglos XV1-X1X, se produjo un acercamiento estrecho entre etnias, religiones, razas y costumbres, que dio como resultado la nación dominicana. En estos siglos vivimos con economías de subsistencias, no de mercado, salvo en el caso de las plantaciones que formaron el mercado exterior.

El propio catolicismo, nuestra más antigua y pujante institución, fue impuesto a partir de las formas ideales que podía ser entendido por las comunidades indígenas y africanas. Aunque es una religión propia de países comerciantes, productores de valores de cambio, no perdió la forma original de rendir culto al hombre abstracto, y se integró a comunidades que se limitaban a la creación de valores de uso, a agricultores primitivos que entendían su mundo social y natural de la misma forma, como conjunto de valores de uso primitivos.

El concepto de azar, que los dominicanos llamamos popularmente chepa, es una idea antigua. Es un estado mágico de la mente, una forma de razonamiento que, desde el punto de vista racional, sería una forma de realismo fantástico, que toma por real lo ilusorio y lo acaricia como fantasía realizada. Pero, donde la fantasía es también un punto importante de contacto con la realidad. Por tanto, tan real como lo racional, un producto típico de sociedades no solo preindustriales, propia de todos los pueblos del mundo donde la tríada hombre-sociedad-naturaleza, forman un conglomerado en discordia. Donde son habituales las creencias en fantasmas, en billetes de lotería, en echar las cartas, en los números de la suerte, en la astrología, en los horóscopos, en las estrellas, en leer la taza, en sesiones espirituosas, en tocar madera, en sueños interpretados, en visiones de animales míticos, etc. En síntesis donde se exalta la suerte, la buena suerte.

Si las supersticiones fueran un mero error de percepción o de jui- cio en la vida del dominicano serían fáciles de corregir. Pero no es así. De hecho la gente raramente abandona semejante género de creencias como resultado de una argumentación racional. Insistir en ello es un camino hacia el escepticismo, un equívoco. Es preferible integrarlo. Lo más inteligente y lo que le dio universalidad al catolicismo fue que supo integrar los ritos religiosos de los indígenas latinoamericanos y de las religiones africanas, a su propio mundo inmanente. Ni pisoteó ni despreció, integró, y por eso ha tenido continuidad en el tiempo. Pudo integrar a hombres esclavos y siervos, nacidos en una cultura extrema de la pobreza, y convirtió la religión en una compensación al hombre concreto, carente de todo derecho, incluida la vida, trasladándolo a un mundo sin tantas amarguras y más simbólico que el real. Fue el camino más corto para resolver por vía religiosa lo que la vida real le negaba como ser humano, como ser social.

Formación de la nación dominicana.

Se ha definido la nación como una comunidad humana estable, históricamente constituida sobre la base de cuatro rasgos principales: la comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de la psicología, que son aquellos elementos que se manifiestan en la comunidad como particularidades específicas de la cultura nacional.

En el período republicano, a mediados del siglo XIX, nació el caudillismo en toda América que va desde la independencia de España hasta nuestros días, y que ha sido también una sociedad de discordias, de cruentas guerras e inestabilidad política, pero a un nivel más civilizado. Ya no somos ni esclavos ni siervos, pero en este período caudillista, la idea del azar, en vez de reducirse se ha ampliado, desde las instituciones públicas, la empresa privada, bancos, televisión y radio, desde mediados del siglo XX, sobre todo en las barriadas populares, donde todo se rifa. En el siglo XX1, somos ahora una gigantesca sociedad de riferos. Todo el mundo maneja el azar como negocio: todo se vende, todo se rifa. La propia política, tan extendida, es un ejercicio de chepas, de rifas, que remueve el engranaje psicológico fantástico del hombre dominicano. El azar se utiliza políticamente como forma de empleo, como generador de servicios, como forma de ingreso, como elemento de consenso y de comunicación.

Somos una cultura que se expresa mágicamente, una cultura imaginista en medio de un mundo semi industrial donde el azar, la suerte, es un elemento sumamente importante, cada vez más integrado a lo cotidiano: centenares de millones de pesos se juegan semanalmente en loterías y diversos juegos de azar en R.D. y centenares de miles de personas viven dentro del sistema de política partidaria, propagando que somos una república, a pesar de que el Estado republicano nuestro nunca ha separado e independizado sus tres poderes que lo conforman: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, condición elemental para que el país pueda ser definido jurídicamente como una república real, de verdad, jurídicamentw articulada en poderes independientes, como debe ser, en vez de ser lo que realmente es y ha sido siempre: un país dirigido en sus tres poderes, por un ocasional y transitorio partido de turno y su primer mandatario, manejando los tres poderes del Estado a su propia conveniencia en todas las instituciones del país.

Y actualmente blindado hasta el tope, rozándose con la acariciante idea de una nueva dictadura, aprovechando que los dominicanos hemos sufrido de una enfermedad terminal, la dictadura: en R.D. de un total de 173 años de vida republicana hemos tenido 120 años de dictaduras militares. Una tradición autocrática de sobra.

El origen de tantos años de mano dura, de tantas dictaduras militares, es consecuencia directa de vivir sin los tres Poderes del Estado de manera independiente. El Estado es y ha sido el creador de los grupos económicos, junto al capital extranjero. Cierto. El último grupo económico surgido del vientre del Estado es poderoso, surge dentro del grupo político que nos gobierna en R.D. en los últimos 20 años, y que controla y manipula los tres Poderes del Estado siguiendo la vieja tradición caudillista nacida desde 1844: que el Estado es el creador de los grupos económicos antiguos y modernos en R.D. sin la independencia de sus tres poderes.

Instalados como Poder económico y político están los nuevos y pujantes grupos del P.L.D. en todas las instituciones del país en el 20l7, sin la separación, como es tradición desde l844, de los tres Poderes formales del Estado republicano: ejecutivo, legislativo y Judicial. Lo controlan todo. Pero todavía quieren más, Dios mío, ahora nos necesitan como ciudadanos votantes hasta el 2040…su meta estratégica, según el objetivo principal del largo plazo del Partido único que necesitan establecer, estilo PRI mejicano, que primero pulverizó y debilitó al Partido Reformista y luego al Partido Revolucionario Dominicano, y que ahora nos proponen públicamente, con la mayor solemnidad, que los apoyemos hasta el 2040 en sus planes continuistas. ¿En base a qué? ¿De qué nos quieran liberar en el PLD? ¿De qué nos han liberado en los últimos 20 años?
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