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Los recuerdos de Martín Objío

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
lunes 12 de febrero de 2018, 22:41h
“Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Dos cualquiera de ellas, y a veces una, puede suplir la falta de las otras”. William Faulkner.

Hace cien años, en 1917 había nacido la primera revolución socialista del mundo en Rusia y ya en 1948, en otros 14 países de Europa y Asia; y ahora en el 2017, cien años después, el socialismo no existe en este planeta, todo es capitalismo, de manera que puede decirse que hace un siglo, en los cinco continentes, el planeta habría vivido durante tres generaciones de treinta años, en el sueño del socialismo…Y ahora, ese esfuerzo gigantesco retornó nueva vez al capitalismo, todo es un retroceso político y social, aún inexplicado, sobre todo luego de las dos guerras mundiales en el siglo XX, organizadas por el capitalismo europeo, alemán e italiano sobre todo, japonés y de Estados Unidos, que costaron al mundo nada más y nada menos que 80 millones de muertos y 160 millones de heridos.

Martín Objío era un amigo de infancia, el hijo menor de siete hermanos, cuando su familia lo llevó a vivir al poblado de Santiago de los Caballeros, siendo un niño de cuatro años en el 1946, y ya bachiller en 1959, a la edad de diecisiete años, era un joven adolescente que estaba brillando los zapatos de color negro, sentado en un banco de piedra del céntrico parque Duarte, entonces un lugar pintoresco lleno de cocheros, frente a la conocida y hermosa catedral del pueblo, el punto de partida de una ciudad pequeña de apenas cincuenta mil habitantes.

Era una tarde soleada del mes de junio de 1960. Ahí, sentado sobre un banco de piedra del parque Duarte, Martín Objío se enteró por un periódico local que una mujer rusa, de nombre Valentina Tereshkova, estaba orbitando alrededor de la tierra en una nave cósmica, en una época en que en la ciudad de Santiago, casi no habían autos privados, y la gente se transportaba peatonalmente o en coches, guiados por caballos por sus estrechas callejuelas.

Martín Objío, que pronto sería universitario, ante la sorpresiva noticia sonrió de forma burlona, más bien se burló de su propia ingenuidad y Julito el limpiabotas, una persona de mediana edad, con el rostro ya hinchado por el alcohol por sus eternas borracheras, le mostró confiado un pequeño recorte del periódico La Información, de apenas tres pulgadas de largo, donde se publicaba la noticia. Decía la noticia:“en este preciso momento en que publicamos el periódico, nos llega la sorprendente información, de que una obrera textilera rusa de nombre Valentina Tereshkova, desde el día de ayer, está tripulando una nave espacial que ya ha orbitado alrededor de la tierra dieciséis veces. Se espera que mañana regresará a la tierra tripulando la nave cósmica y aterrizará Dios mediante, en un lugar situado más allá de los Montes Urales, cuyo nombre es Uzbekistán.

Esta imagen espacial, esta noticia cósmica, esta mujer rusa y este día soleado, quedarían grabado en su memoria para siempre. Cuando regresaba a su casa, venía alucinando, estaba sencillamente trastornado.

Ese día fue fundamental en su vida. Fue un día memorable en que se le quebró para siempre un tornillo de su cerebro en forma de neurona…Lo último que pensó en voz alta, una vez comentó la noticia con su madre, fue lo siguiente: “yo acabo de terminar mis estudios del bachillerato en el liceo Ulises Francisco Espaillat de Santiago y madrecita mía, en ese país tan lejano, en Rusia, no importa donde esté ni lo que piensen sobre las cosas reales y cotidianas de la vida, es donde yo quisiera estudiar en la universidad. Si en ese país una mujer obrera textilera, recién graduada de ingeniera, una simple proletaria, está piloteando una nave espacial, me imagino de lo que serían capaces de hacer los hombres…Empezando que para poder enviar una nave espacial alrededor de la tierra, se precisan conocimientos especiales de matemáticas superiores, de física molecular y cuántica, de biología experimental, de química espacial y de astronomía…y también de sociología, pues el hecho real es que el piloto de esa nave espacial es una mujer de apenas veintiocho años y esa dama no es una mujer cualquiera, sino una obrera especializada de la industria textil, una ingeniera recién graduada, una lámpara votiva proletaria”. Su madre que lo conocía muy bien porque era su hijo menor, un poco excéntrico para tan pocos años, le pasó la mano por la cabeza y le aconsejó lo siguiente:
  • “mira hijo mío, ese país donde nació y creció la señora Valentina Tereshkova se llama Rusia y en ese país se vive ahora en una sociedad comunista, que es lo mismo que ser un enemigo mortal de Rafael Trujillo, que es ahora nuestro único Jefe… Y para que no te pierdas en el juicio precoz de tu juventud, te lo digo muy seriamente: olvídate de esa mujer cosmonauta, borra de tu cabeza loca ese país tan grande y lejano, tan particular, que sin ninguna duda debe ser un país lleno de imaginación, pero también repleto de grandes locuras políticas. Imagínate lo que significa mandar una obrera, una mujer textilera, a pilotear una nave espacial al mismísimo espacio cósmico. Eso es una genialidad”-.

–Madre, usted sabe que yo la quiero a usted por encima de todas las cosas, como quiero también a mi abuela Elvira, su madre. Antes de hablar con usted le comenté esta noticia a mi abuela. Y ella que es una mujer de mucho carácter, me aconsejó con estas palabras: “Mi querido nieto, haga lo que tenga que hacer y no lo piense mucho, simplemente “llévese de sus instintos. El arte de vivir en paz consigo mismo consiste en llevarse siempre de los propios instintos. Váyase a estudiar a ese país tan original, donde las mujeres son también cosmonautas. Llévese de sus instintos y abra un nuevo ciclo en su vida. Pero no olvide nunca que ese es un país comunista. Y eso para cualquier ser humano que viva en esta tierra dominicana heredera de dictaduras y de montoneras, es un peligro mortal.”
En verdad todos somos cautivos de nuestras primeras inocencias. La inocencia es la primera fase de nuestra alquimia. La eternidad, en cambio, es cada tiempo presente, nuestra inmortalidad sucesiva. Una estrella es una luz que está en todas partes: está dentro de ti, es tu inmortalidad, vive en tu autoconciencia, más allá de tu ego.

En relación con esa realidad de los años 80-90 del siglo XX, es decir, el desplome del socialismo mundial, y lo que sucede hoy en el 2017, las migraciones gigantescas y la globalización de la riqueza y de la pobreza, nos luzca pesadilla, presente y pasado remoto, niebla no esclarecida. Pero es que entonces la vida era frenesí. El mundo esperaba cambios socialistas que transformarían el planeta en algo mejor que lo que teníamos y tenemos aún, valga la redundancia, bajo un capitalismo salvaje; entonces se creía en todo lo bueno, incluso en todo un futuro luminoso y lamentablemente la experiencia socialista mundial fracasó. Y resultó sueño, ficción, agonía…pero en el momento ¡qué ilusión tan bella! Y como dicen: ¡“lo bailado, a Martín Objío, ¡nadie se lo quita’’: el socialismo era y fue para él, como joven idealista, un eterno cerezo de primavera. Todavía es una experiencia inolvidable!


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