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Oiga, que parece que Rivera ha ganado las elecciones…

Por Fernando Jáuregui
martes 16 de mayo de 2017, 18:00h
Bueno, si usted escucha algunas reacciones, diríase que Albert Rivera-Macron ha ganado las elecciones francesas. Y justo es reconocer que fue el primer político español que, con indudable visión de futuro y de la oportunidad, se apuntó a las filas del centrista galo que ahora será presidente de la República del país vecino, el segundo más poderoso de la UE, acaso el quinto más potente del mundo. Porque, hace apenas seis meses, ¿quién iba a pensar que Macron, un hombre sin partido, con una vida personal apasionante, pero heterodoxa, procedente de las filas socialistas pero renegado de ellas, iba a escalar hasta El Elíseo? Bueno, Rivera, al menos, se alineó con esta hipótesis, dado que ninguna otra le convenía. Lo mismo, parece, que a los electores franceses.

Y no, claro está que Rivera, que sigue siendo líder del tercer (o cuarto) partido en importancia cuantitativa en España, no ha ganado las elecciones francesas. Pero para mí ha quedado claro que estos comicios, tan importantes para toda Europa, han dejado patentes algunas cosas que, de alguna manera, sí defienden los de Ciudadanos, a su escala y a su manera:
  • Primero, que han muerto las concepciones tradicionales de los internacionalismos. La derecha y la izquierda ya no son rivales en el Viejo Continente; las diferencias están en el carácter más o menos europeísta, más o menos populista, más o menos demagogo, de los líderes que animan una formación política.

Es, en el fondo, la confrontación entre dos concepciones de Europa: los que la quieren unida, con toda la crítica que se quiera, y los que no la quieren. Y en este segundo bando supongo que se alinean, en el fondo, extraeuropeos como Trump y Putin, que sueñan con un retorno a las superpotencias, junto con los partidos más euroescépticos, como el de Le Pen –ahora ella se va a tener que enfrentar con los tribunales por sus pasados desmanes económicos—o el UKIP, que va a quedar severamente derrotado por los conservadores (tampoco precisamente europeístas) en las inminentes elecciones británicas.
  • Segundo, que la construcción de Europa no estará, por tanto, basada tanto en las ideologías bipartidistas tradicionales, sino en las reformas para que la UE avance de verdad, pese a las trabas que le ponen los ultraconservadores países del Este (algunos, claro, como Hungría o Polonia). Y ahí destacan como fuerzas cualitativamente importantes los llamados liberales europeos, capitaneados por Guy Verhofstadt –muy afín a Rivera—o los del tradicional Partido Popular Europeo, cuyo secretario general es ‘Tono’ López Istúriz. Los socialdemócratas aparecen, hoy por hoy, algo más divididos, y lo mismo, o más, puede decirse de la amalgama de fuerzas que se reclaman la izquierda del socialismo, entre las que se encuentran Podemos y sus adláteres.
  • Tercero, que es urgente un replanteamiento de los ‘valores nacionales’, y más aún de los regionales, que engrasan la marcha política de algunos países. Hoy, solamente un cinco por ciento de las decisiones de los parlamentos autónomos españoles sobrepasan el corte del Parlamento Europeo, y lo mismo puede decirse del cuarenta por ciento de la legislación de las Cortes; el resto, es Europa quien lo impone. En este contexto, resulta simplemente absurda la pugna de los independentistas catalanes por mostrar que serán capaces de convertirse en miembro de la Unión como nación. No va a ser así, ni nunca lo será. A Europa, a la ‘nueva’ Europa, ni le interesa ni le conviene una nueva adhesión, especialmente desgajada de uno de los países que ya forman parte de alguna manera de la locomotora europeísta.

Desgrano estas reflexiones desde Bruselas, donde me encuentro para conocer de primera mano las reacciones en el Parlamento Europeo ante lo que está ocurriendo ahora en el Viejo Continente. Nada va a ser igual tras las elecciones francesas…porque nada era ya igual antes de que se celebrasen estas elecciones. El mundo ha cambiado y, con él, quizá en primer lugar, la idea de Europa. No estoy seguro de que ni siquiera Rivera, tan afín al emergente Macron, lo haya asumido cabalmente. Puede que ni siquiera el propio Macron lo haya deglutido del todo, así que no le digo a usted nada acerca del resto de los miembros del ya anciano club.

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